Desde su implementación en el año 2006, la Educación Sexual Integral (ESI) en Argentina, se convirtió en una de las políticas educativas más valiosas y transformadoras de las últimas décadas. Su enfoque integral, basado en los derechos humanos, brinda herramientas para que las personas puedan vivir su sexualidad de manera informada, responsable y libre de violencias. Sin embargo, sin ningún tipo de evidencia concreta, los sectores antiderechos cada vez con más fuerza, vienen generando estrategias para frenar su implementación y cuestionar su legitimidad. De hecho, la semana pasada, la vicepresidenta en ejercicio, encabezó una jornada contra la ESI en el Senado, alegando que “Es corrupción de menores”. Ante estos embates, es fundamental recordar por qué la ESI no solo es un derecho sino también una necesidad para la construcción de una sociedad justa y libre de discriminación.
Por María Inés Alvarado*
para Diario Digital Femenino
La ESI, como su nombre lo indica, es fundamental porque no solo se limita a enseñar cuestiones vinculadas a la biología, como la fecundación y reproducción, sino que también promueve prácticas sexuales responsables. Desde sus cinco ejes de abordaje: cuidar el cuerpo y la salud, valorar la afectividad, respetar la diversidad, reconocer la perspectiva de género y garantizar nuestros derechos, abarca aspectos esenciales para la vida de todas las personas. Enseñar ESI no es fomentar prácticas inadecuadas ni imponer ideologías, sino otorgar herramientas para que cada persona pueda ejercer su libertad y sus derechos desde el consentimiento, el conocimiento y la construcción de relaciones saludables.
Tampoco se puede dejar de lado que la ESI es una ley. Aprobada hace 18 años, en octubre de 2006, el Senado aprueba la Ley 26.150 que crea el Programa Nacional de Educación Sexual Integral (ESI). Luego de un largo proceso que se inició en la Ciudad de Buenos Aires, en 2004 cuando la legislatura debatió un proyecto presentado por los entonces legisladores Diego Kravetz, Ana Maria Suppa y Florencia Polimeni, y sorteando las trabas de la Iglesia Católica y otros sectores fundamentalistas, se deja en claro la obligatoriedad de dictar ESI. Esto debe ser en todas las instituciones educativas del país, ya sean públicas o privadas, con contenidos adaptados a cada nivel y modalidad educativa, y aplicada de manera transversal, garantizando así que cada estudiante reciba información acorde a su desarrollo madurativo.
Ese ser transversal es lo que la caracteriza. Cada docente, desde su disciplina, debe aportar los conocimientos necesarios para que, atravesando los contenidos como una materia más, ayude a cada estudiante a identificar situaciones de abuso, aprenda a reconocer y valorar la diversidad sexuales e identidades de género, desarrolle una autoestima saludable y establezca relaciones de pareja basadas en el respeto y la equidad. Los sectores antiderechos que se oponen a la ESI han construido una retórica basada en la confusión y el miedo. Sostienen que la ESI “promueve la ideología de género” o que “incentiva prácticas sexuales inadecuadas” cuando en realidad se trata de ofrecer un enfoque respetuoso de la diversidad y la equidad. Al oponerse a la ESI, buscan perpetuar estereotipos y estructuras de poder que han demostrado ser perjudiciales, especialmente para mujeres y las, personas que conforman el colectivo LGBTIQ+. Basándose en la desinformación y con estrategias de comunicación sofisticadas, se valen de las redes sociales para crear una percepción de “peligro” o “amenaza” que está lejos de la realidad.
Frente a estos ataques, el rol de las familias, de docentes, y de la comunidad en general es clave. Es importante estar informados, desmitificar los discursos de odio, y hablar sobre la ESI como una herramienta de transformación social positiva. Como docentes, tenemos un papel fundamental en esta tarea. Hoy, más que nunca, debemos hacernos cargo de la obligación de defender la ESI como herramienta de prevención y como derecho humano fundamental.
(*) Docente, comunicadora. Co-directora de La ESI en juego.
Columnista de Diario Digital Femenino – De ESI Sí Se Habla
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