
Pacha: mamá, madre, nacimiento, se dice en los pueblos ancestrales que hoy se conmemora tu día, haciendo ofrendas, cantándote, desplegando versos y danzas alrededor de un fuego, una vasija de barro con chicha, hojas de coca, tabaco, dándote de comer y beber de tus propios frutos. Se toca kaskawilla, kultrún, trutruka, waza, trompe. Estos rituales se realizan al inicio de agosto porque coincide con inicio de la siembra y cosecha. Es la Pachamama, o Madre Tierra, la diosa femenina de la tierra y la fertilidad, una divinidad agrícola benigna concebida como la madre que nutre, protege y sustenta a la humanidad.
Por Natalia Voragini Weth*
nattivw@hotmail.com
Pacha: mamá, madre, nacimiento, se dice en los pueblos ancestrales que hoy se conmemora tu día, haciendo ofrendas, cantándote, desplegando versos y danzas alrededor de un fuego, una vasija de barro con chicha, hojas de coca, tabaco, dándote de comer y beber de tus propios frutos. Se toca kaskawilla, kultrún, trutruka, waza, trompe. Estos rituales se realizan al inicio de agosto porque coincide con inicio de la siembra y cosecha. Es la Pachamama, o Madre Tierra, la diosa femenina de la tierra y la fertilidad, una divinidad agrícola benigna concebida como la madre que nutre, protege y sustenta a la humanidad.

Y yo que me alimento de tus frutos, tus carnes, bebo de tu agua, camino por tus sendas, respiro de tu aire, me enciendo con tu fuego, no quería dejar de ofrecerte algo más que palabras, pero no encuentro el qué. Pienso, qué puedo ofrecerte si todo me lo das: Sol, viento, sombra, protección, la claridad de la luna y la orientación de las estrellas. Me quedo en silencio y escucho y no puedo regalarte ni un solo sonido porque son todos tuyos: ladridos de un perro, el canto de los pájaros, del repique de mi corazón, el agua cayendo de una suave lluvia, la madera que cruje y se deshace en cenizas, todos ellos son tuyos. Contemplo y veo colores, en el cielo, las montañas, las llanuras, los ríos, mares, ocasos, peces, arcoíris, mariposas, flores, colibríes, oscuridades y tinieblas. No puedo ofrecerte habilidades porque en tu parir de naturaleza le otorgaste a tus seres los dotes y destrezas: el vuelvo a las agilas, la velocidad en las fieras, la liviandad de tus hojas que caen en otoño, el galope de caballos, la flexibilidad de las ramas que danzan con huracanes, el romper y volver a nacer de cada ola, la comunicación de las ranas en su croar, el vibrar de las chicharras.
Pensé en darte algunas de mis experiencias, mis años, mi cabello que se cubre de blancura, las arrugas por mis gestos, el peso de mis huesos, todo lo conoces, nada puede supeditarse a tu magia, al placer que otorgas con los días y las ternuras de tus noches.
El mejor homenaje que puede darte como una mujer que vive y sobrevive en la sociedad actual es reflexionar sobre tus cuidados, los daños que sufres por nuestras violencias, aberraciones de grandes empresas que intentan exprimirte y extraerte riquezas que solo les sirve a algunas pocas personas. Por eso Madre, hoy quiero ofrendarte amor, seguir pensándonos desde los ecofeminismos, reconstruyendo en espacios de debates, regando mi huerta, nutriendo el compost, educando a las nuevas generaciones de tus dotes, tus entregas a quienes nos creemos tus dueñas y dueños, y solo somos una especia más que nace, vive y muerte en vos.
(*) Licenciada en Trabajo Social