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El abuso sexual cuando ocurre en un ambiente familiar, sobre todo de personas como tu papá, abuelo o, en mi caso, mi hermano 12 años mayor que yo, es algo muy confuso y difícil de identificar. Todas las personas de mi familia me creyeron. Entonces iniciamos un proceso de reparación sin saber mucho cómo. Para mí el sentido de romper este silencio no era que el único tema fuera lo horrible que había sido mi agresor.

Por Jacinta Egaña Kaulen
para Resumen Latinoamericano

No sé cómo empezar a escribir este texto. He escrito muchas veces sobre lo que ha significado esta experiencia en mi vida pero nunca con la intención que lo lean otras personas. Creo que podría partir con lo mismo que le dije a cada una de las personas de mi familia hace un año y medio: “Cuando tenía entre 14 y 16 años, mi hermano Ismael Vidal Kaulen abusó sexualmente de mí”. A la misma edad comencé a desarrollar una escoliosis que, según todos los traumatólogos que me vieron, era de carácter idiopático, es decir, sin causa conocida.

Me demoré mucho tiempo en entender y poder decir que lo que viví en muchas ocasiones era abuso sexual. El abuso sexual cuando ocurre en un ambiente familiar, sobre todo de personas como tu papá, abuelo o, en mi caso, mi hermano 12 años mayor que yo, es algo muy confuso y difícil de identificar. Los violadores eran hombres desconocidos que te atacaban en la noche debajo de un puente o en una calle solitaria, no personas que quieres y que se supone que te cuidan.

Cuando de adolescente ocurrieron todas estas situaciones decidí guardarlas en un rincón dentro de mí y nunca hablarlas con nadie. Decir que habían ocurrido era una manera de darles entidad y yo solo quería olvidarme. Me daba mucho miedo que alguien se diera cuenta que eso estaba pasando. En más de una ocasión mi hermano me dijo que si yo se lo contaba a alguien él lo negaría: “Voy a dejarte como loca, lo voy a negar todo, y tú sabes que me van a creer a mí, te van a encerrar”. También decía que esto lo hacía porque me quería, que si no fuéramos hermanos seríamos pareja, que si tuviera una hija quería que fuera como yo, que tenía fantasías cuando yo cumpliera 18 años y varias cosas que yo no sabía cómo entender. Las situaciones de abuso fueron tantas que no me dan ganas de contarlas, algunas fueron mientras dormía, otras con él muy borracho. Durante mucho tiempo después, me seguía dando asco el olor a cerveza. Pude poner fin a las situaciones de abuso cuando tenía 16 años, le dije que no quería que siguiera haciendo eso. Me preguntó si era porque me daba vergüenza el que estuviera su novia en la pieza del lado, solo me salió decirle “porque somos hermanos y esto no está bien”. Tiempo después mi mamá y mi papá notaron que algo me pasaba y me mandaron a terapia. A raíz de esto mi hermano se enojó con mis padres, dijo que era horrible que me enviaran a una psicóloga y dejó de hablarles por más de un año. Yo nunca le conté a esa terapeuta lo sucedido.

Feminismos. Abuso sexual en la familia es algo muy confuso y difícil de identificar
Abuso sexual en la familia es algo muy confuso y difícil de identificar

Borré todo y después de un tiempo seguí teniendo relación con él. Él vivía en Montevideo y lo visité. Creo que fue en esa misma visita que me dijo, como otras veces, que no creía que yo fuera lesbiana. Después comenzó a hablar de “todo lo que había pasado” hace años, me pidió perdón y dijo que cargaba con mucha culpa. Yo tenía 20, poca plata y un pasaje para irme en tres días más; salvo a mi hermano y a sus amigos no conocía a nadie en Uruguay. Básicamente, no tenía donde ir. Le dije que no se preocupara, que lo perdonaba, en ese momento no era capaz de hablar de eso. Acto seguido comenzó a desnudarse, pude detenerlo. Él no quería pedirme disculpas, quería medir si aún podía abusar de mí.

Me demoré años en asumir que lo que había pasado era violencia sexual. Cuando terminé el colegio, me fui a vivir sola a Buenos Aires. Una noche estando en Chile, me junté con un amigo a conversar y tomar cerveza. En un momento me dio un beso sin pedirme ningún tipo de consentimiento y luego agregó “fue de cariño, no es que quiera algo más”. Yo había golpeado a tipos que me habían corrido mano en el transporte público, había defendido a amigas a las que habían acosado en bares, respondía a cada cosa que me gritaba un hombre cuando iba en la calle, era activista feminista ¿por qué ante una persona que quería y con la que sentía confianza como mi supuesto amigo no era capaz de defenderme? Solo me quedé callada, me despedí (nunca más quise tener contacto con esa persona) y me fui en el taxi acordándome de todo lo que había pasado con mi hermano años atrás.

Mi silencio comenzó a fisurarse cuando me pude decir a mí misma lo que había pasado.

Meses después volví a Argentina, y le conté a mi pareja de ese tiempo lo que me había pasado hace 10 años, fue a la primera persona a la que se lo pude decir. Segunda fisura.

