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Este mes la Policía de Seguridad Aeroportuaria desbarató una red de trata que captaba mujeres adolescentes, jóvenes y adultas de entre 15 y 35 años con ofertas laborales engañosas en un «estudio de modelos webcam» llamado «Argentina Studios«, cuyas publicidades aparecían en Internet y redes sociales.

Una investigación de El Destape reveló que prometían pagos en dólares por otro tipo de tareas, reclutaban mujeres y las sometían a todo tipo de prácticas para realizar contenidos sexuales que se transmitían en línea las 24 horas del día.

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Los dueños de esta falsa agencia tendrían otros estudios de «modelaje» llamados «Rosario Models», «Soul», «Webcam Group» y «MR Studios», denominaciones que eran modificadas periódicamente, donde comercializaban contenido erótico a través de distintas plataformas.

A raíz de la denuncia de una de las víctimas de esta red, que se hace llamar María, se llevaron a cabo 20 allanamientos y hay 10 detenidos en prisión preventiva. La denunciante se animó a hablar con la Justicia para salvar a sus compañeras, y habló también con El Destape para contar su historia y alertar al resto de niñas y mujeres sobre las falsas ofertas laborales.

«Es muy importante contar lo que me hicieron, porque esta gente bombardea con publicidad constante en tonos muy juveniles y captan a un montón de chicas jovencitas. Quiero que sepan que esto ni siquiera es sólo una estafa, es la muerte», relató.

Vulnerabilidad.

En el año 2020, en el contexto de pandemia, María atravesaba una situación de extrema vulnerabilidad económica y de violencia doméstica. Empezó a vender contenido erótico por Internet desde su casa, pero el dinero que ganaba por ello no alcanzaba para mudarse.

Buscó entonces alguna oferta laboral que le transmitiera «seriedad», y fue así que se topó con las publicidades de Argentina Studios. «Parecía un lugar muy serio, quedaba cerca de donde yo vivía y prometían una remuneración de mil dólares mensuales», relató.

Argentina Studios (@ArgentinaStudi2) / X

Así fue que se comunicó y la citaron «en un hotel muy bonito». A ella y al resto de las postulantes les dieron una capacitación para enseñarles la actitud que deberían emplear ante cámaras y cómo usar los programas para transmitir en vivo. María eligió qué ropa usar y qué hacer frente a cámara. Algunas de ellas elegían un baile sensual, mientras que otras chicas elegían tocar instrumentos e incluso conversar.

Los primeros meses de trabajo en este lugar fueron «excelentes», en un ambiente relajado, moderno, seguro y organizado. «Eran muy atentos con nosotras. Los viernes nos hacían sentar en grupitos e íbamos una por una hablando de nuestra vida y lo que queríamos hacer con el dinero». María comprendió después que la amable atención inicial no era más que un método para recolectar información de cada chica, que luego utilizarían para mantenerlas cautivas.

Estos «estudios» se ubicaban en hoteles y viviendas de la Ciudad de Buenos Aires. Tras ser evidente que las ganancias eran mucho menores que las prometidas, esta red les creaba deudas con el «estudio» a las víctimas y las responsabilizaba de su «fracaso», caratulándolo como una pérdida de dinero para «la empresa», y ante la incapacidad de pagarlas con dinero debían hacerlo con más trabajo. También se les retenía su documentación personal con la excusa de trámites laborales.

Tras la deuda.

En el 2020, cuando creció la demanda de páginas pornográficas, con «certificados truchos» los explotadores exigían a las víctimas que fueran presencialmente a salas de streaming.

«Nos empezaron a decir que íbamos a tener que hacer una sesión de fotos explícitas. Yo entendía que con ‘explícitas’ se referían a que iban a ser desnudas, pero no. Nos hicieron hacer fotos en situaciones muy humillantes. Y si no las hacíamos nos las iban a cobrar».

Las transmisiones de las mujeres desde distintas habitaciones eran supervisadas constantemente por «monitores». En teoría, el rol de los monitores era cuidar y asesorar a las mujeres ante las cámaras. Sin embargo, sus exigencias también fueron recrudeciendo.

El contenido que buscaban producir con ellas comenzó a ser cada vez más violento y, por ende, «el público que consumía exigía también otro tipo de servicio», ya que «ellos pagaban muy bien para que sean cumplidos sus morbos».

