¿Monstruos, bestias, animales o simplemente machos?
La escasa Educación Sexual Integral (ESI) en las escuelas es el tema más ausente en los debates que se dieron durante la última semana, luego del aberrante abuso sexual que sufriera una joven en Palermo por parte de un grupo de varones. «La cultura de la violación», expresaron varias voces para justificar este tipo de hechos, como una expresión popular que describe a las sociedades que normalizan la violencia sexual al ignorarla o visibilizarla entendiendo a la violación como un problema social y cultural que es aceptada y normalizada debido a actitudes relacionados con el género, el sexo y la sexualidad.
Por María Inés Alvarado*
El término es producto de estudios sociológicos, y nace en los años ´70 de la mano de la segunda ola feminista quienes planteaban la importancia de educar para acabar la prevalencia de la violación, normalizada por la cultura americana, y manifestación extrema de la misoginia y el sexismo de la sociedad dominante. Hoy, 50 años más tarde, seguimos exigiendo que la sociedad en su conjunto deje de tener un rol activo en el sostenimiento de la cultura de la violación al seguir habilitando conductas y discursos machistas, y que la ley de Educación Sexual Integral sea efectiva en todas las escuelas públicas y privadas de todo el país.
Cuando a mediados de la semana pasada, la ministra de Mujeres, Géneros y Diversidad, Elizabeth Gómez Alcorta afirmó de manera pública que los seis acusados por la violación grupal pueden ser “tu hermano, tu vecino, tu papá, tu hijo, tu amigo, tu compañero de trabajo”, sufrió serios cuestionamientos a sus dichos, tanto por parte de comunicadores como de la comunidad política, y de agrupaciones feministas que planteaban que justificaba a los abusadores. No se puede hablar de bestias, animales o manada para explicar estas atrocidades: la única explicación posible es la falta de ESI en una sociedad que sigue normalizando los discursos misóginos y la violencia hacia las mujeres.
Según información aportada por el Observatorio de Femicidios en Argentina “Adriana Marisel Zambrano”, que dirige La Casa del Encuentro, desde el 1° de enero al 28 de febrero de 2002, se produjeron en nuestro país 52 femicidios, 2 trans/travesticidios y 5 femicidios vinculados de varones, cifras que ayudan a entender como el episodio de violación ocurrido en Palermo forma parte de un discurso patriarcal que sigue arraigado fuertemente al creer que el cuerpo de las mujeres es para uso (y abuso) de las necesidades viriles de los varones.
¿Por qué es necesaria la ESI para pensar estas cuestiones? “Ninguno de los hechos que nos horrorizan son aislados. Todos y cada uno responden a la misma matriz cultural” agregó en su tuit Gómez Alcorta. ¿A qué hace referencia? A todas esas conductas normalizadas que fuimos aprehendiendo de generación en generación y que posicionan a las mujeres en un rol de sumisión y menor valor que los varones. Si el Estado en su conjunto, las autoridades y docentes de todas las instituciones escolares pusieran el eje en hacer cumplir la Ley 26150 de Educación Sexual Integral, desde la perspectiva de género y derechos humanos, no estaríamos debatiendo este tema.
Para la antropóloga feminista Rita Segato “El violador no es un desviado, es un moralizador. Es alguien que está enseñando a una mujer a colocarse en una posición en la que es debida, ocupar el lugar que corresponde, que es de subordinación y de disponibilidad de su cuerpo. Es necesario desmontar ese mandato de masculinidad”. ¿Qué hacemos en las escuelas para desmontar ese mandato? ¿Habilitamos canales para hablar de lo que sienten? ¿Proponemos espacios de diálogo para que participen y digan lo que piensan? ¿Generamos un clima donde la autoridad no se construya desde la soberbia y la violencia (típicas actitudes machistas) y damos paso a la escucha y la empatía? ¿Nos reprimimos y/o silenciamos cuando alguien hace chistes machistas? ¿O nos reímos y los aplaudimos? ¿Seguimos educando a partir de las diferencias sexo-genéricas que promueve masculinidades orientadas a la virilidad como dispositivo de poder y mujeres que deben comportarse como “señoritas buenas y educadas”?
Es hora que la ESI entre en las instituciones. Y de la mano de la perspectiva de género. Una ESI que cuestione los roles, expectativas e ideas que tenemos como sociedad acerca del comportamiento apropiado en relación al lugar que ocupan varones y mujeres en la sociedad. Que cuestione y abra el debate sobre las relaciones de poder sistematizadas socialmente en las relaciones jerárquicas que se producen tanto en el hogar como en los ámbitos públicos. Que promueva un cambio radical de la forma en que se gesta la masculinidad, tanto dentro como fuera de la escuela. Que revise la forma en que se manifiesten los discursos públicos de los medios de comunicación y demás ámbitos de formación de opiniones. Que se modifiquen las normas y los modos de “hablar y ser” en masculino como única opción válida para nombrarse. Que puedan escucharse otras voces para deshabilitar y deslegitimar las formas de reproducción de las violencias.
No son monstruos, ni bestias, ni animales, ni siquiera machos -palabra que define al animal de sexo masculino que desarrolla fascinantes comportamientos de cortejo para atraer a las hembras-. Son hijos sanos del patriarcado que fueron criados para sentirse dueños de los cuerpos de las mujeres a quienes deben controlar para mantener el orden social imperante. Sin ESI, seguiremos criando varones violadores.
(*) Docente, comunicadora. Co-directora de La ESI en juego.
Columnista de Diario Digital Femenino– De ESI Sí Se Habla