Un tiempo después escribí un mail a mi hermano diciéndole que lo que había pasado era abuso sexual, que no quería tener nunca más relación con él, que yo no iba a hablar con nadie de la familia sobre esto porque sabía que para nuestra mamá enterarse le generaría mucho dolor. Mi hermano había vuelto a vivir en Chile y sería en pocos meses papá. Le exigí que trabajara consigo mismo para ser un mejor sujeto para su hija. Le dije que las feministas de las que tanto se reía (y trataba de feminazis) éramos las únicas que podíamos hacer algo para que su hija no viviera lo que yo había vivido. Y que, además, le advertí que tuviera mucho cuidado, porque aunque yo no vivía en Chile estaba muy pendiente de lo que ocurría con mis sobrinas. Su respuesta fue un mail lleno de culpa, diciendo que por años no podía dormir recordando todo lo que me había hecho, buscaba mi perdón para su tranquilidad mental, ninguna reflexión, ningún respeto a mi exigencia de no tener más contacto. Le envié un último mail donde entre otras cosas le decía que si quería mi perdón lo tenía, pero yo más que liberar su conciencia lo estaba invitando a una reflexión que evidentemente él no podía hacer. Hoy me doy cuenta que era algo que él no quería, ni quiere hacer.

Ese año pude hablar de esto con amigas, amigos, amigues, con personas no tan cercanas, sentí lo alivianador que es no guardar el dolor dentro de ti. A finales de 2018, empecé terapia. También explotó el movimiento #MeToo en Argentina y en todo el mundo. Me pasé días leyendo declaraciones, escraches, testimonios de un montón de personas que habían vivido abuso sexual, sobre todo de familiares. Yo no quise escribir, no estaba lista, no quería que fuera un post en redes sociales, no quería abrirlo de esa forma, admiraba a todas quienes escribían, pero yo no era capaz de hacerlo en ese momento. Me preguntaba ¿por qué? ¿Qué voy a sanar, qué voy a conseguir con eso?

Empezando 2019, cuando iba a volver a Chile, le conté a Lucía, mi hermana mayor que vive en Barcelona, lo que había pasado. Fue la primera persona de mi familia sanguínea a la que pude contarle, y aunque ella no estaba de acuerdo en que yo, por proteger a mi papá y mi mamá no hablara, respetó los tiempos de mi proceso. A veces, acompañar a alguien que ha vivido violencia es comerte la rabia de no poder hacer lo que te gustaría, ponerte a disposición de esa persona aunque no estés de acuerdo, asumir que lo que tú sientes no puede ir por sobre lo que la otra persona necesita. Contarle a mi hermana fue seguir resquebrajando mi silencio de otra forma: para mis amigues de Argentina, mi familia era un relato; para mi hermana era una realidad que ella también había vivido en carne propia.

Revisando mi historia me he dado cuenta que mi manera de sanar y reconstruirme había sido escribir y hacer teatro, el abuso no me había dejado con problemas para vivir mi sexualidad, pero sí con una gran confusión respecto a los límites y una incapacidad para mostrarme vulnerable. Cuando te hieren no quieres que vuelva a pasar porque duele muchísimo. Honrando lo que hice para sobrevivir (evitar mostrarme desbordada para esquivar preguntas; ser capaz de seguir haciendo mi vida pese a todo) empecé a ver qué cosas constituían un hábito que ya no tenía sentido. Empecé a pensar que lo que yo había elegido como oficio, también podía ser un espacio para que personas pudieran trabajar sus heridas, mover su dolor y escribirlo. Inventé unos talleres de autodefensa, encuentros donde con ejercicios de escritura y teatro hacíamos lo que para mí era lo más defensivo que podíamos hacer: habitar la vulnerabilidad que sobrevivir a la violencia nos había negado, reconocer que necesitábamos a otras personas. Pienso y sigo investigando sobre cómo este puede ser un punto de partida sensible para la organización política.

Me fui de Argentina, pasé más de un año viajando, haciendo teatro y facilitando estos y otros encuentros. Estuve en distintas ciudades hablando con seres disidentes y mujeres. Podía decir en una rueda de presentación ante personas desconocidas que había sobrevivido al abuso sexual. Era muy interesante el diálogo de cierre de esos encuentros: con muchas personas de lugares y edades distintas podíamos hablar de esto y de sus historias. Seguir quebrando mi silencio a través de estos talleres era asumir que con toda la mierda que había sentido yo quiero hacer cosas, ponerlo en movimiento con más gente. Asumir que no quería seguir sanando y viviéndome esto sola.

