Ganamos. ¿Ganamos? Sí, ganamos la posibilidad de hacer y ser parte de la historia. Tenemos la Ley que garantiza el derecho al Aborto Legal Seguro y Gratuito, y despenaliza a mujeres y personas gestantes a tomar la decisión voluntaria de interrumpir un embarazo sin ser perseguidas, discriminadas y en la clandestinidad. Esta ley viene a completar una lista de derechos que fuimos adquiriendo en la lucha de las mujeres: el derecho al voto, a la filiación y a la patria potestad, al divorcio y al cupo femenino, a la procreación responsable, al parto respetado, a la protección integral contra todas las formas de violencia, al matrimonio igualitario y la identidad de género, a la paridad, a dar y recibir Educación Sexual Integral, a las leyes con nombre de mujeres que sentaron precedentes en luchas que nos competen como Micaela y Brisa, y este 2020 cierra con broche de oro un nuevo derecho conquistado.
Por: María Inés Alvarado*
Estamos haciendo historia. Somos parte de la imparable marea verde que, desde el 2003 no cesa de reclamar y ampliar derechos, arrasando con la cresta de su ola un montón de injusticias, de soberbias machistas, de prácticas patriarcales que nos han confinado a un lugar secundario, de cuidados y servicios, oculto detrás de varones que hacían, escribían y narraban la historia en masculino. Hoy somos protagonistas. El reclamo por el acceso al aborto legal, seguro y gratuito ha sido central en la agenda del movimiento de mujeres de nuestro país, cuando un grupo de ellas, agrupadas bajo el nombre de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto presentó un proyecto de Ley para despenalizar el aborto en 2007 y desplegó al aire como bandera el pañuelo verde que identifica nuestra lucha.
Fue una tarde intensa y apasionante. Horas escuchando las disertaciones de senadores y senadoras, algunas con las que concuerdo, otras no tanto, otras que preferiría silenciar. Pero no puedo contener la emoción que me produce este momento histórico que estoy viviendo junto a mi hija de 15 años y lloro. Lloro de emoción y alegría porque lo hicimos por ella, por ellas, por esas niñeces y adolescencias que se plantaron frente a las autoridades escolares porque les impedían el acceso a la ESI, que protestaron cuando les sugirieron que no era buena idea llevar un pañuelo verde atado a sus mochilas, que pegaron carteles en las paredes de las aulas y se pintaron mejillas y cabellos con glitter verde para tomar calles y veredas al grito de “Se va a caer”. Y no se va a caer. Lo estamos tirando.
No es el derecho a abortar lo que conseguimos hoy. Es el derecho a decidir lo que acabamos de conquistar las mujeres. El derecho a decidir sobre nuestros cuerpos, a decidir si queremos o no queremos maternar, a que nadie nos obligue a hacerlo, a salir de la clandestinidad por realizar una práctica desesperada que diversas situaciones personales, sociales y/o económicas llevan a efectuar. Es el derecho a hacer respetar nuestros cuerpos frente a las imposiciones que el patriarcado ha construido al colocarnos en el lugar sagrado de ser “madres” gestadoras cuyo único propósito de vida es incubar nuevas vidas y asegurar la preservación de la especie.
La historia de la humanidad no fue grata con los derechos hacia las mujeres. Hace apenas 80 años que podemos gozar de realizar actividades que nos fueron negadas solo por el hecho de ser mujeres, pero salimos a las calles, nos animamos, nos agrupamos, no tuvimos miedo y lo logramos. Juntas somos poderosas, movemos estructuras consolidadas por años y nuestra fuerza es capaz de moverlas y alcanzar lo que deseamos. Porque nos mueve el deseo, y eso es lo que hicimos: demostrar que el deseo es mas fuerte que el miedo.
Los derechos sexuales y reproductivos son derechos humanos que encuentran su fundamento en el derecho a la vida, a la integridad personal, a la igualdad y no discriminación, a la libertad, a la salud y a no sufrir tratos crueles, torturas ni violencias de ningún tipo. La Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) reconoce en los derechos reproductivos que los Estados deben asegurar en igualdad de condiciones, a hombres y mujeres, el derecho a decidir libre y responsablemente el número de hijos y el intervalo entre los nacimientos, asegurando el acceso a la información, la educación y los medios que les permitan ejercer estos derechos. Además, entendemos que el derecho a la salud implica la libertad de controlar la salud integral y a decidir sobre nuestros cuerpos, para lograr autonomía.
¿Podemos relajar porque alcanzamos la Ley que garantiza el aborto? No. Podemos festejar porque alcanzamos un nuevo derecho, pero jamás bajar los brazos porque las mujeres, no podemos ni debemos callarnos más. La marea verde no cesa, al contrario, tomamos las calles y seguiremos reclamando por nuestros derechos. Ponernos nuevas metas, seguir luchando por aquellas que nos precedieron y aseguraron nuestros derechos de hoy, para que hijas, nietas y las que vienen detrás tengan la vida con justicia y equidad que nuestras abuelas soñaron para nosotras.
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(*) Docente, comunicadora. Co-directora de La ESI en juego. Columnista de Diario Digital Femenino
Olga Liliana Reinoso -
Yo también estoy llorando.