En pos de «aumentar la productividad», hubo nuevas disposiciones: se les negó el horario de almuerzo y se redujo al mínimo las idas al baño, debiendo ellas realizar transmisiones sexuales ininterrumpidas de entre ocho y dieciséis horas.

Ante la mala alimentación y un invierno transcurrido semidesnudas en una casona sin calefacción, muchas se enfermaron y se generó un gran foco de contagio de Covid. Sin obra social y con los hospitales públicos colapsados, fueron obligadas a seguir trabajando. Algunas no pudieron, otras se negaron, por lo que «la situación se puso cada vez más tensa en ese lugar».

Denuncia.

María logró zafarse y denunció este lugar, pero por un año la causa estuvo inmóvil: mediaba un pedido de archivo fiscal por «falta de pruebas». Desde la Defensoría General de la Nación detallaron que «sólo se hicieron algunas medidas encomendadas a la policía de la zona, muy mínimas. No allanaron el lugar y no les permitieron a las chicas declarar». Las fuerzas de seguridad «no encontraron» el lugar denunciado. Según detalla la víctima, a estas mismas fuerzas pertenecería el perpetrador de la violación que dio origen a su embarazo.

Llamó a la línea 145, de la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas, y fue allí que la causa comenzó a avanzar. La investigación a cargo de la Fiscalía Federal N°1 había comenzado a inicios de 2021 con la denuncia de la Asociación Madres Víctimas de Trata, pero el fiscal Ramiro González había pedido que la causa se archive en junio de 2022.

El pasado 18 de octubre, los 11 imputados resultaron procesados. Cuatro de ellos oficiaban de jefes de esta organización y obtenían las ganancias de la explotación sexual de las víctimas. También procesaron a dos mujeres que regenteaban y a otros dos que trabajaban de «monitores».

Trata.

Al ser consultado sobre aspectos que distinguen a este caso de trata de personas con fines de explotación sexual de otros, el coordinador del Programa de Asistencia y Patrocinio Jurídico a Víctimas de Delitos de la DGN, Pablo Rovatti, sostuvo que «las actividades sexuales ofrecidas por esta organización se llevaban adelante casi en su totalidad de manera virtual, por eso el caso significó un verdadero desafío en términos probatorios, ya que todo el material producido vía streaming se caracteriza por ser efímero y no dejar rastros en la web». Además, «el modo de pago de estas actividades es a través de criptomonedas, que implican una baja o, en ocasiones, imposible trazabilidad».

María logró escapar de esta red y salvar luego a sus compañeras: «Necesito hacer hincapié en que las chicas que vayan a estos lugares puedan darse cuenta y hablar a tiempo. Hoy si buscás en Internet, casi no hay información sobre chicas que hayan logrado salir. Por eso es tan importante concientizar sobre esto».

«Cualquiera puede ser víctima de una red de trata», ya que los explotadores cuentan con recursos, infraestructura y logística para captar y retener a sus víctimas, incluso proveyéndoles de «asistencia psicológica»: «Si nos quejábamos o decíamos que no nos sentíamos bien, teníamos a disposición un ‘psicólogo’. Lo único que te decía era que tenías que ser más positiva, más productiva y que dependía de vos tener dinero. Hoy lo veo desde afuera y era claro que él también era uno de ellos».

Presión, humillación y violencia.

La víctima relató que las jornadas de transmisión empezaron a ampliarse, y la humillación y violencia sufrida por ellas era constante. Algunos clientes que serían «VIP» o «amigos» empezaron a solicitar encuentros personales. Contra su voluntad, la víctima fue obligada a tener encuentros sexuales con quien alguien que sería miembro de las fuerzas de seguridad en un hotel alojamiento. «Tras ese encuentro, quedé embarazada y empezaron a presionarme para interrumpirlo. Me decían que yo ya tenía 31 años y que a los 35 no iba a servir más para esa industria, que sin estudios mi única salida era seguir trabajando de eso. Que sólo así me iba a poder mudar y salvar a mi nene», contó. Y agregó: «Me dieron pastillas y me hicieron abortar frente a cámara, para vender el contenido en la deep web. Ese día había más cámaras en mi habitación, pero mi cabeza ya no funcionaba. Yo tenía pánico, pero me obligaban a bailar y sonreír. Mi cara estaba gris y en el chat los clientes preguntaban si estaba bien. Yo sentía que me moría», recordó. (La Arena)

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