Paradójicamente, los meses en Chile fueron una difícil gestión del silencio. Se trata de una gestión invisible, costosa si estás en el proceso de abrir algo en ti y que por protección debes cerrar de golpe. Es más trabajo mantener el silencio cuando en otros territorios de tu vida ya no hay lugar para él. Es un silencio con el ruido de muchas preguntas ¿Cómo evitar ver a mi hermano y a la vez responder el interrogatorio incómodo de mi mamá? ¿Cómo poner límite a los intentos de él de verme si no lo puedo poner en evidencia? Pensaba en la hija de otros de mis hermanos que ya tenía casi diez años. ¿Cómo cuidar a nuestra sobrina, que se encaminaba a la adolescencia, hija de otro hermano, que era ahijada de mi agresor y si lo veía regularmente? Antes de irme hablé con ella, en ese momento faltaban dos meses para que cumpliera 10 años. Le dije que si alguna vez le pasaba algo raro, que no entendía, que la hacía sentir mal, algo que creía que no podía contarle a nadie, a mí me lo podía contar, que aunque no estuviera en Chile me podía escribir o llamar cuando necesitara.

La pandemia me agarró en la casa de Lucía en Barcelona. A los dos meses de cuarentena y encierro mi hermano Ismael comunicó estar deprimido y con ganas de suicidarse. Mi familia pidió que Lucía y yo lo ayudáramos, a pesar de que él se sentía juzgado por nosotras “porque éramos feministas y creíamos que él era muy machista”. En ese momento decidí que tenía que contarlo. Me había pasado años fantaseando con que lo contaría después de enterrar a mi mamá, en el funeral de mi papá, como en las películas, quizás lo haría en otro viaje a Chile… nunca hay un momento idóneo para hablar. Nunca están las mejores condiciones. Nunca nadie va a estar preparado para escuchar lo que tienes que decir. Lucía y yo tuvimos una videollamada con mi hermano Sebastián, pude decirle mirando a una pantalla “cuando tenía entre 14 y 16 años, Ismael abusó sexualmente de mí”. Escucharme decir eso lo hacía más cierto, era hacer un corte imborrable, era como si el silencio hubiera sido un papel que pudiera fácilmente rajar con las manos, pero por cómo me dolía la garganta cada vez que lo decía era cómo si lo estuviera destruyendo con mi voz. Lo conté muchas veces esos días, soy la menor de una familia de nueve hermanas y hermanos. Algunos son hijos del primer matrimonio de mi mamá, otras del primer matrimonio de mi papá y hay cuatro que somos hijas e hijos de les dos. Para contarle a todas y todos fueron muchas videollamadas. En cada una se iba sumando alguien a quien se le había contado el día anterior. Es fuerte escuchar tu sonido y el impacto que genera, ver gente desmoronándose en una pantalla de Zoom, que no puede salir de su casa porque está encerrada, que no puedes abrazar porque está a miles de kilómetros. A medida que mi relato iba tomando forma, veía caras desfigurándose en la pantalla. Yo no le estaba pidiendo a nadie que me creyera, si alguien no lo hacía, pensé que serían personas que no valían mi afecto. Tampoco el esfuerzo que me implicaba revivir a través del relato algo que callé porque me habría encantado poder borrar. Yo nunca le pedí a mi familia que me creyera, les pedí que con esto hiciéramos algo.

Desde un inicio, todas las personas de mi familia me creyeron. Entonces iniciamos un proceso de reparación sin saber mucho cómo, yo tenía claridad en no querer escrachar-funar a mi hermano, tampoco quería hacer una denuncia judicial. Más allá de lo inútiles y revictimizantes que pueden ser las instituciones ¿en que me repararía a mí que él estuviera en una cárcel?, ¿qué le aportaría a mi vida que muchas personas repudiaran su actuar? Para mí el sentido de romper este silencio no era que el único tema fuera lo horrible que había sido mi agresor. Para que se discutiera cómo hacerle daño, porque sí, a veces queremos que nuestros agresores sientan miedo, sientan al menos un poco de la mierda que nos hicieron sentir, que no duerman tranquilos. Pero para mí, ese no podía ser el centro.

Yo develé esto porque quiero pensar junto a otras personas cuál fue el contexto de abuso, la responsabilidad de lo ocurrido es de mi hermano, pero ¿qué cosas y condiciones habían alrededor para posibilitarlo? En mi familia estaban creciendo niñes y más que poner todas las expectativas de mejora en la generación que viene, quiero que se críen en un contexto menos opresivo y violento que en el que crecimos nosotres. Para mí eso era reparar un poco las cosas. Yo no tenía nada roto que pudiera volver a funcionar como antes, como si tras unos arreglos las cosas quedaran como nuevas. Yo quería que las cosas se re-pararan, en el sentido de que se ubicaran distinto en el espacio, que pudiéramos orientarnos para mirar las cosas desde otros puntos de vista. La miseria de mi abusador, el castigo, no es algo que me interese. Más que venganza, quiero que las personas agresoras tomen consciencia y vivan las consecuencias de su violencia.

