Reflexión. La política y la organización sindical en tiempos de pandemia. Impacto en los trabajadores y trabajadoras del comercio minorista.
Por Mariana Baudino*
La política, la acción política propiamente dicha, de acuerdo a la impronta que sostenga en un momento dado, en una sociedad determinada, tiene un papel fundamental en el mantenimiento y fortalecimiento de la democracia y en el tratamiento de situaciones de extrema complejidad como la que estamos viviendo.
Bajo el lema “nuestro mundo no está en venta” distintas organizaciones sindicales regionales e internacionales instan a los miembros de la Organización Mundial de Comercio “a que garanticen que todos los países dispongan de las flexibilidades para dejar a un lado las normas comerciales que limitan su capacidad para resolver la pandemia sin temor de represalias, y que suspendan otras negociaciones y actividades que desvían su energía y recursos de tal meta. También instan a que reconozcan que la pandemia del COVID-19 requiere repensar de raíz el tipo de normas que se negocian en los acuerdos comerciales, incluidas aquellas que alientan los monopolios y reducen al acceso asequible a todas las formas de suministros y atenciones médicas y ponen en riesgo la vida”, podría decirse que la vida en peligro no es un abstracto, es la vida de trabajadores y trabajadoras en todo el mundo”.
Durante las últimas semanas observamos, leemos, y pensamos en torno a que priorizar: ¿La economía o la salud? salvamos vidas y generamos pobreza o descuidamos la vida y evitamos nuevos pobres… ¿Fuerte, no?
En el medio de todos los debates se encuentran los trabajadores y las trabajadoras, a los que aplaudimos cada noche y los que decimos están en la trinchera.
Esta reflexión pone su atención en los trabajadores y trabajadoras que se desempeñan en el comercio minorista, o industria del retail.
El comercio minorista presenta una situación compleja, que es anterior a la pandemia. Las condiciones laborales y las relaciones de trabajo giran en torno a la incorporación de tecnología nuevas, a la reconfiguración de procesos, a la modificación de las prácticas laborales, en respuesta a las condiciones que impone la globalización económica. Y llegó esta pandemia, que hay quienes la comparan con una guerra a nivel global.
El comercio minorista es indispensable. Los productos que ofrece el comercio minorista son esenciales y los trabajadores y trabajadoras que se desempeñan en los establecimientos comerciales, no pueden parar.
Hay datos que muestran que en el sector del comercio minorista ha aumentado un 40 por ciento la necesidad de contratación de cajeros, cajeras y repositores y repositoras, la pregunta es: ¿bajo qué condiciones de trabajo? La legislación laboral en Argentina es clara al respecto, el ingreso al mercado formal de trabajo requiere del cumplimiento de normas establecidas en la ley de contrato de trabajo y también en los convenios colectivos de trabajo que cada sector de la economía tiene.
Atento a lo que plantea la legislación no habría por qué preocuparse. Sin embargo, las que no son tan claras y día a día introducen soslayada y paulatinamente nuevas reglas de juego, son las prácticas, aquellas “condiciones” que no aparecen tácitamente escritas en el papel… pero que suceden todo el tiempo. Veamos algunos ejemplos: sobrecarga de horas de trabajo que no aparecen remuneradas como corresponde, polifuncionalidad, que la ejercían antes y ahora “el momento” lo amerita. El aumento en la flexibilidad respecto a los francos y días y horarios… antes sucedía, la situación ahora, lo justifica.
Es posible que no tengamos dimensión de la importancia del Estado y de las organizaciones sindicales. Somos un modelo a seguir a nivel global, pero aquí no está tan claro. O, no estaba tan claro.
Daniel James (2013) en su obra Resistencia e Integración, señala que durante las décadas siguientes a la caída del Perón en 1955, se asistió a la reaparición del sindicalismo peronista como expresión dominante de la clase trabajadora argentina. Tras sobrevivir a un intento sistemático de desmantelar legalmente el movimiento sindical centralizado, en los años que siguieron inmediatamente a 1955, al promediar la década de 1960 y 1970 el movimiento gremial había emergido como organismo de considerable poder social y político. Los sindicatos parecían ser un polo fundamental en torno del cual giraba la sociedad argentina. Los motivos, sobraban.
Las organizaciones sindicales no sólo están para acompañar la protección que a través de la legislación tienen los trabajadores, las organizaciones sindicales también están para defender los derechos de los trabajadores y trabajadoras, para juntos con estos y con los empleadores poder establecer prácticas laborales -que enmarcadas o no en la ley- sean beneficiosas para los trabajadores y trabajadoras. Esa es la cuestión.
Es por ello que las relaciones laborales no son un abstracto, no nos imaginemos letras, normas y convenios. Las relaciones laborales son personas trabajando, poniendo su fuerza de trabajo, personas propietarias pagando por esa fuerza de trabajo y generando riqueza y personas o grupos de personas sacándole la neutralidad a la relación capital – trabajo, es decir, defendiendo a la posición más débil. El estado es fundamental en estas relaciones, es quien debe administrar prácticas y procesos y promover la configuración de espacios de trabajos formales y justos.
No es nueva la clara tensión que existe entre democracia y mercado.
Está claro que la acción política en general, la actividad política de los partidos políticos, de las organizaciones sindicales y de los movimientos sociales en particular, juegan un papel decisivo en la balanza para alcanzar los equilibrios que promuevan una democracia estable y fuerte.
Es imperiosa la necesidad de fortalecer las instituciones democráticas tradicionales como los sindicatos y los movimientos que representan grandes colectivos sociales que ofrecen respuestas y soluciones viables a los trabajadores y trabajadoras y a los ciudadanos en términos generales.
La pandemia pasará. Los problemas complejos de la sociedad actual, globalizada y excluyente, se profundizarán. Los trabajadores y trabajadoras del comercio minorista quedarán expuestos. Las organizaciones que los y las representan tendrán la inmensa responsabilidad de rearmar y reconfigurar las relaciones laborales. El Estado tendrá un papel crucial y la solidaridad también.
Es imprescindible elaborar Pactos, Acuerdos y Frentes Programáticos entre las distintas fuerzas para poder establecer políticas de Estado que sean el resultado del diálogo social y del consenso, pero por sobre todas las cosas, que sean moralmente aceptables. La moral será la protagonista. La única posibilidad de construir el bien común es pensando en los y las otras bajo la premisa “Usted primero, por favor”.
*Primera graduada de la Maestría en Estudios y Relaciones del Trabajo de la FLACSO Argentina
Presidenta de ACEP La Pampa, vicepresidenta de ACEP Nacional
Mujeres de La Pampa
Diario Digital Femenino