
Femicidio en La Pampa
Por Andrés Borrello*
En el mediodía del día 25 de junio una noticia repercutió en la población de General Pico, y rápidamente se hizo eco en gran parte de la provincia y el país. Un nuevo femicidio.

Enzo “tico” Gauna asesinó con un arma blanca a Valeria C., en la vivienda donde, aparentemente, convivían junto a los tres hijos menores de ella, quienes presenciaron el hecho.
El femicida, oriundo de Catriló, develó el crimen a su familia luego de haberse trasladado a esa localidad por sus propios medios. Allí fue detenido por la policía de esa ciudad.
De ninguna manera pensamos que lo mejor es creer que hay alguna motivación extra o justificativos banales que esconden el cenit de la violencia machista: el punto central aquí es el control y la dominación que determinados hombres ejercen contra las mujeres. Eso es patriarcado, una relación asimétrica de poder.
En los últimos tres días varias noticias resonaron en mi cabeza en relación a este tema.
En primer lugar, un femicidio ocurrido en la localidad de Lincoln, provincia de Buenos Aires. Allí, Oscar Otero (61) asesinó a tiros a su expareja Mabel G. (63), en un baile de jubilados de esa localidad. Según narran algunas fuentes extraoficiales, Otero, que se encontraba en el baile, se habría trasladado en remis hasta la localidad de General Pintos, de donde es oriundo, a buscar el arma con el que le propiciaría los tiros. Luego, utilizó el revólver calibre 22 para efectuarse un disparo y morir horas más tarde en el hospital municipal.
Pero el caso sorprendió aún más cuando se dieron a conocer nuevos detalles del femicida. Otero ya había estado detenido y con una larga condena luego de cometer otro femicidio con una expareja, en esa ocasión en la zona de Melincué, según informa La Posta Diario.
En segundo lugar, una noticia del exterior. De acuerdo a lo que informa el Diario El País, de España, el día 24 de junio, Salvador Ramírez asesinó a su actual pareja, Ana Lucía S., de 45 años y con quien compartía cinco hijos. Pero lo aborrecible es que, en el año 2002, Amanda del Carmen C., de 22 años y tres hijos en común, había vivido una situación similar con el mismo hombre.
Luego de mucho tiempo de violencia física, verbal y psicológica, Amanda decidió poner fin a la situación y separarse. El resultado, una fractura de tráquea y la pérdida de conciencia de ella cuando él le anudó el cable de la plancha en el cuello. Inconsciente, el asesino la sumergió en una bañera llena de agua. 16 años después Ramírez asesinó a puñaladas a quien se atrevió a dejarlo, para luego incendiar el pequeño departamento que compartían y terminar también con su vida.
En los tres femicidios hay un denominador común, y es la violencia machista. Cuando pensamos en un asesino de mujeres debemos siempre tener en cuenta que, lo que se halla presente detrás de ese deseo de asesinar a una mujer, es la voluntad de controlar y disciplinarla.
La antropóloga argentina Rita Segato intenta explicar el origen de los femicidios y sostiene que suceden cuando la mujer se atreve a discutir el mandato patriarcal. Y la manera que encuentra la cultura patriarcal para reimplantar ese mandato de la masculinidad, cuando todas las demás formas de violencia fracasan, es el asesinato.
En síntesis, los crímenes contra las mujeres suceden cuando la mujer infringe, de acuerdo a la cultura patriarcal, sus dos leyes; la norma del control o posesión sobre el cuerpo femenino que tienen los hombres, y la norma de superioridad que estos quieren sostener. Entonces, cuando una mujer busca autonomía sobre sí misma y su cuerpo, o bien cuando disputa la posición sociocultural masculina, se activan, según Rita Segato, esta especie de dispositivos de control social que terminan en el femicidio.
Los casos que citamos vienen a cuenta porque, dos de ellos son femicidas recurrentes, es decir, volvieron a cometer crímenes contra las mujeres. Y el reciente asesinato de Valeria C. por Enzo Gauna nos hace pensar una y otra vez sobre el femicidio como problemática social que sufre exclusivamente la mujer, la mitad de la población mundial.
Recientemente, el Observatorio “Ahora que sí nos ven” anunció que, desde 2015 a este año se cometieron en nuestro país 1.193 femicidios, de acuerdo a la recopilación de información que hacen a partir de los distintos medios de comunicación. Pero la cifra real es superior. Apenas existen números que podemos llegar a considerar “oficiales”. En relación a América Latina, se estiman más de 3.000 femicidios por año, según la CEPAL.
Hay que preguntarse qué motiva a un hombre a cometer esos asesinatos contra las mujeres. Hay que pensar qué prevención realiza el Estado en la sociedad. O bien reflexionar sobre cómo se tratan estos temas con los asesinos de mujeres.
Debemos entender, a nuestro parecer, que el asesinato es el recurso al que acude el hombre cuando ya no puede controlar a la mujer que, según el femicida, es una posesión suya y puede hacer con ella lo que quiera. Pero, ¿por qué vuelve a matar?
La respuesta excede de momento este artículo, y quedará pendiente para otro momento. De momento, creemos que hay que desarmar ese pensamiento patriarcal, y reeducar a nuestros hijos e hijas en una nueva cultura. Los femicidas no salen de un repollo, sino que existe toda una cultura machista y patriarcal que los respalda. Viven entre nosotros y nosotras, y muchas veces en connivencia.
Si vos o alguien que conocés vive alguna situación de violencia, llamá gratis las 24 horas al 144.
*Escritor, docente