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Prefacio
 Por Maximiliano Montenegro[1]

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“Locura y muerte”, reza el videograph de un canal de televisión, mientras periodistas comentan detalles de un femicidio. Allí mismo se discrimina, estigmatiza y perpetúa un lugar tan común como peligroso. ¿Por qué? ¿Cuál? No lo vemos, simplemente porque se trata de un concepto naturalizado, arraigado a nuestra forma de comunicar. Aprendemos de esa forma, con esos clichés y, probablemente sin buscarlo, causamos daño.
 En lugar de describir el impulso asesino de un agresor machista, decimos que la “locura” hizo que alguien mate. Pero no sólo escondemos el abuso extremo de poder de un hombre sobre una mujer, sino que también generamos un mensaje negativo sobre el colectivo de usuarios de los servicios de salud mental.
En las facultades de periodismo, y luego en las redacciones de diarios, radios o canales de televisión, no existe la formación para el correcto abordaje de cuestiones sobre la denominada discapacidad. Lo que tenemos es un aprendizaje y reproducción infinita de estructuras cargadas de prejuicios y desconocimiento.
 Así, este Manual se presenta como una herramienta indispensable para quienes trabajamos en los medios de comunicación, y tiene el objetivo primordial de comenzar a deconstruir un modo de transmitir, contar y decir que no respeta los Derechos Humanos de personas diagnosticadas con algún tipo de discapacidad.
Regularmente decimos o escribimos “discapacitado”, sin reflexionar que se trata de una persona que presenta una dificultad ante un entorno que le coloca barreras.
No es un enfermo. No es especial. No es anormal. No es un loco. No sufre, ni padece. No es un ciego. No es un lisiado. No es un mudo.
Es una persona a quien el medio en el que vive le impone desafíos relacionados a su déficit.
El correcto ejercicio de la responsabilidad social del periodismo en la construcción de un mundo con igualdad de derechos requiere de comunicadores capacitados.
 La actual discapacidad periodística genera mensajes que excluyen, segregan y fortalecen prejuicios.
 Que son sinónimos de angustia, tristeza y dolor para quienes son víctimas de nuestro “trabajo”.

 


[1] Periodista. Trabaja en Diario Popular y es integrante de la Red de Periodistas con Visión de Género en Argentina (RIPVGA). Es papá de Nahuel, adolescente diagnosticado con autismo
 

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