“Que el fútbol femenino sea una realidad”
La santarroseña Yasmín Roston entrena a la Primera División de General Paz Juniors en Córdoba.
Yasmín Roston tiene la energía aplanadora de esas pibas que reclaman por un mundo más equitativo, de esas pibas que ya no se callan ante las injusticias y que exigen que se cumplan los derechos y se atiendan las necesidades de las mujeres.
Yasmín es santarroseña pero se formó en la Universidad de Córdoba, donde se recibió de profesora de Educación Física. Actualmente se encuentra en cuarto año de la carrera de Kinesiología.
No se detiene, no descansa y sigue formándose sabiendo de la importancia del lugar que ocupa, donde asume la responsabilidad de hacer sentir su voz para lograr un definitivo cambio histórico en los procesos deportivos de las mujeres.
Su pasión, entre otras, es el fútbol y desde hace tres años trabaja en la Primera División de fútbol femenino del Club General Paz Juniors de Córdoba, donde además también es la “profe” de la sexta y la séptima división del fútbol de varones.
El fin de semana estuvo en el estadio Ramón Turnes, donde presenció el duelo entre All Boys y Deportivo Rivera. El Araucanito dialogó con ella sobre el presente del fútbol femenino, las necesidades, los cambios culturales y la fuerza que llegó a estos tiempos para remover las estructuras machistas.
– ¿Cómo es la organización del torneo de fútbol femenino en Córdoba?
– En torneo de la Liga Cordobesa de fútbol femenino es uno de los más competitivos de Argentina. Está constituido por una Liga “A” y una Liga “B” con aproximadamente 22 equipos. Hay otros equipos también pero actualmente se está atravesando un proceso de formación.
– ¿Cómo es ese proceso?
– Es un proceso muy grande en todos los sentidos. Desde la organización de un torneo para las mujeres. También está creciendo la presencia en los medios de comunicación, donde se le está dando visibilidad al fútbol femenino. Vamos por buen camino aunque falta un poco.
– ¿Las reglas son las mismas que en el fútbol masculino?
– Se juega de once jugadoras con dos tiempos de 35 minutos con las mismas reglas que el fútbol masculino. Hubo un tiempo donde se reclamaron los recursos materiales y burocráticos. Ahí surgió un debate y se le dio visibilidad e importancia. Algunos pedidos están buenos.
– Para que se den estos cambios culturales respecto del fútbol femenino tuvieron que salir a reclamar…
– La demanda del fútbol femenino es una realidad. Solamente falta que las personas que están en los lugares de toma de decisiones se acuerden y les den importancia a las mujeres deportistas y jugadoras de fútbol. A veces es frustrante ver en las condiciones en que juegan las jugadoras. Recién ahí, esperan hasta ese momento para hacer cambios. No se construyen antes o escuchan antes.
– El crecimiento se da día a día…
– La realidad es que hay un montón de profesoras que estamos poniendo el cuerpo y la pasión por el fútbol. Ya no somos las mujeres que vamos a la cancha o consumimos el fútbol de forma pasiva, asistencialista o de acompañamiento al hombre. Se consume el fútbol por el deseo, la pasión y porque nos gusta. Nos gusta entenderlo, analizar las lógicas del juego. Estamos organizadas y luchando por lo que nos merecemos.
– ¿Hay diferencia en la planificación física entre pibes y pibas?
– La diferencia real existe por las oportunidades culturales que tuvo cada uno. Un niño a los cuatro años ingresa en un proceso deportivo en el cual siempre se renueva constantemente, mejora, siempre aprende porque el sistema está hecho para eso.
– ¿En las mujeres hay un vacío?
– Claro, en las mujeres la gran problemática que tenemos es que ellas ingresan a los cinco años a jugar al fútbol a un club, juegan con los niños pero a los diez años se termina el ciclo por la burocracia de los campeonatos, que no aceptan a las mujeres junto con los varones. Esas niñas se quedan sin sostén, sin estructura ni proceso deportivo. Se tienen que ir del club y ahí dejan de jugar.
– Se pierde la continuidad…
– Están diez años sin jugar y a los 20 o 25 años retoman el fútbol con amigos en algún campeonato de fútbol 7, fútbol 8 o fútbol 11. Esas jugadoras son las que llegan a la Primera División, futbolistas que no tuvieron un sistema que las contenga, que han dejado de jugar al fútbol. A mí llegan muchas pibas que me dicen “profe, yo nací para esto, no quiero hacer otro deporte porque a mí me gusta jugar al fútbol”. Llegan esas jugadoras que tienen aspectos tácticos y técnicos por mejorar porque no tuvieron el proceso que se merecen como toda niña deportista que ingresa a un club.
– Es decir que además de organizar torneos en Primera División o para mayores también hay que pensar en el proceso formativo…
– Claro, lo que nosotros vemos además es que se crea una especie de “romanticismo” sobre esa niña deportista única que juega con los hombres, que la rompe, los pasa por arriba. Ese romanticismo genera “confusión” porque la realidad es que no hay que perder de vista que esa niña en uno o dos años se quedará sin un sistema que la contenga.
– Deja de jugar o se tiene que ir…
– Exactamente, con todo lo que implica cambiar de club, de profesores o de compañeros. La otra opción es que tenga que elegir otro deporte. Por eso está bien lo del “romanticismo” pero también se puede pensar que eso puede ser un puntapié para comenzar a que el fútbol femenino sea una realidad, que crezca.
– ¿Qué es lo que faltaría?
– Que aquellos lugares donde se toman decisiones, donde son casi todos hombres, empiecen a cambiar la cabeza. Ellos o no entienden o no miran a las niñas como deportistas que tienen las mismas necesidades y derechos que un niño. Ellos, por estar a cargo de una institución, tienen la responsabilidad moral de generar una estructura que contenga a las niñas como una función propia del club.
– ¿Es una decisión que incide en el crecimiento de las niñas?
– Imaginate que una niña que comienza a los cinco años a los diez tiene que dejar… Es patológico para esa niña no poder hacer lo que le gusta en lo que tiene que ver con lo social, lo motriz y el desarrollo cognitivo.
Fuente: El Diario de La Pampa