
La ESI como formación ciudadana.
Solemos centrar la discusión sobre la Educación Sexual Integral en la educación formal de niños, niñas y adolescentes, aun cuando sabemos que un gran porcentaje de la población no ha tenido posibilidades de lograr una trayectoria continua en sus estudios básicos y medios. La pregunta es entonces ¿Qué ocurre con los ciudadanos y ciudadanas mayores de edad que no han tenido Educación Sexual Integral como parte de su formación? ¿Es posible re-orientar estos aspectos condicionantes de género en la formación personal, como formación ciudadana basada en los Derechos Humanos?
Por Moira Goldenhörn (*)
Cotidianamente irrumpen noticias sobre violencia patriarcal ejercida en los cuerpos y biografías de mujeres, niños, niñas, adolescentes, diversidades… ¿pensamos alguna vez en cómo se realiza la socialización de las personas, de los hombres, que incurren en estos actos de violencia? ¿Somos capaces los y las ciudadanos de ejercer un pensamiento crítico, reflexivo, autocrítico sobre las formas en que nos vinculamos, a fin de distinguir conductas violentas y poder elegir evitarlas?
Pensemos por ejemplo en una de las premisas fundamentales que garantizan la existencia, supervivencia y aún el fortalecimiento del patriarcado como sistema político de organización social: la naturalización de los privilegios del varón. ¿Qué criterios y herramientas están al alcance de las personas para poder pensar críticamente y, en base a ello, deconstruir algunas realidades? Es más, la comprensión del patriarcado como un sistema político ¿es accesible al ciudadano y ciudadana de a pie? Porque así como hablamos de privilegios del varón, tenemos que hablar de la sumisión de las mujeres como correlato esencial en este sistema que hoy es social y económico pero que por milenios también fue y es un patriarcado jurídico: las tareas de cuidado a exclusivo cargo, la menor paga salarial, la imposibilidad de acceder a algunos empleos, los obstáculos para decidir sobre la reproducción, la privación –hoy superada- del ejercicio de la patria potestad, la discriminación laboral, la discriminación habitacional… y el “aparecer muerta” todos los días una mujer y feminidad diferente (o sus hijos, hijas u otros familiares). Y, abordando esta problemática desde la mirada masculina ¿Nos permitimos pensar en otras masculinidades posibles, en otras formas de ser varón “no macho”, no violento, seguro en sí y no sólo buscando la mirada aprobatoria de los congéneres que exige cada vez más crueldad, más maldad, más “ser plaga” desde la infancia hasta la adultez para “inspirar respeto”?

Por otro lado, podemos hablar de ESI para personas adultas sin llegar a un plano que podría parecer abstracto en su formulación -como es la conciencia del patriarcado como sistema político que garantiza la dominación masculina sobre todos los sujetos sociales considerados “no-hombre” para su propio beneficio- aunque también podemos insistir en evidenciar la cadena de causas y efectos que vinculan la existencia del patriarcado con los graves males que atravesamos socialmente, porque aun siendo algo abstracta esta conceptualización tiene palpables efectos en la vida cotidiana como las mencionadas anteriormente. Así, haciendo el camino inverso desde lo más cercano hacia lo más abstracto, pensemos en la ESI como relativa a cuestiones básicas biológicas de la sexualidad, tanto reproductivas como no reproductivas: ¿Todas las personas adultas conocen la propia corporalidad y la de aquellas personas con las que comparten su sexualidad? ¿Conocemos los procesos fisiológicos en los cuerpos que albergan embarazos? ¿Conocemos las enfermedades de transmisión sexual, todas las formas de transmitirlas y adquirirlas, y todas las formas seguras de realizar diversas prácticas sexuales? ¿Conocemos, sin mediar prejuicios, la anatomía de las corporalidades diversas y disidentes no sólo en cuanto género sino también colores, formas, volúmenes, tamaños? Y aún más ¿conocemos nociones básicas de la anatomía y fisiología del disfrute y orientada al placer de los distintos sexos y géneros? ¿Nos permitimos las personas adultas de manera deconstruida sobre prácticas necesarias en el autoconocimiento y también en el disfrute compartido como es la masturbación? ¿Nos permitimos hablar de sexualidad no-reproductiva, de disfrute, de corresponsabilidad en el goce?
Porque, siendo que pocas actividades humanas nos son más presentes a las personas adultas que el sexo ¿Cuántas veces las mujeres y feminidades adultas nos encontramos con intercambios sexuales que no resultan gratificantes, que nos generan angustia, culpa, dolor, vergüenza; por ser violentos, egoístas, ridiculizantes? Incluso muchas de estas prácticas, cuando no son consensuadas, constituyen flagrantes delitos que las mujeres y diversidades no denunciamos por desconocimiento, miedo, vergüenza u otros motivos; posibilitando de este modo que el varón siga ejerciendo –a veces inconscientemente por estar tan naturalizado-, su privilegio de “hacer lo que quiera” con nuestro cuerpo, nuestras emociones y nuestra psiquis y cargando nosotras con la responsabilidad de sanar lo que para el patriarcado es algo común, esperable y que no debe ser cuestionado.

Entonces, ¿qué puede aportar la Educación Sexual Integral, desde una perspectiva de género y Derechos Humanos a las personas que continúan su trayectoria escolar en la adultez? Creo que en lo general, nos aporta un marco teórico basado en la experiencia concreta, a partir del cual abordar el mundo críticamente apuntando a la libertad plena de todas las personas; es decir, conocer para ser cada vez más libres y plenos en la dimensión individual y colectiva; para que todo resulte tal como lo pensamos para nuestra vida, para no dañar desde una posición de privilegio ni ser dañadas en sumisión, para no ser víctimas ni victimarios en un sistema que pone la crueldad como factor de dominación y que obliga a los hombres a ejercerla “para ser hombres” como si no hubiera otras posibilidades. Y, por otro lado, en lo particular de cada uno de los temas abordados en la ESI, nuestro conocimiento y por ende nuestro empoderamiento ciudadano, se acentúa. Y, de esa manera, con personas conscientes, construimos una sociedad un poco más libre, más justa, más habitable.
(*) Abogada feminista, Mnd. en Cs. Sociales y Humanidades, Docente especializada, Investigadora en Sociología Jurídica.