Acordamos iniciar un proceso de reparación que me tuviera a mí, la persona que sufrió la violencia, en el centro. Encontramos un libro-caja de herramientas del colectivo Creative Interventions recientemente traducido al español que nos sirvió de guía. No teníamos mayores referencias de cómo hacer esto y lo hicimos de forma autónoma, sin ayuda profesional. ¿Qué sigue al drama del develamiento? ¿Cómo nos responsabilizamos ante todo lo que nos genera esta información? ¿Qué podemos hacer por fuera de las vías legales? Se abrieron muchas conversaciones, conjeturas, otros entendimientos para nuestras memorias. Somos una familia con numerosas historias de abusos y violencias de las que estábamos empezando a hablar. Algunes comenzaron procesos terapeúticos. Escribí una serie de condiciones para Ismael, entre esas, que fuera a psicoterapia con une profesional que nosotres eligiésemos; que reconociera y se responsabilizara de las violencias que había cometido no solo contra mí si no contra otras personas de este grupo; terminar con las violencias económicas hacia nuestra mamá; que dejara de consumir drogas y alcohol; que no fuera el cuidador principal de su hija; que nunca más y por ningún medio tuviera o intentara tener contacto conmigo; si su situación económica se lo permitía, que le pagara todas las sesiones de psicoterapia a una persona que hubiera vivido violencia sexual. También pedía que con el resto del grupo mantuviera una conversación periódica donde se pudiera acordar cómo continuar el proceso de reparación. Y respecto a esas condiciones teníamos que ver cómo desarrollarlas. Si él no era el cuidador principal de su hija ¿cómo nos hacíamos cargo para que el trabajo de cuidados no recayera solo en su expareja? ¿Cómo comunicarle a ella todo esto? ¿Cómo trabajar en un proceso de reparación donde a la persona que ha ejercido violencia no se le exilia y castiga si no que se le ponen límites y se piensa colectivamente en una transformación? ¿Cómo comunicarle a él que ya todes sabían lo que había hecho? En medio de todo esto mi hermano P.V.K. y su esposa C.A.S. tuvieron la peor de las reacciones. Actuaron por el miedo, dijeron que mi hermano era un pedófilo, un monstruo, que había que denunciarlo, llamar a abogados, temían porque su hija de 11 años había pasado mucho tiempo con él. La primera vez que mi hermano abusó de mí, fue en la casa de P.V.K y C.A.S. Me pregunto por qué dejaban a su hija al cuidado de una persona que era alcohólica, no fueron capaces de hacerse cargo de que su casa no era un espacio de seguridad. Me culparon a mí por no hablar antes, culparon a mi hermana Lucía por no contarles todo apenas lo supo. Violentaron a muchas personas de mi familia y pasando por alto mi decisión le contaron a Ismael (sin esperar que mi madre y padre hablaran con él como habíamos acordado colectivamente) y a su expareja lo que sabían. Ella decidió creer “la versión de Ismael” y rompió toda relación con mi familia, nunca más pudimos tener contacto con su hija J, mi sobrina. P.V.K. y C.A.S., después de salir del proceso y violentarnos por básicamente no ir por una vía punitiva y con expectativas carcelarias, mantienen relación con Ismael. Prohibieron a algunas personas ver a su hija C., nos bloquearon de sus redes sociales, no podemos llamarla ni establecer contacto con ella. Le mienten sistemáticamente a mi sobrina para explicarle por qué dejó de ver a sus abueles, primes y tíes. Han actuado como encubridores, en completa complicidad con un abusador, dejando que su hija mantenga contacto con ese monstruo terrible del que tanto temían. En ningún momento se han puesto en contacto conmigo para preguntarme cómo estoy o qué necesito, en los pocos intentos de comunicación me han infantilizado y dicho que estoy siendo manipulada, relato que les permite victimizarse. Aún me cuesta entender tanta distorsión de la realidad y poca empatía.

Con el correr del tiempo, otras personas del grupo decidieron no participar del proceso, por muchos y distintos motivos: algunes no se sentían con la capacidad emocional para los encuentros, otres manifestaron no acordar con cómo estábamos haciendo las cosas, se fueron sin dar explicaciones o participaron solo durante unos meses.

Actualmente somos seis personas, que preferimos reconocernos como colectivo antes que como familia. Nos juntamos periódicamente por videollamada grupal (Yo vivo en México, mi hermana en Barcelona y los demás se encuentran en Chile) y trabajamos en este proceso que una vez abierto no tiene perspectiva de cerrarse. Cuando empiezas a hablar de violencia, es como sacar basura de un desagüe, sigue saliendo y parece interminable. Lo interesante es que no solo pudimos hablar del abuso que yo viví, si no de todo lo que nos parece que fue autoritario, violento y urgente de transformar en cómo crecimos. La configuración de nuestras relaciones ha cambiado, las jerarquías por edad se han trastocado, la manera de mirar lo que pasó, el poder decirnos cosas que nunca nos dijimos. Hay personas de este grupo que crían niñes, mi hermana después de muchos años volvió a tener relación con mi papá a raíz de este proceso, hemos llorado juntes, he visto llorar más veces a mi papá de todo lo que lo vi en mi vida, hemos podido decir en voz alta lo que estuvo mal, lo que nos dañó, aunque reconocemos que en muchas cosas tenemos perspectivas diferentes.

