

Recuperar, reconstruir, restaurar. El trabajo de Tania me generó impacto desde la amorosidad puesta en la tarea y la pasión en su relato. Reconstruir, dar forma y no solo para que se vea más bonito, sino para recuperar, darle valor y no desde lo económico.
Tania nació y creció Quito, Ecuador, en una familia conformada madre, padre y cuatro hermanos, es la menor. Los primeros años de la niñez transcurrieron en un barrio tradicional y desde niña se acostumbró “a convivir con este paisaje urbano, con las edificaciones históricas y patrimoniales que existen en Quito”.
En 1978 Quito es declarada por la UNESCO como Patrimonio Cultural de la Humanidad.
-¿Cómo es tu vida hoy?
-Actualmente estoy casada con un maravilloso hombre argentino, tengo un hijo que acaba de terminar sus estudios secundarios y al momento estoy atravesando un período de desempleo hace un poco más de un año, producto de la crisis que atraviesa el país, y por otro lado, un aspecto muy común y recurrente en mi profesión. Algunos proyectos han sido largos, otros cortos y en mi desempeño profesional he tenido recurrentes períodos cesantes. Ahora tengo 54 años.
-¿Cuánto tiempo hace que desarrollas la tarea? ¿Cómo empezaste?
-Cuando terminé el bachillerato en realidad quería estudiar artes plásticas, me gustaba muchísimo dibujar y era buena, había participado en algunos concursos de dibujo en el colegio, me pasaba horas dibujando, tenía todos mis cuadernos llenos de historietas y comics dibujados ¡me encantaba! Un mes después de graduarme debía ingresar a la universidad, pero, mis padres no quisieron que estudiara artes porque no consideraron al ambiente universitario en esa facultad apto para mí y fue así como me enfrenté a la disyuntiva de tener que optar ya por una carrera universitaria que fuera de mi agrado, porque si no lo hacía, tendría que haber esperado un año para ingresar. Mi hermano estudiaba en la Universidad Tecnológica Equinoccial (UTE) y me trajo un prospecto. Yo, —por supuesto — busqué en la Facultad de Artes y ahí estaba la carrera: Restauración y Museología. Me encantó el pensum, el espectro profesional, la aplicación así que, sin dudarlo ingresé. Es una carrera que me apasiona y una profesión que me encanta y he tenido la suerte y el privilegio de haber vivido de ella. He sentido muchas veces que no es un trabajo porque realmente lo disfruto.
Inicié mi primer trabajo como restauradora en el año 1988 más o menos, mientras estaba cursando el segundo año en la Universidad. Allí se me presentó la oportunidad de entrar a colaborar en el proyecto de restauración que se llevaba a cabo dentro del Convenio Ecuador España, convenio en el que participaba la Agencia Española de Cooperación Internacional y el Instituto Ecuatoriano de Patrimonio Cultural. En realidad fue una experiencia maravillosa, de mucho profesionalismo, mística y capacitación permanente. El proyecto contemplaba la restauración y puesta en valor de tres monumentos religiosos patrimoniales muy importantes: El convento e Iglesia de San Francisco, el Monasterio de Sta. Clara (convento de monjas de claustro) y el convento e Iglesia de Guápulo. Trabajé por varios años allí y me formé profesionalmente en la práctica, complementando muy bien mis estudios universitarios. En realidad fue una experiencia que contribuyó muchísimo a mi formación profesional principalmente por la forma en que el proyecto se desarrollaba, con un enorme respeto hacia el patrimonio y promoviendo un conocimiento profundo e integral apoyado por varias otras disciplinas (historiadores, científicos, químicos, fotógrafos, arquitectos, ingenieros, artistas plásticos, talladores, artesanos, etc.). Una obra no era tocada si no se contaba antes con una serie de estudios y análisis que avalen la propuesta de intervención.
Inicialmente trabajé como restauradora de pintura de caballete (cuadros) y más adelante fui incursionando en otras tecnologías (escultura, maderas, metales, pintura mural).
Posteriormente fui contratista del Estado (contratada por municipios y ministerios) para ejecutar proyectos de restauración y conservación, ya no solo en Quito sino en algunas ciudades del Ecuador. En estos contratos intervine en otras tecnologías como pintura mural, latón, chaglla siendo lo más representativo que tuve a mi cargo la intervención de la pintura mural de tres cúpulas importantes, muy afectadas por la humedad: de la capilla María Auxiliadora, la cúpula de la iglesia de Guápulo y la cúpula de la iglesia del Sagrario. Estas intervenciones de alguna manera me fueron “especializando” en el tratamiento de pintura mural afectada por humedad.
![]() Tania Egas Maffeo: de profesión restauradora |
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También desarrollé mucha experiencia en intervención de cielos rasos elaborados con la técnica atávica conocida como “chaglla” y que consiste en cielos rasos elaborados con carrizo (especie de bambú andino), esteras de carrizo o totora y posteriormente decorados. Es una tecnología maravillosa con la que se han construido grandes naves, inclusive con estilos neo góticos.
