
Feministas contra los permisos iguales.
Los permisos de nacimiento, acogida y adopción se han ampliado hasta llegar a las 16 semanas desde este 1 de enero, mientras que permanecen inmutables para las madres. La plataforma PETRA muestra su rechazo y pide más tiempo para poder “maternar en condiciones óptimas”.
Por Patricia Reguero Ríos
@Des_bordes
Ph de Portada David F. Sabadell
“¿Se puede igualar lo que no es igual?”. Es la pregunta que se hace la Asociación PETRA Maternidades Feministas, que se opone “frontalmente” a la nueva configuración de los permisos de nacimiento, acogida y adopción. Unos permisos que el 1 de enero completaron el ciclo iniciado en 2018 por el cual se convierten en iguales e intransferibles: a partir de 2021, pasan a ser de 16 semanas para cada uno de los dos progenitores.
De este modo, los permisos para el segundo progenitor pasan en pocos años de 2 a 16 semanas, mientras que el de maternidad permanece en las 16. La ministra de Igualdad, Irene Montero, celebraba en Twitter “un avance histórico y pionero indispensable para cerrar la brecha de género en los cuidados” que supone una de las apuestas más firmes del Ministerio de Igualdad, que enmarca la dotación presupuestaria de esta medida en un plan más amplio que incluye más presupuesto para la etapa de los 0 a los 3 años y el llamado Plan Corresponsables, un paquete de medidas para facilitar la conciliación.
Sin embargo, voces feministas consideran que hay poco que celebrar en los nuevos permisos. Porque, simplemente, no es lo mismo ser madre que ser padre, resume Ibone Olza, directora del Instituto Europeo de Salud Mental Perinatal y asesora de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en estos asuntos.
Para empezar, mientras se recomienda a las madres amamantar un mínimo de seis meses, se les da un permiso de tan solo cuatro, explica. Pero no es solo la lactancia. El embarazo, el parto, el posparto o el amamantamiento “son unas tareas biológicas enormes, y eso no está contemplado en estos permisos”, dice Olza, que cree que esta aproximación ignora los procesos biológicos de las madres.
Unos permisos sensibles a esta diferencia biológica, argumenta, contemplarían bajas ya en el embarazo, no solo por la salud de las mujeres sino también por la de las propias criaturas: “La mitad de de los partos prematuros son por estrés materno, y lo que más estrés genera es el tema laboral”, explica.
Con la configuración de estos permisos, “una madre pobre no tiene ninguna prestación por maternidad mientras que a un hombre de posición acomodada le damos 16 semanas”, apunta Ibone Olza, experta en salud perinatal
El enfoque de los permisos iguales, asegura, queda desmontado cuando se parte de lo que llama la “mirada perinatal”. Con esta configuración, se da la paradoja de que “una madre pobre no tiene ninguna prestación por maternidad mientras que a un hombre de posición acomodada le damos 16 semanas; no le veo la lógica”, zanja.
Y, sin atreverse a dar una fórmula mágica para unos permisos que considere más justos, Olza cree que “la clave es poner en el centro las necesidades del bebé y las necesidades de la madre, ya que ser madre y ser padre son dos cosas distintas”.
Contra la transferibilidad
La imposibilidad de transferir estos permisos, clave en la propuesta que ha salido adelante y que ha defendido la Plataforma por Permisos iguales e intransferibles por Nacimiento y Adopción (PPiiNA) —con una ya larga trayectoria en la lucha por estos permisos y crítica con la letra pequeña de la ley que los regula—, es uno de los motivos para la oposición de PETRA (cuyo nombre es un acrónimo de “permisos transferibles”). Según PETRA, 16 semanas son un tiempo muy escaso para posibilitar “una maternidad digna” en la que la madre y el bebé puedan establecer con tranquilidad un vínculo que es básico en la crianza humana. Tampoco facilita, como apunta también Olza, los seis meses de lactancia exclusiva que recomienda la Asociación Española de Pediatría y la OMS.
“Creemos que desde el feminismo se tiene que luchar por la ampliación de los derechos de las madres, por lo que nos sorprende que el feminismo luche por la ampliación de los derechos de los varones, cuando no ha habido una demanda”, dice Julia Cañero, activista de PETRA, que pide al menos un año de permiso para las madres y recuerda que las semanas para ellas llevan 30 años congeladas.
La asociación apunta que el criterio de la transferibilidad se aplica en la mayoría de los países europeos a las prestaciones y licencias parentales, y así es en los países que se suelen tomar como referencia en políticas de igualdad: los países nórdicos. Las licencias parentales remuneradas en Europa alcanzan en Suecia los 16 meses; en Noruega, Finlandia y Alemania, los 14 meses; en Dinamarca, los 12. En todos estos países, apuntan, la mayor parte de la licencia remunerada es transferible, de modo que las madres suecas pueden disponer, si así lo desean, de 13 meses remunerados para la crianza; las noruegas, finlandesas, danesas, alemanas, austriacas, eslovacas y checas, de 12 meses.
Aunque piden que los permisos sean transferibles, reconocen que la transferibilidad en unos permisos tan cortos es absurda. “Por eso lo primero que hay que plantear es permisos más amplios”, dice Cañero.