No puede darme más asco la familia unida, que muchas veces tiene como pegamento un montón de silencios y violencias permitidas. Creo que mi idea de familia es una familia rota, hay pedazos de ella con la que no me interesa relacionarme nunca más y eso está bien. Tenemos la forma de nuestras cicatrices, intentos de sutura y heridas que con el tiempo secan pero siguen ahí. Hay un parentesco que siento con mis hermanos Felipe, Sebastián y Daniel, con mi hermana Lucía y con mi papá que no tiene que ver con la sangre, los apellidos y esas supuestas razones de valor. Creamos parentesco en el momento en que nos reconocemos parte de una historia vital común cargada de un montón de violencias estructurales que hay que transformar para que nuestras existencias y las de les niñes que nos rodeen sean más dignas, más justas, más posibles en todas sus diferencias.

Después de un año y medio de proceso, Ismael sigue sin reconocer y reparar lo que hizo. Tras muchas sesiones con un terapeuta que nosotres le conseguimos, se ha apropiado de un lenguaje más políticamente correcto, pero, de fondo, no ha hecho nada para reparar. Sigue señalando que no es un abusador, que permitió que sucedieran cosas, no bebe alcohol, no quiere suicidarse y permanece drogado con un cóctel de pastillas que le receta un psiquiatra. Es preocupante, pero sigue al cuidado de su hija. La vida de mi hermano aparentemente ha “mejorado” después de este proceso. Dice que le hace sentido el feminismo y no el hembrismo, y sigue esperando que el grupo le diga cómo reparar. Ante la petición de que reconociera públicamente lo sucedido, dijo que las familias tenían problemas que no se tenían que hacer públicos porque muchas veces eran involuntarios. Dijo que hacer públicos los problemas familiares podría ser injusto o incómodo para quienes no han decidido tener conocimiento de ellos. Para él el abuso es un “problema familiar”. Tengo 28 años, la edad que mi hermano tenía cuando abusó de mí, a diferencia de cuando tenía 14, lo que hago hoy con mi vida es mi completa voluntad.

Me enrabia su apropiación de palabras, costó años de movimientos feministas y transfeministas señalar lo que nos ocurría como violencia, fue el trabajo de muchas personas poder nombrar abuso, agresión, reparación para que sean usadas de manera tan impune. Los supuestos aliados, los supuestos deconstruidos, solo son capaces de usar nuestro lenguaje para no parecer incorrectos, porque tienen miedo de que se les cierren los espacios y perder poder. Muchos no quieren ni tienen la humildad de hacer algo más profundo que hablar y referirse diferente a las cosas. Soy una persona que ama demasiado las palabras como para que esta apropiación no me dé una profunda rabia.

Me sigo preguntando qué hacer con esa rabia y ese dolor. Con nuestras heridas que en el mejor de los casos podrán devenir en cicatrices. Algunes amigues me preguntan ¿te ha servido de algo este proceso? Siento que sí. Me cuesta mirar algo de lo que tengo tan poca referencia en términos de éxito o fracaso, incluso si lo viera así, la transformación positiva de los agresores nunca puede ser el único indicador de éxito. Los avances de nuestros movimientos no pueden medirse en nuestros agresores, a veces incluso hay reacción y más violencia de vuelta. Entonces ¿qué cosas sí han sucedido más allá de las expectativas? Este proceso ha sido una oportunidad de ver transformarse un terreno que como transfeminista había dado por muerto: la familia consanguínea. Ha sido dejar de cuidar a todo el mundo y permitir que por un rato me cuiden, aunque me sigue costando. Ha sido dejar de sostener sola algo que creo que curvó mi eje, mi espalda, mi propia estructura. Lo que viví es imborrable, es como mi escoliosis. No es justo pero la voy a tener siempre y tengo que aprender como vivir con eso. He aprendido a moverme escuchando mi dolor, sintiendo lo que no puedo hacer pero sobre todo aprendiendo cómo moverme, bailar, hacer teatro sin que la escoliosis me limite, y para eso, no puedo ignorar que está ahí.

Decidí escribir este texto porque a diferencia de mi hermano, yo sí quiero que los problemas familiares se hagan públicos. Quiero que empecemos a hablar de esos primos, tíos, abuelos, padres, de esas personas de nuestras familias hacia las que sentimos afecto y ejercen violencia. Porque tenemos que tener la habilidad para responder ante estos silencios que se rompen, porque tenemos que generar las condiciones primero para que podamos hablar. Si yo hubiera crecido escuchando a mi mamá hablando de sus historias de abuso, quizás habría sabido nombrar lo que me estaba pasando. Quiero que se considere a les niñes como sujetos de derecho, como personas que pueden entender la realidad desde sus posibilidades, que a les adolescentes no les digan que todo lo que les pasa es una etapa. Que las personas adultas no opinemos de sus cuerpos y tengamos la humildad de escuchar y proteger. Quiero que mi hermano no siga estando al cuidado de su hija, que no siga trabajando con niñes, adolescentes y dirigiendo grupos de personas en las distintas productoras de publicidad donde lo contratan, porque es una persona violenta, manipuladora y abusiva que fácilmente puede seguir dañando a otres. Quiero que las personas que vivimos violencia no tengamos que ser las únicas encargadas de soportar las consecuencias del daño. Quiero que los varones que gozan los privilegios de este sistema renuncien, se callen, trabajen y no se sienten a esperar cómodamente que les digamos qué hacer. Quiero que nos pongamos en el lugar incómodo de no tener idea cómo, de intentar vías más complejas y transformadoras que el castigo. Quiero mostrar cómo el develamiento de un abuso es algo mucho más complejo que el momento en que tú lo escuchas, son años de un trabajo muy personal y por lo mismo es un tiempo que las instituciones son incapaces de contemplar en sus plazos normalizantes.

