Hoy, en el Día de San Valentín, no podemos dejar de hablar de AMOR. Pero… ¿qué es el amor? El diccionario lo define como un sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser. Nada dice esta definición acerca de la posesión, la convivencia y el final feliz con “comieron perdices” incluidos, aunque crecimos con esta concepción del amor a lo largo de la historia.
Por María Inés Alvarado*
“El tiempo que pasaste con tu rosa es lo que la hizo tan importante” leímos alguna vez en la adolescencia, mientras mirábamos con ternura como el Principito se entristecía por haber abandonado su objeto de amor por salir a recorrer otros mundos. Nos enseñaron a amar bajo el mandato de la felicidad eterna atada a un/a otro/a que será por siempre nuestra otra mitad y sobre quien tendremos responsabilidad eterna de cuidar y proteger para que se quede a nuestro lado. Hoy sabemos que nada de esto tiene que ver con el AMOR.
El AMOR es una construcción cultural. No es lo mismo sentir y pensar el amor como sentimiento que tenemos hoy a como se pensaba en la Antigüedad. Tampoco es lo mismo el amor de pareja, que el que se puede sentir por las amistades, les hijos e hijas, les padres y madres. Pero… ¿por qué es necesario hablar hoy del amor? Porque en nombre del amor se naturalizan a diario situaciones de maltrato y violencia que nada tienen que ver con el amor.
Te puede interesar Amor romántico en tiempos de Feminicidio
Hoy, en el Día de San Valentín, patrono cristiano de “los enamorados” (y lo escribo en masculino genérico a propósito) la idea es replantearnos hoy el sentido del Amor Romántico. En la Antigua Grecia, por ejemplo, la sexualidad y las relaciones sexuales nada tenían que ver con el matrimonio, no era indispensable casarse para tener sexo. En la Edad Media, el matrimonio aseguraba una seguridad económica; el matrimonio y el placer eran asuntos separados. Luego vinieron la idea del amor por conveniencia (para garantizar la especie y resguardar el patrimonio) y, a partir del siglo XIX, la idea de que matrimonio, sexualidad y amor debían formar un combo perfecto para asegurar la felicidad, taladró a generaciones enteras bajo el mandato de que sin amor romántico no se podía ser feliz.
Quienes trabajamos ESI no estamos en contra del AMOR, estamos en contra de pensar que el amor romántico es la única manera de concebir las relaciones de pareja. Pero ¿por qué? Porque el amor romántico es la base de una institución social que plantea a la familia como único modelo de comportamiento que exige la entrega total y absoluta de una persona a otra; que obliga a depender a costas de la felicidad personal; que justifica todo -incluso la violencia o la ignorancia- en nombre del amor-; que idealiza a la otra persona y no ve sus defectos; que hace que dejemos de ser personas individuales para pasar a ser dos (o tres, o cuatro que actúan como unidad).
Deconstruir en las aulas los Mitos del Amor Romántico es una tarea indispensable para erradicar las violencias hacia las mujeres. No existe “la media naranja”, ni “el amor eterno”, ni la “exclusividad para toda la vida” y menos los “celos” como muestra de amor. Aceptar estos mitos tiene consecuencias negativas en la estabilidad emocional de las personas y, por ende, de las parejas.
Las personas somos seres individuales, que cambiamos con el tiempo y la madurez. Seres en constante movimiento que sentimos deseo y atracción hacia otras, más allá de los que imponen las reglas sociales. Hoy, en el día internacional del amor, hagamos culto al amor como sentimiento y no como manifestación cultural de las relaciones sociales.
(*) Docente, comunicadora. Co-directora de La ESI en juego.
Columnista de Diario Digital Femenino