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En el trabajo psico-socio-educativo[1] con varones que ejercen violencia, hay una herramienta que usamos con frecuencia en nuestros encuentros grupales: un ovillo de lana. Este objeto sencillo, que circula de mano en mano, va tejiendo una red entre quienes participan, como un recordatorio visual de que todos, de alguna manera, estamos conectados. Sin embargo, el ovillo no es solo una técnica simbólica, sino una metáfora profunda de cómo la violencia que ejercen los hombres en sus relaciones íntimas está conectada a muchas otras esferas de la vida.

Por Martín Miguel Di Fiore*

El hilo que todo lo conecta
El hilo que todo lo conecta – Martín Di Fiore

La metáfora del ovillo es potente porque la violencia tiene esa capacidad de conectarlo todo. Desde los primeros encuentros grupales, se establece una conexión común entre todos los hombres presentes: “han ejercido violencia o ejercen violencia”. Esto no es una acusación moral, sino un hecho que emerge de las dinámicas relacionales en las que han estado inmersos. Cada vez que uno de estos varones toma el ovillo en sus manos, se recuerda que la violencia que han ejercido los conecta entre sí y, aún más importante, los conecta con las víctimas y con la sociedad en general.

Michael Kaufman (1989)[2], en su tríada de la violencia, explica cómo ésta se manifiesta de manera simultánea hacia uno mismo, hacia otros varones y hacia mujeres y niñeces. Este enfoque nos permite comprender que el problema no es individual, sino sistémico, y que cada hilo de violencia que se teje afecta diferentes aspectos de la vida de estos varones y de quienes los rodean. A través del ovillo, no solo mostramos la conexión entre sus acciones y las consecuencias que estas generan, sino también la posibilidad de desarmar esa red y empezar a tejer algo nuevo.

Desde la teoría del ciclo de la violencia de Lenore Walker (1979)[3] , sabemos que la violencia en las relaciones de pareja sigue un patrón repetitivo. Fases de acumulación de tensión, episodios de estallidos de la violencia y períodos de luna de miel, conforman un ciclo que se repite cada vez con más intensidad,  a menos que se intervenga. Nuestro trabajo con varones que ejercen violencia en la pareja, sobre todo en el marco de intervenciones preventivas secundarias[4], se centra en la ruptura de este ciclo. La prevención secundaria busca intervenir una vez que la violencia ya ha ocurrido, para evitar que se repita en futuras relaciones. Sin estas intervenciones, la violencia tiende a escalar y extenderse.

Aquí es donde el ovillo vuelve a adquirir sentido: cuando trabajamos con estos varones, lo hacemos no solo por las mujeres que ya han sido maltratadas, sino también por todas aquellas futuras parejas que podrían sufrir violencia si no se rompe el ciclo. Cada varón que toma conciencia de su violencia, se responsabiliza y que trabaja para cambiar sus comportamientos, está desarmando el hilo que conecta su violencia con las futuras víctimas.

Es por eso que nuestro trabajo no puede limitarse a detener la violencia en un solo acto o en una sola relación. Trabajar con varones que han ejercido violencia es abordar una red más amplia de desigualdad y abuso de poder. Cada hilo de violencia que cortamos es un paso hacia la desarticulación de estas estructuras opresivas, y cada varón que logra cambiar su comportamiento es un agente de cambio en este proceso.

El ovillo con el que comenzamos nuestros encuentros grupales es, en muchos sentidos, una representación de lo que buscamos: desarmar una red de violencia y tejer, en su lugar, nuevos lazos. Lazos basados en el respeto, la empatía y la responsabilidad. Porque, al final, la intervención preventiva secundaria no es solo detener la violencia en el presente, sino impedir que se reproduzca en el futuro.

Cada vez que uno de estos varones toma el ovillo y lo pasa a otro, nos recuerda que la violencia nos conecta a todos, pero también que la responsabilidad de cambiar recae en cada uno de ellos. El hilo que conecta la violencia puede ser deshecho. Es un proceso largo, pero posible. Y en ese esfuerzo, seguimos trabajando, hilo a hilo.

El hilo que todo lo conecta
El hilo que todo lo conecta

(*) Abogado litigante en CABA y Provincia de Buenos Aires. Diplomado en violencia económica. Coordinador de dispositivos grupales para varones que ejercen violencia en Asociación Pablo Besson y Municipalidad de Avellaneda. Coordinador de laboratorio de abordaje integral de las violencias en Asoc. Pablo Besson.
Miembro de Retem. (Red de equipos de trabajo y estudio en masculinidades). Integrante de equipo interdisciplinario en evaluación de riesgo y habilidades parentales para revincular o coparentalidad (Asociaciòn Pablo Besson)

[1] (…) Este no es un grupo terapéutico, es un grupo psico- socio-educativo; su finalidad no está ligada a visualizar sintomatologías y elaboraciones del trauma, su finalidad es construir nuevos aprendizajes significativos ( lo suficiente significativos para ser confrontados con la subjetividad patriarcal de los varones que ejercen violencia de género) y luego de procesos crítico- reflexivos.  ROMANO MARCELO, POR QUÉ, PARA QUÉ Y CÓMO INTERVENIR CON VARONES, en  Retem (2019) Intervenciones en violencia masculina, editorial Dunken pág.24.

[2] Kaufman, Michael. Hombres: placer, poder y cambio . Cipaf. República Dominicana, 1989.

[3] The Battered Women. (Las Mujeres Agredidas). Leonor Walker,Harper and Row Publishers, Inc.Nueva York, 1979., pag. 55.

[4] La prevención secundaria: se orienta a detectar los factores de riesgo y brindar una atención inmediata luego de que la violencia tuvo lugar, para evitar su reiteración, limitar su extensión y sus consecuencias. (conf. Kelmelmajer de Carlucci, A. La violencia en las relaciones de familia, Tomo I, Rubinzal-Culzoni Editores, págs. 155 y ss., 2022

 

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