Hoy escribo porque mi manera de sobrevivir ha sido la escritura y también para que sepas que si viviste algo así, no tienes el deber de hacer nada. Transitarlo y seguir llevando tu vida es muchísimo. Escribo porque Ismael, P.V.K. y C.A.S. siguen mintiendo, ejerciendo violencia y señalando que este proceso, una de las cosas más empoderantes que he podido hacer con esta parte de mi historia, es algo contra ellxs y que yo no elijo. Escribo para que un día mis sobrinas lean esto y sepan la verdad. Escribo porque quiero volver este texto una cicatriz visible, un tatuaje que me recuerde por qué lucho. Escribo para agradecer a todas las personas que han estado conmigo en este proceso*. Escribo porque es la forma más sincera que encuentro de estar en el mundo y porque es una bomba más al silencio que construí como habitación dentro de mí, una habitación enorme en la que viví y que hoy no le sirve de refugio a nadie. Escribo porque quiero que alguien más se haga las preguntas que me estoy y nos estamos haciendo ¿Cómo construimos vías anti punitivas que no dejen sin responsabilidad a los agresores? ¿Cómo en estos procesos le damos espacio a nuestra rabia, a nuestra angustia, a nuestros dolores? ¿Cómo trasladamos la violencia sexual del cuerpo de la víctima y la demonización del victimario a la responsabilidad comunitaria? ¿Cómo generamos y mantenemos prácticas de cuidado y apoyo emocional en torno a la persona sobreviviente, así como en torno a quienes participan del «primer círculo» en el proceso de reparación?¿Cómo hacer para que la persona sobreviviente sea el centro del proceso de reparación, sin revictimizarla ni sobrecargarla con las consecuencias del mismo proceso? ¿A quién estás protegiendo con tu silencio? A mí me tomó 12 años entender que, como dijo Audre Lorde, “nuestro trabajo es ahora más importante que nuestro silencio”.

Nota de la editora: este texto fue publicado inicialmente en un blog el 12 de enero de 2022. La autora pedía que se difundiera y republicara.

Fuente: www.pikaramagazine.com

6 Comentarios

  1. Es como leer mi propia historia…con algunos detalles que no coinciden pero con ese sabor amargo de no poder sanar tanto dolor que tengo!

    • S.L.I -

    • febrero 27, 2023 a las 04:20 am

    Sufrí abusos de mi hermano que es mayor que yo 4 años desde los 8 años aproximadamente hasta que tuve la capacidad de darme cuenta de que eso no era correcto y le pare los pies a pesar de sus burlas hacia mí porque me gustaba un chico del colegio, y eso fue lo que me ayudó a darme cuenta de que no tenía que permitir que eso siguiera pasando, yo tendría unos 12 años o así.
    Me da asco y es repugnante recordar que me tocará y que me chantajeara cuando le pedía que jugaramos a la baraja y me decía que si no me acostaba con él no jugaría conmigo.
    Mis padres se iban y nos dejaban encerrados en la casa para que no saliéramos a la calle mientras no estaban. Llevo años callandome esto y sin poder contarselo a nadie, ni a mí psiquiatra ni a mi psicólogo, tengo depresión desde los 28 años y tengo 55, y lo máximo que he podido decir es que abusaron de mi de niña al psiquiatra y psicólogo, pero sin dar ningún detalle, porque me avergüenza tener que contar lo que para mí es vergonzoso recordar.
    Llevo noches sin dormir porque mi hija de 20 años está viviendo en casa de él con su familia, porque según ella no podemos vivir juntas porque no es capaz de colaborar en las tareas de la casa conmigo y con mis otros dos hijos de 16 y 28 años, cuando ellos sí colaboran e incluso cuando yo estoy mal se responsabilizan de todo lo que yo no soy capaz de hacer porque vivo con ansiedad y bloqueos mentales que no me permiten llevar una vida normal.
    Cuando vino a llevarse a mi hija de mi casa me maltrató física y emocionalmente, me dió una crisis de ansiedad porque me llamaba mentirosa, cuando me defendía de las mentiras que mi hija les había contado para poder irse a su casa y llevar allí una vida de señorita sin tener que colaborar en las tareas domésticas. Son las 8:06 de la mañana y no he podido ni cerrar los ojos en toda la noche sólo de pensar en que cuando me trató ese día así, no me pude callar más y le dije delante de sus hijos que abusó de mí cuando era una niña, se lo conté a mi hermana que es mayor que yo 8 años, y no se ha molestado en querer hablar conmigo para preguntarme si lo que le he dicho es verdad, porque según ella estoy peor que una cabra y por eso he dicho esas cosas, debido a que estoy muy mal y me lo he inventado todo. Por fin me siento con fuerzas para poder contarle a mi psicologo todo lo que he pasado desde mi niñez, y estoy escribiendo ésto aquí porque necesito hablarlo con alguien y nadie me cree, pero segun mi familia todos me quieren y solo quieren ayudarme a que esté bien, y no saben que los únicos que estamos diciendo la verdad somos mis dos hijos y yo, pero según ellos está a mal emocionalmente los 3, porque mi hija se ha inventado muchas mentiras acerca de nosotros, y han preferido creerla a ella antes que preguntarme a mí si es verdad todo lo que les ha dicho, uno quieren creer nada de lo que les digo.
    Es muy triste que te traten de loca cuando lo único que quiero es que se sepa la verdad sobre mí, y que tú propia familia no quiera creerte, pero gracias a Dios tengo dos hijos maravillosos que miran por mi bien, y yo igual los quiero mucho a ellos, más que a mi vida, y eso para mí es mu verdadera familia, los demás dejaron de serlo cuando me juzgaron sin mi derecho a defenderme.
    Muchas gracias a quien me haya leído, si es que alguien me lee, pero igualmente a mí me ha servido de terapia poder escribir mis vivencias en este sitio, al menos sé que no estoy mintiendo y mi conciencia está tranquila por ello.

