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El mediático “Wandagate” puso en el centro del debate discursos en torno a la fidelidad, los contratos matrimoniales y el lugar de las mujeres (y los varones) como sujetos deseantes. No es la idea de esta columna armar un discurso crítico alrededor de quien es la mala o la buena en este debate, pero si es un buen momento acercar estos mandatos a las aulas y debatirlos.

Por María Inés Alvarado*
para Diario Digital Femenino

Escucha este artículo en la voz de Marina Colado

Profe… ¿Vos sos Team China o Team Wanda? Me pregunta un grupo de estudiantes al entrar al aula. Y me quedo pensando… ¿por qué debemos posicionarnos en el lugar de mujeres rivales que se pelean por un “hombre”? ¿Qué hay detrás de este discurso mediático y que ideas construye la población adolescente en este tema? Ahí reacciono y pienso que la (in)fidelidad aparece en las aulas como un discurso a ser analizado

Los noviazgos suelen reproducir las formas de violencia, maltrato y abuso que se manifiestan dentro de la sociedad y los grupos de adolescentes reproducen este tipo de conductas entre ellos y ellas. A su vez, estos modelos de relaciones violentas, de maltrato y/o abusivas, coexisten socialmente con la idea del “amor romántico” como única forma de amor que conlleva, así mismo, la idea de pertenencia y posesión de una persona sobre otra.

A menudo, se escucha en las aulas expresiones tales como “Tu novio/a te hizo cornudo/a”; “me peleé con mi mejor amigo/a porque me robó a mi novio/a”; “ese flaco/a me robó al chico/a que me gusta”; etc. Aprovechar las frases que reproducen las figuras mediáticas acerca de este tema ayuda a de-construir las nociones de “amor”, “fidelidad”, “relaciones de pareja”, “estereotipos”, y así trabajar en las aulas los vínculos en las relaciones de noviazgo.

Esta tarea puede realizarse, por ejemplo, abriendo espacios de discusión y reflexión con jóvenes en los que puedan recuperar la palabra, revisar sus modelos de pareja y encontrar formas no violentas de vínculo y resolución de conflictos. A ello se puede agregar tareas destinadas a fortalecer la autoestima, la capacidad de decisión personal, la identificación de los deseos, expresión de sentimientos y a manejar las presiones grupales. Es importante que los grupos juveniles encuentren personas adultas que les muestren modelos diferentes de ser varón y ser mujer, más allá de lo que muestran las redes sociales.

“Y comieron perdices, y vivieron felices para siempre”… es el final rosa de los cuentos de hadas, el símbolo más representativo utilizado por siglos para explicarle a las mujeres que el único formato válido para desarrollar una vida feliz es de la mano de un único varón. Al igual que la figura del príncipe azul, es uno de los grandes mitos de los que se vale el patriarcado para ofrecer un modelo de conducta ideal alrededor del amor. Y, si encima hablamos de personajes famosos que cobran (y gastan) fortunas para ser felices, la idea del amor ideal cierra para siempre.

Coral Herrera Gómez, doctora en Humanidades y Comunicación, escritora y periodista madrileña, escribió en un artículo titulado La violencia de género y el amor romántico que “el romanticismo es el mecanismo cultural más potente para perpetuar el patriarcado”, por eso se hace cada vez más importante explicar a las generaciones venideras “que la lucha contra la violencia machista debe incluir la consolidación de otros modelos de relaciones”.

El discurso mediático de la (in)fidelidad ¿Qué pasa en las aulas?
El discurso mediático de la (in)fidelidad ¿Qué pasa en las aulas?

Los finales felices, no sólo presentes en los cuentos de hadas, también presentes en la mayor parte de las producciones cinematográficas de Hollywood, asegura que sus protagonistas, una vez vencidas las adversidades de quienes intentan separarlos, finalmente se casan, tienen hijitos, forman una familia y repiten el paradigma de la “normalidad”: casa, dinero, salud, por ende, poder para seguir manteniendo el status acorde al comportamiento esperado socialmente hablando.

Con el tiempo, la idea del “amor romántico” se convirtió en el arma utilizada por la cultura occidental y cristiana, -bah, el patriarcado-, para enseñarles a las mujeres que dentro del amor, (matrimonio feliz con o sin perdiz) todo está permitido. El ideal romántico va enseñando a las mujeres, desde niñas en la idea de las princesas aguardando el príncipe azul, hasta las más mujercitas, que siempre dependerán de un hombre que les libere de sus males y les acompañe en el camino de la vida.

De esta manera, se va normalizando y justificando determinadas acciones que lo único que logran es poner a la mujer en un plano de dependencia afectiva y vulnerable frente al otro que puede y debe tomar decisiones por ella. Ahí es donde entran las justificaciones a comportamientos abusivos y ofensivos.

Es urgente trabajar con los discursos sociales acerca de lo que significa el amor como construcción social y cultural, que la fidelidad como mandato no es más que un discurso impuesto por patrones económicos que solo regulan la propiedad privada, la dominación y el sometimiento, dejando de lado el acuerdo entre quienes forman una pareja.

El discurso mediático de la (in)fidelidad ¿Qué pasa en las aulas?
El discurso mediático de la (in)fidelidad ¿Qué pasa en las aulas?

Es urgente terminar con los mitos que reproducen las figuras de mujeres “que roban maridos” o “maridos que son tentados por malas mujeres”. Es hora de hablar de deseos, de libertades, de cuestionamientos y de satisfacciones personales. Ninguna persona es posesión de otra. Si desde la escuela se fomenta una actitud crítica frente a estas formas de relacionarse, analizando su origen y sus consecuencias, el por qué y cómo se presentan y de qué forma los afectan y atraviesan, puede ser una oportunidad para no repetir conductas nocivas.

(*)  Docente, comunicadora. Co-directora de La ESI en juego.
Columnista de Diario Digital Femenino

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