Marcela Lagarde, una destacada antropóloga y feminista mexicana, aborda los temas de la soledad y la desolación en su obra desde una perspectiva de género. Analiza cómo la sociedad patriarcal afecta profundamente las experiencias de las mujeres, llevando a muchas a vivir en soledad y desolación. La autora argumenta que estas condiciones no son meramente personales, sino que están fuertemente influenciadas por estructuras sociales que marginan y oprimen a las mujeres.
Enfatiza que la soledad de las mujeres a menudo se relaciona con la falta de redes de apoyo y la ausencia de reconocimiento social y personal. Esta soledad puede llevar a la desolación, un estado más profundo de desesperanza y desconexión. A través de su análisis, Lagarde llama a la creación de espacios de apoyo y solidaridad entre mujeres, así como a la transformación de las estructuras sociales para combatir la opresión de género y promover una vida plena y digna para todas.
Nos han enseñado a tener miedo a la libertad; miedo a tomar decisiones, miedo a la soledad, puntualiza. El miedo a la soledad es un gran impedimento en la construcción de la autonomía, porque desde muy pequeñas y toda la vida se nos ha formado en el sentimiento de orfandad; porque se nos ha hecho profundamente dependientes de los demás y se nos ha hecho sentir que la soledad es negativa, alrededor de la cual hay toda clase de mitos. Esta construcción se refuerza con expresiones como las siguientes “¿Te vas a quedar solita?”, “¿Por qué tan solitas muchachas?”, hasta cuándo vamos muchas mujeres juntas.
La construcción de la relación entre los géneros tiene muchas implicaciones y una de ellas es que las mujeres no estamos hechas para estar solas de los hombres, sino que el sosiego de las mujeres depende de la presencia de los hombres, aun cuando sea como recuerdo.
Esa capacidad construida en las mujeres de crearnos fetiches, guardando recuerdos materiales de los hombres para no sentirnos solas, es parte de lo que tiene que desmontarse. Una clave para hacer este proceso es diferenciar entre soledad y desolación. Estar desoladas es el resultado de sentir una pérdida irreparable. Y en el caso de muchas mujeres, la desolación sobreviene cada vez que nos quedamos solas, cuando alguien no llegó, o cuando llegó más tarde. Podemos sentir la desolación a cada instante.
Otro componente de la desolación y que es parte de la cultura de género de las mujeres es la educación fantástica par la esperanza. A la desolación la acompaña la esperanza: la esperanza de encontrar a alguien que nos quite el sentimiento de desolación. (No somos sin el otro).
Lagarde propone que uno de los procesos más interesantes del pensamiento es hacer conexiones; conectar lo fragmentario y esto no es posible hacerlo si conexiones, redes no es en soledad.
Otra cosa que se hace en soledad y que funda la modernidad, es dudar. En soledad, podemos dudar (y ese maravilloso proceso es solo nuestro, nos construye)
Mirada como un estado del ser –la soledad ontológica– la soledad es un hecho presente en nuestra vida desde que nacemos. En el hecho de nacer hay un proceso de autonomía que, al mismo tiempo, de inmediato se constituye en un proceso de dependencia. Es posible comprender entonces, que la construcción de género en las mujeres anula algo que al nacer es parte del proceso de vivir.
Al crecer en dependencia, por ese proceso de orfandad que se construye en las mujeres, se nos crea una necesidad irremediable de apego a los otros.
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Lenny Cáceres @lennycaceres69
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