    • khjim -

    • marzo 24, 2023 a las 12:23 pm

    A todas las chicas que han escrito les doy las gracias porque me han recordado el porqué sentía este coraje dentro y que pueden pasar años y puedes no sacarlo.
    Mi corazón duele al saber que personas no les han creído y sus abusadores siguen encerrados en su machismo y lo siento mucho por lo que eso les ha hecho pasar a ustedes.
    Yo tengo 22 años y viví abuso sexual por mí hermano a mis 15, ya ni siquiera recuerdo muy bien cuándo fue.
    El primero abuso fue en un camión en camino a una festividad religiosa de mi familia. Desperté y el tipo estaba fingiendo que yo le daba sexo oral mientras yo dormía. El choque de eso fue tan grande que no pude hacer nada, ni siquiera recuerdo cómo acabó. Y el que lo hiciera en frente de tanta gente sin que nadie se diera cuenta me enclaustró en una idea de que nadie me ayudaría.
    El segundo fue mientras hacía tarea y le pedí ayuda. Comenzó a meterme los dedos en la vagina y tuve que fingir que me gustaba porque algo en mi cabeza me decía que debía fingir o él se sentiría mal. Nuevamente, que fuera en casa mientras todos dormían me llenó de miedo.
    La tercera vez fue cuando estaba en mi cuarto y llegó a restregarme su asqueroso pene en mí y no pude hacer nada, solo pensé que pronto mi otro hermano llegaría de su viaje y me salvaría.
    Así pasaron cosas, a veces yo veía cómo masajeaba a mi mamá y ella lo veía normal pero él no lo hacía así, era un enfermo que se drogaba. Soberbio y egoísta.
    Un día decidí contarlo porque me dijeron que Dios escucharía todo lo que pidiera y yo pedí que eso parara. Mi familia me creyó y lo sacaron de la casa, después de un año le dieron todo lo económico, lo dejaron vivir en mi casa con su novia y vivir su vida como él la vivía mientras a mí me llamaban puta por querer usar jeans; porque la religión lo prohibía.
    Me salí de la religión, mi padre dejó de darme dinero y me alejé de todos. Tiempo después pasaron varios eventos y mi familia empezó un proceso y actualmente vivo con mis dos hermanos.
    Por un tiempo creí que había perdonado y sanado pero no es así, sigo teniendo tanto coraje dentro de mí y hasta cierto punto de mi familia. Nunca recibí un disculpa de él y sigue diciendo que yo quería también cuando lo único que sentía era asco y miedo.
    Para el proceso psicológico que llevo ya entiendo que no fue culpa mía pero a veces no sé cómo llevar el coraje de que yo no hice nada para causarlo y ahora debo hacer todo para remediar las consecuencias.
    Mi vida sexual ha sido un desastre y ni se hable de mi vida sentimental y ahora qué estoy tan enojada ni siquiera sé qué hacer, porque yo no debía vivir eso, no era mi culpa.
    Pero las leo y eso me da mucha fuerza y entiendo que este proceso durará muchos años pero tengo la esperanza de que algún día veré el fin y que ya nadie me volverá a tocar.

