
La arroba, la e y la equis en lo cotidiano como propuesta de inclusividad al idioma español
Por Noor Jimenez Abraham *
En el contexto del debate sobre la despenalización del aborto y frente a la participación activa de adolescentes que se expresaron sobre el tema, despertó la atención el lenguaje con el que los y las jóvenes manifestaron sus ideas a través del uso de la letra e como forma inclusiva de expresión que desconoce el sesgo unilateral del masculino propio de las normas dictadas por la Real Academia Española.
A lo largo de la historia, el desarrollo de la humanidad ha ido cargando de significado a las palabras como herramientas por las que el mundo adquiere identidad, pero dicha incidencia se reconoce como negativa en los reclamos por las identidades de género, dado que mujeres, travestis y trans no encuentran su visibilización plena en expresiones que en el idioma español tienen al masculino como punto de partida del lenguaje en una representación hegemónica normalizada.
Tal como lo sintetiza la filóloga española Teresa Meana Suárez “la lengua constituye, como mínimo, el reflejo de la realidad, de la sociedad que la utiliza. Así como la sociedad es racista, clasista, heterosexista, la lengua también lo es”.
Cómo lo decimos
Algunos ejemplos se materializan en la idea de humanidad unida al concepto de varón a través de la palabra hombre, la utilización del masculino para indicar lo genérico o en el plural mixto. En el idioma inglés, por ejemplo, la tercera persona del plural –they- no hace alusiones en particular.
En la referencia a una mujer se hace la distinción entre señora y señorita, es decir, se deja establecido si es casada, situación civil que, en muchas circunstancias, se une a conceptos de madurez o de jerarquía. Estas condiciones no resultan importantes cuando se alude a un hombre, dado que en cualquier caso serán denominados señor.
Se suscitan inconvenientes al denominar a mujeres que ejercen puestos que anteriormente solo ocupaban varones, por lo que existe confusión entre decir la juez o la jueza, la ministro o la ministra, si bien en el pasado el acceso a estos cargos era solo masculino no es el caso en estos días, en los que, justamente, se brega por el acceso plural.
Según el diccionario inglés Cambridge International Dictionary of English, a veces “person” se utiliza en combinación con sustantivos para formar otros que refieran al trabajo u ocupación particular de alguien. Se usa a menudo en lugar de hombre o mujer para evitar una declaración innecesaria acerca del sexo de la persona determinada: spokeperson o chairperson o salesperson o townpeople o business people.
En lo que respecta a la terminología relacionada con religiones, se utiliza el masculino para la referencia a dios. Sin embargo, los aztecas atribuían el origen de la humanidad a un solo principio, en el que yacía una doble naturaleza que se refería a un ser (él, ella o ello). En la actualidad, se están revisando las traducciones de libros sagrados dado que se estima que las versiones occidentales interpretaron de manera sesgada una esencia que originariamente era inclusiva.
Otro punto es la familiaridad en el trato con referencia a mujeres aun cuando solo se las conozca a través de sus funciones públicas, es el caso de la política, en donde se suele hablar de ellas por el nombre de pila –hecho que quita autoridad-, en cambio a los varones se los refiere por su apellido.
El agregado de la preposición “de” antepuesta al apellido del esposo en el caso de las mujeres casadas, sugiere propiedad por parte del varón. Al usar la palabra mujer para referirse a las esposas, se vincula estrechamente la condición biológica con la marital, la que lleva implícita, a su vez, la idea de posesión por parte de los varones.
La Real Academia
Cuando la Real Academia Española revisa los vocablos factibles de incorporación al diccionario –D.R.A.E.-, se propone examinar las prácticas populares que, por delante de veredictos formales, han intervenido sin esperar un reglamento previo, pues se responde a la necesidad de designar aquello que por nuevo ahora es importante de tener un nombre. Sin embargo, es renuente en la apertura hacia las transformaciones que indica la perspectiva de género y que se observa en las manifestaciones y la vida de la sociedad.
Las palabras en masculino no son universales dado que excluyen a las mujeres y a las personas travestis y trans, se consolida así el pensamiento androcéntrico por el que el varón es la medida de todo lo humano y se perpetúa la dominación. El desnivel lingüístico y semántico en el tratamiento de género indica que son cuestiones necesarias de modificar. Las denominaciones de la lengua son esenciales para la comprensión del mundo por lo que las palabras excluyentes o las no dichas se tornan argumentos funcionales para la asimetría.
Como sucede en las cuestiones sociales, es natural que la práctica se anticipe a la teoría, especialmente así ocurre con las lenguas vivas. La búsqueda de usos sin connotaciones sexistas puede resultar algo más complejo en un primer momento, pero existen alternativas a las prácticas no inclusivas que, por efecto reiterativo, se volverán naturales y necesarias como ha sucedido con otros aspectos del lenguaje a través de la historia.
Cuando se representa la existencia con el reflejo de las identidades de género los discursos aparecen completos, decir madre y padre no significa duplicar, porque la alusión remite a seres humanos distintos que, como sujetos narrativos, se construyen a través de la forma en que son identificados.
Todos y todas
Hasta el momento, se han buscado diversas formas para eliminar el uso sexista de las palabras, por ejemplo, la arroba -@- en lugar de la “a” y la “o” que indican el femenino y el masculino (amig@s); la equis –X- (señorXs) con el mismo fin pero que se considera inclusiva de todos los géneros desde el punto de vista del movimiento queer que incluye al colectivo LGBTI –lesbianas, gays, bisexuales, transgéneros, intersexuales-; otra posibilidad, es el uso de un término general (infancia en lugar de niños y niñas) –esta opción no siempre ofrece variedad de terminología-; o una barra después del adjetivo, sustantivo o artículo con la letra que indica el género (amigo/a) –se sugiere que no sea siempre el mismo el que se utilice en primer lugar. También se hace uso de la posibilidad de nombrar a cada género específicamente, sin que se considere que esto indica una duplicación, (todos y todas).
Entre las últimas propuestas se encuentra el uso de la letra “e” en la terminación de sustantivos y adjetivos como opción para salir del binarismo masculino-femenino la que, además, no sólo se manifiesta en lo escrito sino que logra imponerse en las manifestaciones orales.
Ya en los años 70 comenzaron los estudios sobre el lenguaje, los resultados indicaron que su configuración no ofrece iguales posibilidades sino que, por el contrario, es ambiguo y desigual, al tiempo que se determinó que las personas responden en forma estereotipada a la terminología genérica y que alterarla es una forma de modificar también la respuesta.
*Doctora en Ciencias de la Comunicación Social
@noor_j_abraham