Es sabido que no existen recetas, que, si bien podemos definir los tipos y las formas en que se ejerce la violencia contra las mujeres y diversidades, cada caso es particular y la situación de violencia se ejerce e impacta de diversas maneras.
Por Lenny Cáceres y Nadia Maribel Muñoz
Aun así, es necesario mencionar algunos aspectos para tener en cuenta. El primer paso es reconocer que existe violencia en el vínculo, que es unidireccional y sostenida en el tiempo. Que hay señales claras de cuándo comienza o de la estructura personal que nos lleva a repetir los modelos.
El segundo es saber que no existe un solo tipo de violencia. Los tipos y las formas en que se ejerce las encontrarás detalladas en la Ley Nacional N° 26.485. Existen también otras más sutiles y de difícil detección, como las que denominamos violencia silenciosa y luz de gas o gaslight, que no están especificadas en la ley y son muy similares a la violencia psicológica. También es necesario tener en cuenta la violencia vicaria, hay proyectos presentados para incorporarla a la ley mencionada.
Claro que, en un artículo periodístico, no vamos a poder explayarnos sobre las herramientas con las que podemos contar para salir de una relación violenta; realizaremos algunos aportes sobre aspectos para tener en cuenta y posibles medidas por tomar.
Debemos recordar que la violencia es una conducta aprendida, que se puede desaprender y hay que poner mucho esfuerzo para lograrlo, no siempre los varones que la ejercen están dispuestos a hacerlo y, en la mayoría de los casos, ni siquiera se reconocen como violentos, repitiendo la conducta una y otra vez, en cada relación.
En los inicios del vínculo sexo-afectivo, solemos recibir, muchas veces sin percibir, señales de que algo no está bien, incluso impactos en nuestro cuerpo o psiquis que nos cuesta tomar en cuenta. El violento suele ser muy seductor, amable, atento; sobre todo en público. Y parte de ese ejercicio de manipulación y sumisión es hacernos creer que, de alguna de sus acciones o todas, la culpa es nuestra.
Aunque parezca repetitivo, es necesario repasar el ciclo de la violencia, porque si tomamos en cuenta que por naturalización, historia de vida y semejanza de vínculos observados en su familia ni siquiera pueden reconocer que están en una relación violenta, necesitamos mencionarlo brevemente en cada ocasión que podamos, y, para quienes realizan asistencia o acompañamiento a mujeres en situación de violencia, comprender que volver con el agresor es inherente a la violencia.
Las señales o alertas por tener en cuenta
Cada vínculo se va construyendo con base en la comunicación, opiniones, acciones y reacciones. En las primeras etapas, aparecen señales que, en nombre del enamoramiento o amor romántico, vamos dejando pasar. Algunas son:
- Mencionar lo mal que la pasó en su relación anterior con la “violenta de mi ex”.
- Opinión negativa sobre nuestra vestimenta o maquillaje, o positiva que, al final, agrega un “pero…”. Mencionando, a continuación, a otras mujeres supuestamente mejor vestidas, maquilladas o excelencia en el corte o color de cabello.
- Control sobre nuestros medios de comunicación con el resto del mundo (redes digitales, grupos de amigas, espacios de activismo o militancia).
- Control sobre y pedido de acceso libre a nuestros dispositivos de comunicación (celulares, computadoras, tablets).
- Críticas o descalificaciones sobre nuestra familia o amistades.
- Manoseo o “caricias” agresivas. Incluso en sitios donde expone a la mujer.
- Exigencias sexuales, realizándolas de todas maneras sin importar el consentimiento.
- Diciendo sobre nuestro cuerpo, maternidad, número de hijos, control médico y salud sexual (no) reproductiva.
- Exaltación ante alguna situación o acción sin relevancia alguna, como, por ejemplo, saludar a un vecino o sonreír ante alguna persona a cargo de la atención al público de cualquier sitio.
- Enojo exagerado y destrucción de objetos por motivos diversos, uno de los más comunes son los recuerdos, cartas u objetos de relaciones anteriores.