En los últimos años me he dedicado a la intervención de bienes muebles vinculados con la arquitectura (cielos rasos, pintura mural, fachadas, aleros, retablos, etc.) por lo cual he estado participando directamente en intervenciones integrales (arquitectónicas y de obra civil) en edificaciones patrimoniales.
Es decir, llevo 35 años interviniendo patrimonio…
-En función de haber declarado a Quito como patrimonio cultural de la humanidad ¿Cuál es la realidad de esa formación?
– La carrera cerró hace unos cinco años aproximadamente. Cuando yo estudié, la universidad al ser tecnológica ofrecía una tecnología, posteriormente se convirtió en una licenciatura. El título que otorgaba era el de Tecnólogo o Licenciado en Restauración y Museología. En Ecuador únicamente podía estudiarse en Quito y Cuenca que curiosamente son dos ciudades declaradas patrimonio cultural de la humanidad, pero, actualmente, ninguna de las dos ciudades cuentan ya con esta carrera…
-¿Qué tipo de restauraciones realizas más? ¿Dónde?
-En algún momento de mi profesión tuve un taller e intervine obras particulares, hasta ahora eventualmente lo hago, pero mi trabajo mayoritariamente ha sido desarrollado en edificaciones patrimoniales. Hace unos años trabajé como técnica de la Unidad de Patrimonio Cultural del municipio de la ciudad de Ibarra, ya que desde hace algún tiempo las competencias de patrimonio fueron trasladadas a los Municipios o Gobiernos Autónomos descentralizados provinciales. Ese fue el único trabajo fijo que he tenido, durante casi un año.
Lamentablemente no es un trabajo fijo, nos movemos mayoritariamente por proyectos. Existen colegas que tienen un trabajo fijo dentro de una institución, pero esa no es la realidad de la mayoría.
En general nuestra profesión no ha sido ni es lo suficientemente valorada, pese a vivir en una ciudad como Quito y en un país que posee un vasto patrimonio cultural.
-¿Fue fácil insertarse siendo mujer?
-Afortunadamente en lo que se refiere a restauración de Bienes Muebles (bienes que pueden moverse, decorativos) en sí, ha habido un ámbito prácticamente igualitario, las mujeres hemos tenido reconocimiento como profesionales y hemos ido ganando espacio poco a poco. Hoy somos muchas las mujeres que hemos sido contratistas, jefas, directoras y no ha habido dentro de nuestro gremio, segregación por el hecho de ser mujer o los colegas varones no han tenido mayoritariamente dificultades en tener una jefa mujer, recibir disposiciones o acogerse a la organización y dirección de una mujer. Sin embargo, al entrar en el ámbito de la restauración de bienes inmuebles y obra civil, un campo mayoritariamente manejado por hombres, en lo personal si lo he vivido. Recuerdo cuando fui junto a mi ex socia (ambas mujeres), sub contratista para la restauración y rehabilitación del ex cuartel y antiguo municipio de Ibarra, una obra grande en la cual se estaban interviniendo a la par arquitectónicamente las dos edificaciones, todo el equipo técnico de contratistas, residentes, sub contratistas estaba conformado por hombres, y los obreros a cargo de la ejecución de la obra civil eran como 200 y todos varones. Mi ex socia y yo fuimos las únicas mujeres en la obra y ahí pude sentir fuertemente el tema del machismo. Cuando daba alguna directriz o disposición y los trabajadores no la acataban, debía recurrir al ingeniero contratista para que él a su vez hable con los obreros y les disponga que acaten mis directrices. Recuerdo una vez que subí por una enorme torre de andamios hasta la cubierta en donde estábamos interviniendo los cielos rasos por la parte de arriba, todos los obreros se quedaron mirándome perplejos, jamás creyeron que una mujer pudiera subir por un andamio… ese fue el tema y la comidilla por varios días…

En ese sentido ha sido difícil ganar y mantener un espacio, pero, después de que se logra posicionarse, se tiene el respeto del equipo de trabajo.
Otro factor importante que he experimentado en lo personal ha sido el hecho de ser madre a cargo de mi hijo. Esta ha sido una dificultad real al momento de trabajar fuera de Quito, por ejemplo, y he debido resolverlo cada vez que he tenido que salir. Muchas veces (pese a que mi hijo se quedaba con su padre) he tenido que renunciar y volver a casa antes de lo previsto para poder estar con él. Esa es una dificultad a la que nos enfrentamos la mayoría de mujeres que somos madres, en el desempeño profesional.

(*) Periodista feminista abolicionista, directora/editora de Diario Digital Femenino. Titular de la web de Asesoramiento y Capacitación https://lennycaceres.com.ar/ Autora del libro La transversalidad del género: espacios y disputas.(Ed. Sudestada)
@lennycaceres69