
Vivir sabroso, política, mujeres y el disfrute del buen vivir.
Sin dudas, las mujeres nos vamos abriendo paso en el escenario público con cada vez mayor fuerza. Esta semana desde Colombia nos llega la gran noticia de haber conquistado nuevamente una mujer la vicepresidencia, junto a Gustavo Petro que la encabeza. Una mujer abogada, para mayor precisión, como otras vicepresidentas latinoamericanas. Pero Francia Márquez Mina no es cualquier mujer ni cualquier abogada; es una mujer negra, una de las millones de mujeres afrodescendientes que pueblan nuestramérica desde el norte hasta el sur y la segunda mujer afrodescendiente en llegar a la vicepresidencia de su país, tras los pasos de Epsy Campbell Barr en Costa Rica.
Por Moira Goldenhörn*
La enorme noticia no debería sorprendernos, de no ser porque la realidad cotidiana a la que nos han acostumbrado a las mujeres latinoamericanas, sobre todo a las racializadas que sobreviven a los siglos de explotación esclavista, es la de contar con los trabajos peor pagos, a oscilar en la historia de nulo derecho a educarnos al menor acceso a educación superior que tenemos actualmente. La historia personal de Francia no escapa a esta realidad: antes de ser abogada, fue trabajadora campesina, minera y del servicio doméstico.

Si una mujer, afrodescendiente, proveniente de una población de descendientes de esclavos, que llega a la vicepresidencia de un Estado latinoamericano es una noticia suficientemente deslumbrante, imaginemos además que esa grandiosa y valiente mujer hizo bandera política el disfrute de la vida que, como mujeres, nos fue por milenios negado. Es que Francia conquistó el corazón de su pueblo proponiendo “vivir sabroso” como bandera política y derecho a ser reconocido.
Justicia Social – Buen Vivir – Vivir Sabroso: las reivindicaciones políticas de «los nadies».
Podemos decir que al menos desde el Siglo XIX, tanto las mujeres como la clase trabajadora y la excluida -en particular las mujeres trabajadoras y las excluidas- vienen adoptando consignas políticas que hacen al logro de la igualdad social, económica, cultural, no sólo de sexo y género. Así, desde mediados del siglo XX en nuestro país hablamos del logro de la justicia social en relación al trabajo para todos y todas como pauta reguladora de la actividad humana; y más recientemente, desde la mirada indigenista, se propone el buen vivir como eje ordenador de la vida. Pues, andando por este camino de conquista de la igualdad, Francia nos propone “vivir sabroso”.
Pienso en esta sabrosura de la vida como la posibilidad de ir aún más allá del reclamo por la dignidad de la vida que en el primer peronismo implicó un empleo cuyo logro implicara, apoyándose en la Doctrina Social de la Iglesia, acceder de lleno a las posibilidades de desarrollo integral de la persona: vivienda, educación, formación para el trabajo, acceso a la educación superior y universitaria; pero también la plenitud del cuerpo y espíritu con acceso a vacaciones, deportes, artes, ciencias… Por décadas tuvimos el cometido político de cuidar las conquistas económicas, sociales y culturales que el primer peronismo trajo para la clase trabajadora, sin mucho éxito; hasta que, llegado el momento en que neoliberalismo del hemisferio norte parecía haber erradicado tanto en la Constitución Nacional, en las leyes y en la memoria del pueblo su propio tiempo de gloria, surgió desde los movimientos indigenistas la propuesta del “buen vivir”, de la “espléndida existencia” surgida desde la espiritualidad originaria americana.
En cierta forma, esta cosmovisión indígena que nos era extraña en el pensamiento hegemónico de occidente, nos propone pensarnos desde otra lógica, distinta a la del capital y la producción; y, en la mirada afrodescendiente de Francia Márquez, nos trae la invitación a descubrir el sabor de la vida como consigna política.
Es que el buen vivir no se limita a “vivir bien”, en sentido económico; así como, en palabras de Francia, “vivir sabroso no es vivir con plata”. Si bien la calidad de vida del Estado de Bienestar es condición necesaria para el buen vivir, y el buen vivir es presupuesto del vivir sabroso, en la propuesta de Francia hay una subjetividad que ancla en el disfrute de la vida, al que tenemos derecho. Porque los nadies, invisibles, quienes han permanecido por fuera de la ciudadanía formal o material, sólo tenían derecho a “satisfacer necesidades básicas”, es decir lo mínimo indispensable para subsistir y reproducir la fuerza de trabajo al servicio del capital.