- Control sobre las salidas, sitios y horarios. Incluso suelen pretender decidir con quién debemos salir y con quién no, y a dónde.
- Ponerte apodos o llamarte de maneras que te desagradan, sobre todo en público.
- Te cela dudando que puedas engañarlo o te compara con sus ex parejas.
- Chantajear emocionalmente, victimizándose.
- Ante cualquier situación que argumenta molestarle, amenaza con dejarte, o cosas peores.
Las formas de salir
¿Cómo salir? Hay que destacar que, si las personas en esa situación llegan a hacerse esta pregunta, ya han dado un paso de gigante.
El reconocimiento de que estamos atravesando una situación de violencia es una de las dificultades inherentes en el proceso de violencia de género. Y dificulta, enormemente, la toma posterior de decisiones que llevan a romper el ciclo y, por tanto, la relación de violencia.
Si somos conscientes de que la violencia sufrida tiene patrones determinados que dan lugar a fases con repetición cíclica, podemos identificar en qué punto nos encontramos. De esta forma, podemos prever, casi con seguridad, la siguiente fase. Por esta razón, debemos tener presente el Ciclo de la Violencia y que cada mujer y diversidad pueda conocer cómo funciona.
Por ello, es importante tomar conciencia de en qué punto contaremos con la seguridad suficiente para romper esa espiral. Existen múltiples ocasiones, y todas ellas son válidas para tomar la decisión de romper la situación de violencia (Jupsin, 2022).
Una de esas opciones para salir es poder hablar, comentárselo a alguna persona de confianza, preferentemente fuera del entorno de la pareja, que nos pueda guiar o acompañar a los lugares de asistencia o denuncia. En la web del Gobierno Nacional, Línea 144, existe un Mapa Centros de Atención para mujeres y LGBTI+ ; allí, figuran los recursos con los que contamos en cada provincia del país. Dato importante: busquen y agenden los datos que nos corresponden según el lugar de residencia antes de necesitarlos. Para los casos de emergencia, en cada provincia, hay un número de tres dígitos. En Buenos Aires y otros lugares del país, es el 911; en La Pampa, el 101.
El ciclo de la violencia
Fase de acumulación de tensión
Se caracteriza por una escalada gradual de la tensión, donde la hostilidad del agresor va en aumento sin motivo aparente para la víctima. Estos episodios se presentan, en un primer momento, como fenómenos aislados, en los que la mujer cree tener el control.
La tensión aumenta y se acumula. La persona en situación de violencia desarrolla estrategias de evitación del conflicto, como, por ejemplo: ocultar información sobre su vida social o fingir estar dormida cuando el agresor llega a casa.
Fase de agresión
A pesar de los intentos de evitar el conflicto, siempre aparece un detonante que descarga la violencia. Comienza con un nivel bajo de intensidad y, conforme el ciclo, cuantas más repeticiones, más aumenta la dureza de las agresiones.
Los tipos de agresiones que puede sufrir la mujer también cambian en función del número de veces que se repite el ciclo. Pasamos de una violencia verbal a nivel psicológico a violencia física, sexual, económica, etc. El orden es aleatorio.
Fase de luna de miel o reconciliación
En esta fase, el agresor puede mostrar síntomas de arrepentimiento, promete cambiar e, incluso, admite haberse equivocado, aunque no reconoce su culpa.
La mujer puede llegar a creer que lo que ha vivido es algo aislado que cambiará con el tiempo, justifica el comportamiento de su agresor.
Aparecen sentimientos de vergüenza o culpa por la consciencia de atravesar esa situación. Cuanto más aumenta el número de repeticiones, más corta se vuelve esta fase.
Valorar nuestra palabra
En cualquier caso, lo importante es conocer el valor de nuestra palabra. No estamos solas y son las redes de contención que tejemos las que nos ayudan a salir de una situación violenta. Probablemente debamos volver a empezar varias veces, pero cada vez lo haremos desde un escalón más arriba. Un paso más lejos de la violencia. Por supuesto, a nuestro propio ritmo, aunque sin perder el objetivo: nuestro bienestar.
Instagram Diario Digital Femenino