Periodista, novelista, biógrafa, poetisa, crítica literaria y pintora resiliente, Alicia Dujovne Ortiz nos recibió en su pequeño refugio parisino hecho de libros y arte con su enorme sonrisa y una mirada potente que todo lo indaga. Exiliada dos veces, primero por la dictadura y luego por “el corralito”, esta argentina de origen español, genovés y judío ucraniano dedicó 28 de sus 30 libros a mujeres, y nos confesó que el periodismo la sacó del encierro poético de su juventud, para interesarla de un día y para siempre en las historias de otras gentes.
Por Adriana Pedrolo*
para Diario Digital Femenino
AP: – ¿Por qué elegiste hacer biografías y novelas, y mayoritariamente de mujeres? Además, parecería que las personalidades fuertes, populares y controversiales te resultan más interesantes…
AD: – Tengo 30 libros publicados y uno en marcha. Hay una gran diferencia entre la biografía, donde el autor o la autora mantienen una distancia en relación con su personaje, y la novela histórica donde quien escribe tiene derecho a entrar en los pensamientos y sentimientos de ese personaje, a meterse en su piel. He incursionado en los dos géneros y he elegido generalmente a mujeres como protagonistas, por una razón muy simple: las entiendo mejor que a los hombres. Pero tanto en mis biografías como en mis novelas se trata de mujeres con una identidad doble, o múltiple, o dividida, y una capacidad de llegar hasta el límite de sí mismas. Mujeres extremosas, tanto si se trata de guerreras -Anita Garibaldi o en cierta medida la Madama Lynch- de prostitutas – la francesa Mireya o la polaca Myriam-, o de una espía soviética como África de Las Heras, o de una santa marrana como Teresa de Ávila. ¿Por qué elegir a personajes reales en lugar de inventarlos? Lo cierto es que en más de un caso me eligen ellas a mí, vale decir que sus historias me despiertan ecos (son diferentes de la mía, pero compartimos la experiencia del exilio). Y además esas historias sobrepasan lo que yo misma puedo inventar. Para decirlo con franqueza, no tengo imaginación para la trama, y al entrar en vidas ya vividas disfruto de un doble placer, el de la escribir (tengo una escritura hedonista) y el de investigar.
Al juego con el lenguaje se le suma el de hurgar por detrás del relato oficial, el de desentrañar lo que se ha ocultado. Por otra parte, llamarlas novelas no implica que contengan elementos imaginarios: la imaginación está en las palabras, en las escenas, pero el trabajo de búsqueda en archivos o viajando para ver la realidad de cerca no difiere del que desarrollo para una biografía.
AP: – Escribiste Eva Perón. La biografía (1995, Aguilar) y una novela, La procesión va por dentro (2019, Marea) también sobre Evita. Hiciste una biografía Maradona soy yo (1993, Emecé) y tuviste algo así como un «encuentro cercano del tercer tipo» con la referenta social jujeña Milagro Sala (2020, Marea), lo que nos dejó un hermoso libro: “Milagro”, escrito sin prejuicios ni tampoco complacencia.
AD: – Nunca podría escribir sobre personajes repantigados en un sillón cómodo al que creen suyo, en una casa y un país que en su opinión también les pertenece. No olvidemos que soy hija de una escritora feminista, Alicia Ortiz, que al casarse con un judío comunista rompió con todo su medio social, ni que mi padre, Carlos Dujovne, fue un agente soviético que en 1928 llegó a Montevideo para organizar el Buró Sudamericano de la Internacional Sindical Roja en Brasil, Chile, Bolivia y Perú. Ambos se fueron del PC en 1946 a causa del estalinismo. Creo que por todo esto no fui educada como una chica común y corriente. Volviendo a los personajes que entiendo, yo «pesco» más a las mujeres que a los hombres, y más a los marginales o a los rebeldes que a los de vidas lisas, contra las que no tengo nada, pero con quienes no me puedo identificar. También escribí sobre los cartoneros, porque mi experiencia de exiliada en París, adonde llegué sola y sin plata con una hija de trece años, me permitió conocer lo que significa vivir al día, como los gitanos. Lo que me gusta en Evita (no todo en ella me gusta, pero esto sí) es su capacidad intacta de rebeldía, la misma de Maradona o la de Milagro, siempre, hasta el final. Los tres mejoraron su vida, en mayor o menor medida, pero ninguno de ellos se aburguesó, la burguesía está en la cabeza y la de ellos siguió libre.
AP: – La intervención y el cierre del diario La Opinión que dirigía Jacobo Timerman en Bs As precipitó en 1978 tu exilio a Francia en plena dictadura. ¿Qué tipo de periodismo encontraste allá y en qué se diferenciaba del argentino de los años 70 que practicaste aquí?
AD: – Decidí exiliarme a pesar de que nunca milité (era como si hubiera estado vacunada de nacimiento por la desilusión histórica de mis padres). El envión me lo dio Hugo Ezequiel Lezama, nombrado por Massera como director del diario Convicción y que los periodistas de La Opinión llamábamos Il Corriere della Massera. Me convocó con la intención de contratarme en ese diario y me sometió a un interrogatorio extraordinariamente humillante además de absurdo: me acusaba de haber escrito «La mujer en la novela rusa» en 1939. En realidad, la autora era mi mamá, Alicia Ortiz, y, no me privé de decírselo: “Pese a haber sido un bebé brillante no pude haber escrito ese libro en esa fecha porque fue el año en que nací”.
En cuanto al periodismo en Francia, me pareció inteligente pero superficial. Escribí reseñas de libros latinoamericanos, que en los años 80 estaban de moda, pero me pedían que contara el argumento y diera ganas de leerlos, lo que contrastaba con nuestros criterios argentinos en materia de crítica, en aquel tiempo mucho más seria.