      • Sonia luna -

      • agosto 8, 2023 a las 23:35 pm

      Hola. Gracias leer todo esto, me hizo sentir acompañada. Saber que saben el sufrimiento que el abuso sexual intrafamiliar y el dolor tan desgarrador que es el silencio. Rompí el silencio desde octubre aprox de 22 tengo 41 años viví casi toda mi vida guardando esto dentro de mi. Por fin salí de esa jaula que estuve encerrada x más de 33 años. Esa jaula que no me deja hablar’ dormir tuve insomnio toda mi vida. Y ahora pude descubrir la causa. No quería dormirme x miedo y tb de dormirme y soñar hablar en sueño y que alguien escuche. No quería que nadie sepa tenía unos 7 mi hermano mayor tenía unos 13 cdo abuso de mi. No sé cuantas veces fueron, pero se que fueron varias veces. Tengo fragmentos de recuerdos. Recuerdo de un día luego otro luego otro lugar. También recursos que me pegaba mucho yo veía grande le tiene miedo. Realmente no se si el me amenazaba que no cuente. Pero creo que pegándome de la manera que lo hacía con tanta violencia me callaba. Tengo varios recuerdos que me tiraba de los pelos y me hacía dar la cabeza con una pileta, pared no había cerca’ me tiraba en el piso me pegaba trompadas y patadas. No recuerdo muy bien pero en una ocasión me saco un diente. Era malo muy malo. Cdo lo veía llegar de cualquier lado a cualquier hora pegaba. Y ahora entiendo que si no me dijo que me callara esa fue su manera de callarme. Puede hablar mi familia se destruyó se vino abajo. Y el a mi no me lo negó o no del todo. Pero a mis padres y hermanos si. A ellos le dijo que fue un juego de niños. Y no fue un juego de niños yo no jugaba así no sabía jugar así. Ahora estoy con tratamiento quiero estar bien x mis hijos tengo 2 y mi esposo. Que el es un sol mis hijos. Mi hija de 14 me hizo dar cta que me pasaron tantas cosas porque ya tenía que contarlo. Y dejar de cubrir a ese agreso. Si mujer y sus hijos le creyeron a él nunca escucharon mi parte solo trataron de hacerme quedar mal con mi familia. Bue una familia que son contados los que quedaron como familia los demás decidí cortar esas ramas de mi árbol. Y otras que están ahí. X ahora porque creo que solas se están cayendo. Solo le pido paz a mi señor del cielo paz para mi corazón y alma

  2. Hola

    Me entere q mi hija fue avisada cuando tenía 10 años por su primo hermano que crecieron muy juntos
    Sobre todo eran de 11 y 12 Años
    Por lo visto el menor hacía lo que le decía el primo mayor
    Y como mi hija era muy callada y obediente
    Le hicieron esto y ella nunca dijo nada
    Hasta un día
    A los 33 Anos de edad nos contó
    La anisaron el primo por parte familiar de la madre y por pete familiar del padre (18 Anos el primo)
    La ira me embargaba al máximo
    Hasta ahora
    Los sujetos no han aceptado
    Y siempre quieren dar la apariencia que no fue así

    Uno es el hijo de mi hermana mayor
    Y ella es muy religiosa casi ciega por la religión
    Estoy segura que dirá
    Lo mismo que dijo un día
    “Ya pao hace tanto tiempo mya échalo al olvido “
    Y creo q eso me dolería mucho más
    Porque la dejaría de ver por siempre

    El otro hijo de 18 años es hijo de la hermana mayor de mi esposo
    Llamo a Mi hija
    Para decirle q imposible
    Que su hijo era un ejemplo
    Q posiblemente ella se estaba confundiendo

    Eso es la familia

    Prefiero no tener familia
    Amén

    • Francis -

    • julio 1, 2024 a las 16:04 pm

    Se que es tonto pero cuando tenia 6 o 7 años mi hermano mayor se metía a bañar conmigo pero hizo muchas cosas que me sigan afectando, el me obligaba a hacerlo de perrito y de pensar me da asco, tengo recuerdos muy vagos de aquel hecho, solo recuerdo que se lo conté a papá y me vio con su cara de enojo, su cara de enojo que jamás quito de encima el resto de mi vida, mi mama solo lo oculta y no quiere hablar de ello, dice que nunca paso y siempre termina ignorándome cuando me siento mal, ahora tengo 24 años y creo que estoy afectado por lo que paso, me tengo que bañar diario si no me da asco, me siento asqueado cuando hay mucha gente a mi alrededor, tengo que usar ropa limpia siempre, según la gente que me conoce dice que soy exagerado con la limpieza… mi hermano tuvo 2 hijas y me da mucho miedo que les haga algo, cuando se sientan en sus piernas o las carga, me recuerda cuando tocaba asi a mis primas y me da mucho miedo que haga algo asi con mis queridas sobrinas, me siento muy ansioso cuando estoy con el porque siento que me quiere hacer algo, me siento sucio y por mas que me bañe no se me quita ese olor que percibo, termine odiado por mis papás porque segun ellos yo soy el peor mentiroso de la familia y lo unico que quiero hacer es «destruir» los exitos de mi hermano pero si pasaron, nadie me creyo y nadie me quiso escuchar, por ahora no me a afectado en nada mas pero espero que esto acabe pronto

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