Julia Cañero (PETRA): “Lo que vemos es que los padres no cuidan gratis, solo cuidan cobrando; esto no es una verdadera corresponsabilidad”
Para PETRA, lo que hace la Ley 6/2019, reguladora de estos permisos, es otorgar a los varones españoles el privilegio de tener los permisos paternos intransferibles y remunerados al 100% más largos de Europa mientras que las madres españolas no ven ampliada su baja en un solo día. “Nos parece bien que los padres se impliquen, pero no se puede hacer un experimento con los bebés; los padres tienen toda la vida para ser corresponsables con la casa y con la crianza”, dice Cañero. Además, añade que las familias monomarentales quedan en una evidente desventaja, ya que los pequeños nacidos en estas familias tendrán la mitad del tiempo de cuidado exclusivo, como han señalado las asociaciones de familias de un solo progenitor.
Cañero apunta que PETRA pide ampliar los permisos tanto para padres como para madres —su propuesta básica es de 32 semanas, es decir, la cantidad de semanas actual pero sumando transferibilidad, y la óptima de 52, de las que en ambos casos 6 serían intransferibles para ambos progenitores y el resto transferibles— y recuerda que las excedencias no remuneradas han estado siempre a disposición de todas las personas trabajadoras, pero los hombres no se acogen a ellas.
De hecho, en 2019 las madres solicitaron 42.857 excedencias para cuidar y los hombres solo 5.320. Sin embargo, se supera ya el presupuesto y la dotación de recursos al permiso remunerado de los padres (117.775 permisos de nacimiento solicitados por hombres y 112.990 permisos por nacimiento solicitados por mujeres, según el INE). “Lo que vemos es que los padres no cuidan gratis, solo cuidan cobrando, esto no es una verdadera corresponsabilidad”, concluye Cañero.
Pagar a los hombres para que quieran cuidar
“Si preguntas a cualquier especialista en salud perinatal, lo que te va a decir es que lo que un bebé necesita en los primeros meses de vida es la proximidad de la madre; está bien que los padres tengan más tiempo para acompañar y apoyar durante la exterogestación, pero es más importante que las madres españolas dispongan de más tiempo de permiso remunerado”, explica Patricia Merino, autora de Maternidad, Igualdad y Fraternidad: Las madres como sujeto político en las sociedades poslaborales (Clave intelectual, 2017) y fundadora de la PETRA Maternidades Feministas.
Para Merino, “estos permisos no solo no son feministas, sino que son patriarcales porque dotan de aún más recursos y derechos a los varones, refuerzan el rol paterno y, además, ignoran la biología femenina y la maternidad como aportación social, y eso es lo que ha hecho toda la vida el patriarcado”. Merino hace otro apunte: no solo pierden de vista las necesidades de las madres y los recién nacidos, sino que tampoco cumplen con los objetivos que pretenden: terminar con la discriminación de las mujeres en el mundo laboral e implicar a los padres en la crianza.
“Un varón, si está concienciado no necesita estos permisos para tener una visión igualitaria de la pareja, y si no lo está, la crianza temprana de un bebé no es el mejor momento”, apunta Patricia Merino
El objetivo de acabar con la discriminación de las mujeres en el mundo laboral tampoco podrá alcanzarse con unos permisos iguales e instranferibles porque el principal problema de las mujeres es el propio mercado laboral, mantiene PETRA. La medida, argumentan, pierde toda eficacia desde el momento en que, ante la insuficiencia de los permisos, estas seguirán recurriendo a excedencias para criar o directamente desvinculándose del mercado laboral.
“Tenemos los empleos más precarizados, por lo que los hombres tienen mejores permisos por tener mejores salarios, es el problema de basar todo en el aspecto laboral”, dice Julia Cañero. Además, añade, “las mujeres seguimos quedándonos embarazadas, por lo que en ese tiempo seguiremos faltando nosotras”. “Lo que no puede ser es que se nos penalice a las mujeres para que el mercado laboral no nos penalice”, concluye.
El verdadero problema, dice Merino, es que “cuando por fin se asigna algo de presupuesto a un área —la protección social de la crianza— en la cual España está a la cola de la Unión Europea, esa partida vaya destinada a la reposición salarial de los varones”. “Después de este esfuerzo presupuestario, y en la actual situación económica española, aún más debilitada después del covid, es muy improbable que haya en los próximos años presupuesto para poder invertir en prolongar el permiso de las mujeres ni en otras prestaciones contra la pobreza infantil y la feminización de la pobreza como las prestaciones por hijo a cargo, que son universales, y que existen hace décadas en Europa”, zanja.
Para Olza, los permisos son “una estafa”. “El argumento de que para resolver la discriminación laboral hay que pagar a los hombre me parece erróneo”, dice la experta, que apunta también que existen muchas formas para que los hombres se impliquen en el cuidado sin usurpar el papel de las madre en los primeros meses y sugiere una configuración de los permisos que les de opciones para poder disfrutar de tiempo más adelante, por ejemplo para acompañar a los niños y niñas en sus periodos de adaptación escolar o para cuidarlos cuando están enfermos.
Cañero avanza que PETRA seguirá reclamando permisos más largos y visibilizar el papel diferenciado de las madres y la aportación social que supone. “No sabemos si las instituciones nos escucharán pero al menos queremos que la sociedad sea consciente de que no es una medida feminista”.
