“Antes de que me violaran no había notado que era mujer, había estado muy ocupada siendo pobre y negra”
- agosto 24, 2020
- |
- POR Admin
- |
- 0 COMENTARIOS

“Antes de que me violaran no había notado que era mujer, había estado muy ocupada siendo pobre y negra”
Muchos testimonios muestran que en los últimos años nuestra subjetividad como feministas se está construyendo desde una perspectiva victimizada, que pide respuestas al derecho penal. En esta nota de opinión, Sabrina Cartabia Groba dice: las mujeres somos mucho más que víctimas, somos potencia y tenemos la capacidad de construir proyectos de poder desde nuestra agencia. Reflexiones para salir del laberinto circular de la victimización.
Por: SABRINA CARTABIA GROBA
Fotos: SOL AVENA
“Antes de que me violaran no había notado que era mujer, había estado muy ocupada siendo pobre y negra”. Con esa contundencia nos sorprende el episodio 7 de la primera temporada de la serie I may distroy you.
Muchas mujeres están entrando masivamente a la reflexión feminista a partir de repensar experiencias personales dolorosas. Se constituye una subjetividad como mujer feminista desde una perspectiva victimizada que exige respuestas al derecho penal. Tamar Pitch señala que el uso de la perspectiva y del lenguaje de la justicia penal es una estrategia para articular demandas y formalizar conflictos antes naturalizados. Entonces el activismo feminista deja la clave de la opresión para pensar sus acciones desde la victimización. Esto influye en la conciencia que tenemos de nosotras mismas. Nos construimos como sujetos despotenciados y necesitados de protección. Entonces la autodeterminación y la agencia pasan a un segundo plano mientras que asumir la identidad de víctima provoca un recorte cristalizado y rígido de lo que es una mujer feminista. Así es como se traduce una historia colectiva (la opresión) en una biografía individual (la victimización), pero lo personal es político y la pregunta es si se puede generar un proyecto de poder que transforme la realidad desde la individualidad victimizada.
Estamos acostumbradas a ser culpadas por las violencias que vivimos, entonces el canto de las sirenas policiales nos atrapa, susurrándonos al oído que las víctimas siempre son inocentes y que obtener condenas penales puede legitimar nuestro estatus frente a la sociedad. Pero toda asunción de una identidad tiene su lado B: en este caso es una trampa. Porque cuando nos arrojamos al sistema penal nos damos cuenta de que los procesos son en sí mismos revictimizantes porque nos retienen recortadas como víctimas durante mucho tiempo y en muchos casos permiten a los varones seguir ejerciendo violencia a través de los procesos donde las defensas siempre buscan desacreditar a quienes denuncian en términos personales escarbando en todos los detalles biográficos que sirvan para argumentar que esta víctima no fue nunca ni será una santa. Por otra parte, los datos señalan que el archivo y la prescripción es la salida más frecuente a los conflictos que se materializan en denuncias penales. El proceso penal sobre simplifica la realidad y deposita su presión sobre los individuos, no cambia a una sociedad ni previene delitos.
La energía y los recursos se licuan en tribunales y entre formularios policiales, donde después de varios años nos damos cuenta de que la respuesta que buscábamos, la solución a la violencia por razones de género no estaba ahí. El feminismo por momentos se pierde en ese laberinto. El mapa que estamos usando para salir de él solo nos lleva a atascarnos más en él. El derecho penal no nos muestra una salida, nos vuelve a dejar en el lugar del cual buscábamos salir: la víctima.
Por otra parte, las mujeres somos mucho más que víctimas, somos potencia y tenemos la capacidad de construir proyectos de poder desde nuestra agencia. Para salir del laberinto tenemos que generar nuevos recorridos que nos permitan dejar el la circularidad (víctima-victimario-castigo-judicialización-revictimización) para entrar en formas de pensamiento más amplias que retomen la idea de autodeterminación y enfrenten a la violencia antes que la victimización sea una realidad. Necesitamos herramientas para poder comprender que ser mujer no es solo una categoría de opresión, sino una posibilidad de despliegue de potencia. Llevar esto adelante requiere pensar nuestra militancia desde otro punto de vista. Por supuesto que la violencia como tecnología de disciplinamiento va a darse, pero nuestro objetivo tiene que ser tomar conciencia y compartir conciencia.
Cuando estamos en el mar podemos ver como una ola se forma y tomar decisiones para hacerle frente evitando que nos revuelque por el piso. Nadie nace sabiendo como pararse frente a una ola, lo vamos aprendiendo. Así funciona la autodefensa feminista, que está formada por un rango de acciones que van desde estar atenta al propio cuerpo y lo que sentimos, pasando por el uso de la voz y llega hasta la posibilidad de repeler un ataque usando la fuerza. Estar juntas es una estrategia de autodefensa también, la compañía de otras fortalece y permite generar masa crítica para exigir cambios culturales.
A diferencia de la protagonista de I may destroy you tuve la enorme suerte de darme cuenta de que era una mujer antes de que la violencia me azotara brutalmente para devolverme a la orilla social que me asignaron en base al género. El feminismo de hecho, apareció como un salvavidas y un abrazo para comprender la sociedad en la que vivo sin culparme ni victimizarme, finalmente eso es lo q quiere que seamos el patriarcado. Me resisto a meterme en ese lugar binario, elijo la potencia creativa para romper el dique de contención. ¡Vamos a nadar! ¿nos metemos al mar juntas?
Comparte esto:
- Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en LinkedIn (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en WhatsApp (Se abre en una ventana nueva)
- 0 COMENTARIOS
- |
- VER COMENTARIOS