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Guillermina Cabral recibió en el último tiempo numerosos premios por sus trabajos y próximamente será parte de una publicación de la revista norteamericana Vogue. Mientras tanto, mantiene la tradición dando talleres.

Las manos de Guillermina Cabral encierran una sabiduría que viene transmitiéndose de generación en generación. Dice que aprendió la técnica del telar desde muy chica de su madre, y que esta a su vez la aprendió de su abuela.

Lana de ovejas de la zona, jarilla, piquillín y manzanilla son algunos de los elementos que utiliza para confeccionar sus tejidos.

Nacida en la Colonia Emilio Mitre, uno de los últimos refugios del Pueblo Ranquel en el territorio pampeano tras el despojo de sus tierras, desde muy joven se mudó a Victorica.

En su casa elabora distintos tipos de piezas, entre los que se destacan los ponchos. Estos últimos formaron parte de diferentes exposiciones en distintos puntos del país.

El año pasado fue homenajeada por el Senado de la Nación por ser la autora de uno de los 35 ponchos que posee la muestra “Poncho, Territorio y Cultura”, exhibida en el Museo Parlamentario.

En más de una ocasión fue distinguida en la de la Exposición y Feria de Artesanías Tradicionales Argentinas, de la Rural de Palermo. En la edición de este año obtuvo el primer premio.

Por si todo eso fuera poco, acaba de ser entrevistada por la revista Vogue, una de las publicaciones de moda más importantes a nivel mundial.

Sin embargo, todos estos reconocimientos no parecen hacer mella en la sencillez con la que Guillermina transita su rutina.

“Parece que te has vuelto famosa”, comenta el cronista de El Diario al comienzo de la entrevista. “Sí, parece que sí”, responde Guillermina entre risas.

Técnica ancestral

Para hacer sus tejidos usa el telar horizontal elevado, una técnica distintiva de la cultura ranquel. “El trabajo lo hago desde cero. Hago el hilado de la lana, después la retuerzo, la lavo, después hago el teñido”, explica.

Guillermina Cabral, la tejedora pampeana que aparecerá en Vogue
Guillermina Cabral, tejedora pampeana

“Yo hago los tejidos durante el día y después a la noche me pongo a hilar para tener material. El trabajo de hilado me lleva unas dos horas”, cuenta.

Sobre la materia prima que utiliza, revela que “la lana me la traen del campo, y a veces también del mercado artesanal”.

“Para teñirla uso varias cosas. Algunos colores los hago con anilina, pero después uso algunos yuyos para los colores verdes, o jarilla, alguna manzanilla para el amarillo, o el piquillín para darle un color marroncito”, agrega.

Todo este proceso hace que confeccionar un poncho le lleve entre uno y dos meses de trabajo.

En relación a sus creaciones, dice que “lo que más me gusta es hacer ponchos. Después hago de todo, matras, caminos, alguna bufanda, lo que me pidan”. “Los diseños los pienso en mi cabeza y van saliendo”, agrega.

“Tengo un hijo que me ayuda. Él sabe tejer los peleros y me ayuda a cortar los flecos para los ponchos”, dice a continuación.

Al ser consultada sobre sus comienzos en el oficio, asegura que “antes tejía afuera, todo con el frío. Tejía con unas heladas tremendas. Porque nosotros veníamos de muy abajito. Después pude tener un lugar para hacer las cosas adentro”.

“Mi mamá me enseñó, ella tejía todo el tiempo. Ella aprendió de mi abuela”, sostiene. Su mamá es Beneranda Cabral, otra reconocida tejedora de origen ranquel.

Como una forma de mantener viva la tradición, dos veces por semana, Guillermina ofrece talleres de telar a mujeres de Victorica en el centro cultural de la localidad.
Sobre estos talleres señala que “las chicas aprendieron a hilar y a teñir de cero. Son varias las que van, como quince. Ahora algunas que ya aprendieron a hilar, empezaron con el telar”.

Del oeste al Mundo

La calidad de sus trabajos y el estilo usado para crearlos llamaron la atención de la revista Vogue, la publicación norteamericana sobre moda que se edita en más de 20 países.

Hace unos días, un equipo periodístico llegó hasta Victorica para hacerle una nota. La misma será publicada en la edición aniversario del mes de octubre, en un número especial con mujeres artesanas latinoamericanas.

Las imágenes que ilustrarán esa nota estuvieron a cargo del reconocido fotógrafo Sebastián Arpesella, que también se llegó hasta la localidad del oeste provincial.

El trabajo de Arpesella se enfoca en el retrato, la publicidad, la moda, el cine y el teatro. Es autor de fotos a personalidades famosas del mundo de la moda, la música y el espectáculo.
“Fue una experiencia muy linda, les interesó sobre todo la técnica”, dice Guillermina con satisfacción.

Demanda

El reconocimiento a su labor también se refleja en pedidos de tejidos que llegan desde distintos puntos del país.

“He vendido a gente de Mendoza, Córdoba, Río Colorado (en Río Negro), Buenos Aires, Capital (Federal)”, comenta al respecto.

“Ahora estoy terminando uno que me encargó una señora de Santa Rosa y también tengo otros trabajos pendientes”, agrega.

Es que los pedidos son constantes. Apenas termina con una pieza, comienza a tejer otra. No hay día del año que no la encuentre dedicada a las prendas artesanales.

Tanto esfuerzo está lejos de representar una carga para ella, y se encarga de resaltar que ama lo que hace: “Me encanta. Estoy siempre tejiendo. Por ahí me pongo a hacer otra cosa de la casa, pero al telar no lo dejo”.
“Mientras pueda voy a seguir con esto, porque me encanta. El día que no pueda seguir, no sé qué voy a hacer”, dice sobre el final.

Guillermina se despide amablemente y vuelve a su telar, donde en silencio seguirá dándole forma a las coloridas tramas.
Quizás esa sea la imagen que tuvo en mente María Elena Walsh cuando escribió aquella canción que dice: “Me da ganas de llorar/ la paciencia pobrecita/ que echó al mundo tanto abrigo/ allá por las anilinas./ Hebra por hebra, día tras día./ Estirando en el telar/ secretos de abuela india, / la América de memoria/ el mujerío eterniza./ Nudo por nudo, día tras día”.

 

El Diario

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