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Por María Falcó
y Dedicado especialmente a las periodistas “ocupadas” en las temáticas de género.

 
Fin de semana, que por cierto se hace largo con las recomendaciones médicas de hacer reposo. Tras varios intentos fallidos de quedarme quieta, me sumergí en la lectura de un libro que me regalaron y quería leer: “Fantasmas en el parque” de la extraordinaria y talentosa Maria Elena Walsh, que llego a mis manos con una bella dedicatoria que aun, férrea a mis convicciones, intento sostener.
Dice el diccionario: “salir del armario o salir del closet, es un modismo que aplicado a las personas significa declarar voluntaria y públicamente su homosexualidad. Funcionando como analogía de algo guardado o escondido, a la vez que grafica la sensación de encierro y oscuridad desde la que deben disimular o esconder su condición para no ser descubiertos y estigmatizados por un aspecto de su vida. Así, una vez revelada la situación, se dice de la nueva condición “estar fuera del armario”.
A puntillas de ser sincera nunca me gusto el termino, el ingles me es ajeno y el armario era el lugar elegido para jugar o buscar juegos y otras veces menos amigables el lugar elegido por mi abuela para esconderme de operativos militares, ahí si coincido en la sensación de encierro, ahogo y oscuridad.
“Paris no solo era la universidad de los jóvenes, sino la ruta a la libertad individual, a los amores extraídos del almario” dice Maria Elena en la pagina treinta y ocho de su libro. Intentando descifrar dialéctica, Almario, es un cambio gramatical que aparece, si, de la palabra armario, la “R” remplazada por la “L” en un gesto de generosidad que aun festejo, (arma/alma). Y si bien “alma” alude en muchos casos a tradiciones filosóficas y religiosas, dejo esta última al criterio de cada una, cada uno. Tal vez yo tampoco escape al sentido cuando elijo empoderarme y suscribir su contenido en “alma, es el principio vital de cada uno de los seres vivos gracias a la cual estos tienen una determinada identidad no explicable; por eso, a veces, pienso, que hay algunas con sustento y otras sin sustento”. Sin dudas, en lo personal, la resignificación de Maria Elena es plausible.
Como atada a la cola de un cometa, entre evocaciones fantasmales, chismes, relatos, olores y sentidos llegue a la página sesenta y seis, la recuerdo por el impactante relato y porque es el año en que nací. “Me acuerdo de cosas buenas, pero de las malas no te dije todas. Ya te conté que mi hermana de muy chica me usaba, también llego a abusarme, a manosearme para su exclusiva experimentación, porque era un mandato, no un juego compartido”
….
Dejo los puntos suspensivos para que quizás desde acá y desde allá tomemos algo de aire. Siempre me ha costado corear en coros unánimes estereotipados e incansables productores y reproductores de la cultura patriarcal, que aun, nosotras, las mujeres, también propagamos como ondas elásticas-mecánicas. Y en este último párrafo tal vez tenga un intento de trazar la defensa de muchas de nosotras, periodistas, abocadas al género, antes de respetuosamente condenarnos por no haber hecho visible en tantas notas, en tantos escritos a la salida de este libro, que la violencia, el abuso, no es inherente solo a un género y en eso todo lo que conlleva.
 
 
 
 
 

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