AP: – El escritor checo Milán Kundera decía algo así como que la infancia es la patria de todos. Después de tantos arraigos y desarraigos, ¿cuál sentís que es la tuya y por qué?
AD: – De chica viví la soledad impuesta por la historia de mi madre y mi padre, que al irse del PC quedaron tildados como “traidores”, como “apestados”: Ninguno de los antiguos camaradas fue a verlos más, nadie tocaba el timbre de la casa. Parece un tango, pero así es. Mi madre fue una excelente escritora, pero el Partido la cortó de la foto, como lo hicieron con Trotski en la URSS… Pienso que mi tendencia a estar sola, por mucho que me guste la gente, viene de allí.
Si mi patria es la infancia, la mía fue una patria difícil. No a muchas nenas de cuatro años la mamá las lleva a ver cómo la policía quema los libros de la Editorial Problemas fundada por su padre, o a la cárcel de Neuquén para visitar a un preso que es su papá. Por suerte lo largaron con tiempo como para que me enseñara a montar a caballo, me mostrara las distintas maneras de crecer que tienen los árboles, y ofrecernos, a mi madre y a mí, un viaje a Europa para ver museos durante un año entero, mientras ella me daba a leer las comedias de Shakespeare (desde mis nueve años). Siempre sostuve que fui educada por dos feministas, madre y padre.
AP: – A propósito de feminismos, este año el colectivo Periodistas Argentinas acompañó a periodistas y alumnas de la carrera que denunciaron en redes a un reconocido periodista y docente universitario por acoso sexual. La condena social y mediática fue inmediata y logró que un proyecto de ley contemple incorporar la violencia y el acoso sexual en el contexto laboral y académico*[1] a la actual ley 26.485 de prevención sanción y erradicación de la violencia contra las mujeres. ¿Qué aportan a tu juicio estos cambios en la vida profesional de periodistas y comunicadoras?
AD: – Me parece fundamental que así sea, sobre todo en un momento en que el machismo y el virilismo de la extrema derecha ganan las elecciones en países supuestamente democráticos. Justamente en la medida en que se vive el más inimaginable retroceso, y hablo del mundo entero, cada centímetro ganado vale oro.
AP: – Contanos de tus proyectos en curso. ¿En qué estás trabajando ahora?
AD: – Estoy escribiendo un pequeño «ensayo personal», como decía Virginia Woolf, sobre la Gioconda. Esto también proviene de mi patria infantil, a causa de los museos que visité de chica. Se titula «Los nombres de la madre» y es un homenaje, o un “femenaje” a la mía, eso sin contar con que la Gioconda era una madre. Me baso en cuatro teorías sobre la obra de Leonardo, contradictorias pero complementarias, y disfruto enormemente por la extremada dificultad del tema, que me refresca el cerebro. Hay viejos que tratan de mantenerlo vivo haciendo palabras cruzadas, yo -a mis casi 86 años- escribo sobre esa Madre Universal (así la veo) para seguir pensando. No he encontrado nada mejor para evadirme del horror de la realidad, por más que ella nos persiga: se acaba de descubrir que Leonardo, artista de vida agitada o agitanada, era el hijo, por supuesto ilegítimo, de una esclava cherquesa*. [2]Me divertí mucho estudiando la historia de los cherqueses y comprobando que el Renacimiento se apoyó en los estudios herméticos y en la Cábala. Cada uno se divierte como puede y quiere, yo nunca me he negado al placer y en este momento el mío consiste en entender, o al menos en intentarlo.
Mientras mira el retrato que les hizo, Alicia recuerda haber sido la niña mimada de unos padres cultos que la acompañaron afectiva y materialmente en su formación temprana. A todas partes donde le tocó vivir transportó el archivo con las obras de ambos, hasta que les encontró un hogar seguro en la Biblioteca Nacional, al cuidado de sus trabajadoras y trabajadores.
Resiliencia:
Durante el confinamiento y luego de una hospitalización complicada, la escritora fénix pasó de la pluma a los pinceles “para hacerle pito catalán a la muerte”. De esta nueva aventura resultó una muestra plástica en abril 2024, en la Galería de la Embajada Argentina en Paris, titulada “Autoretratos Animales”.
Oriunda del siglo XX, pero con la mente bien puesta en el XXI, esta cronista de dos mundos enamorada de la naturaleza da prueba de haber comprendido que el humanocentrismo pierde pie, y que la tierra y sus tesoros se vuelven primordiales, tanto como sus guardianas aguerridas, las mujeres.
Obras en español
Alicia Dujovne Ortiz publicó las biografías María Elena Walsh, Maradona soy yo, Eva Perón – La biografía (best seller internacional), El camarada Carlos y Dora Maar. Prisionera de la mirada; las novelas El buzón de la esquina, El agujero en la tierra, El árbol de la gitana, La Procesión va por dentro, Anita cubierta de arena, Mireya, Las perlas rojas, La muñeca rusa, Un corazón tan recio, La Madama, La más agraciada y Transformaciones de un sauce francés; y las crónicas Al que se va, ¿Quién mató a Diego Duarte? Crónicas de la basura, Milagro, y Andanzas: Trilogía Autobiográfica.
(*) Escritora, poetiza, comunicadora y cantautora.
Foto de portada: Noel Smart
[1] El proyecto impulsado por Periodistas Argentinas y escrito por la diputada Mónica Macha (UxP) ya tuvo dictamen de mayoría y tiene el objetivo de modificar el art.6° de la Ley 26.485.
[2] Cherkesos: grupo étnico de los circasianos, al nordeste del Cáucaso en la frontera con Rusia.
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