Desde una mirada en retrospectiva latinoamericana, digamos que primero, con el movimiento de masas trabajadoras que fue el peronismo, se piensa en el concepto de “dignidad” para la masa obrera como “bienestar” personal, familiar y comunitario en todas las esferas de la vida; luego, con el buen vivir indígena, se propone elevar la importancia del tiempo comunitario para todas las personas no con una mirada de clase sino de reivindicación de la identidad indígena y la cosmovisión que rige la vida de los pueblos del Abya Yala, incluyendo la relación de las personas y las comunidades con el territorio, como un derecho humano que posibilite el despliegue de todo el potencial de los seres humanos en igualdad. Ahora Es el momento político de las reivindicaciones afrodescedientes en voz y cuerpo de mujeres y sus sentipensares.
La vida como disfrute y celebración, una revolución cotidiana
En este tiempo, entonces, desde las miradas feministas de Colombia nos llega la idea de “vivir sabroso”, nombre de un trabajo de Natalia Quinceno Toro que inspira la plataforma política ganadora de las elecciones presidenciales colombianas; disfrutando, con las garantías no sólo de los derechos laborales, sociales y culturales que hoy ya son del mainstream sino desde una mirada subjetiva y cotidiana, cercana y habitada por las grandes mayorías. Vivir sabroso es vivir sin miedo, resilientes en alegría, en la tranquilidad que nos permite encontrar placer en nuestro cotidiano, y un placer compartido con la comunidad de iguales. Una reivindicación existencial de la celebración de la vida misma, y de una vida gozosa y plena, para quienes sólo podían vivir subsistiendo al servicio de los proyectos de vida ajenos.
Y este punto es más crudo aún en las biografías de mujeres y de mujeres racializadas, como en este caso las afrodescendientes, quienes continúan siendo oprimidas en su condición de mujeres para el comercio de personas en cuanto explotación sexual para la prostitución como en el rol pago de “personas gestantes” para las gestaciones “a cuenta de terceros” en el alquiler de vientres, donde anidan y son paridos los bebés diseñados con óvulos de mujeres rubias. Las mujeres somos objetos de explotación y descarte en la lógica necropolítica del capitalismo neoliberal, al igual que el ambiente mismo.
Las oportunidades de vida de las mujeres latinoamericanas, no son las mismas que para las mujeres del Norte. Las oportunidades de vida de las mujeres afrodescendientes en Latinoamérica no son las mismas que las que tienen las mujeres blancas. Por ello, alzar la voz en defensa del territorio que se habita, de la vida y seguridad personal ante las violencias basadas en el género, de la igualdad de oportunidades y trato en materia educativa y laboral, política y sindical, se convierte en un acto heroico; sobre todo en países donde las luchas populares de resistencia han sido duramente castigadas por el establishment como en el caso de Colombia. Hoy es el momento en que, con la bandera del vivir sabroso, esa resistencia pasa a ser acción política decidida en manos de mujeres.
Hoy, de la mano de Francia en Colombia, llega a América del Sur una alternativa política y una gran oportunidad. Una alternativa a las políticas extractivistas y de la necropolítica para la reducción de la población más vulnerable y la oportunidad de traer a la política nuestras realidades personales y cotidianas, las preocupaciones por el bienestar de la familia que nos cobija y amparamos, la comunidad en la que nos desarrollamos compartiendo y recibiendo, el ambiente que nos sustenta, el alimento que nos debe nutrir, las culturas diversas que queremos rescatar y conservar vivas para compartir como identidad; cada uno de los puntos de la agenda del día a día que, por cercana, permaneció invisible a las grandes plataformas de los partidos tradicionales y conservadores. Con Francia, más que siempre, lo personal es político y la multidimensionalidad que traemos las mujeres con la carga mental de nuestras múltiples tareas acostumbradas por el patriarcado clasista y racista, llegan a la mesa de la discusión política. ¡Celebremos con ella!
(*) Abogada feminista, Mnd. en Cs. Sociales y Humanidades, Docente especializada, Investigadora en Sociología Jurídica.
Columnista de Diario Digital Femenino – Género y Derechos Humanos