imagen destacada

“A pesar de todo, les hicimos el encuentro”. Pasaron algunos días de la experiencia feminista más potente del mundo y todavía resuena ese canto en nuestras cuerpas. Es que fue realmente intenso lo que vivimos durante esos días de octubre en la ciudad de las diagonales con más de 200 mil compañeras y compañeres participando de los talleres, las actividades culturales y la gran marcha por las calles platenses. Nada será igual. Porque el camino hacia el movimiento feminista es un camino de ida, un camino hermoso, pero incómodo y tortuoso a la vez, un descubrimiento o una relevación que a veces duele pero también sana. Una transformación que nos enfrenta a contradicciones constantes, pero que nos ayuda a ser mejores personas.

Por Ana Espinoza

“Está bien discutir dentro del movimiento porque eso nos hace crecer”, dijo Vanesa y en esta edición del encuentro eso vibró en todos los espacios con el debate sobre el cambio de nombre. Si sigue llamándose “Encuentro Nacional de Mujeres” o si cambiamos a “Encuentro Plurinacional de mujeres, trans, travestis y no binaries”. Una discusión que comenzó el año pasado con la campaña Somos Plurinacional y que se volvió más fuerte en las calles de La Plata. En algunos grupos generó confusión, en otros enojo o posturas bien marcadas. 

El encuentro creció. Ya no es el mismo de hace diez o cinco años. La diversidad de miradas, edades, etnias, géneros, partidos políticos, clases sociales es notablemente visible. Los feminismos son diversos, democráticos y transversales, por eso mismo, resulta imposible pensar en la armonía permanente, hay conflictos, hay crisis y de esos momentos es necesario siempre evolucionar. En ese recorrido estamos. El año que viene la sede será San Luis, y algunes dicen que seguirá siendo el ENM, otres aseguran que será Plurinacional. Es cierto que “lo que no se nombra, no existe”, pero también es necesario cuidar lo que logramos construir, porque es nuestro espacio de libertad, es donde más seguras y acompañadas nos sentimos, donde estamos para nosotras o nosotres, donde a pesar de las discrepancias que se pueden suscitar, podemos sentir empatía porque sabemos que el patriarcado sigue siendo “un monstruo grande que pisa fuerte”.

Todo lo que vivimos fue indescriptible. Días de lluvia y frío intenso. Más de 90 talleres. Decenas de actividades paralelas. Una marcha inconmensurable en una ciudad acostumbrada a las manifestaciones callejeras y con una lucha histórica por los derechos humanos. Miles de mujeres tomando los espacios públicos. Momentos que sin duda quedarán en el recuerdo.

UNO. Los talleres son el corazón del encuentro. Durante esas horas que compartimos con compañeras desconocidas, de distintos lugares del país y el mundo, se tejen ideas, planteos, problemas, soluciones, propuestas, que luego se convierten en leyes, políticas públicas y reclamos en las calles, en los medios, en los juzgados, en las casas y en las escuelas. Esa es la fuerza del encuentro. La posibilidad de incidir en la agenda del país con una mirada de género. Tomar la voz, mirarnos, contar nuestras realidades, escuchar a la otra y al otre, compartir ideas, discernir, cuestionar, consensuar. En esa ronda, lo personal se vuelve político. Se construye desde lo colectivo a partir de temáticas que nos inquietan, nos incomodan y nos interpelan en nuestra cotidianidad y nuestras relaciones. 

Un camino de ida
Un camino de ida

DOS. Los talleres crecen cada año. A los tradicionales (violencia, aborto legal, ESI, mujeres originarias, y más) se van sumando otros. Uno de esos fue ecofeminismo, el cual merece una descripción aparte por la masividad en la convocatoria y los debates que se generaron. “Así como el patriarcado y el capitalismo dañan la naturaleza con este modelo extractivista, también lo hacen sobre nuestras cuerpas”, expresó una compañera. A su lado, otra muchacha tomó la palabra; contó la realidad del uso letal de los agrotóxicos en su pueblo y mencionó una investigación que indaga en el daño que provoca el glifosato sobre la actividad sexual: “Al macho le preocupa la producción de esperma, por eso propongo el eslogan: ‘El glifosato te la baja’”. Las risas que provocó ese comentario, fueron un alivio ante la sensación de preocupación que se sentía en el aula de la Facultad de Ciencias Astronómicas. Fueron casi diez horas de diálogo, entre sábado y domingo, planteando las preocupaciones en el consumo, la producción de los alimentos, la contaminación y la necesidad de construir un modelo más amigable para la salud de nuestro pueblo. Quizás el testimonio de una compañera de la Unión de Trabajadorxs de la Tierra (UTT) fue el más claro. “Están destruyendo la fertilidad de nuestros suelos. Así como te venden alimentos envenenados, luego te venden medicamentos”, dijo y aseguró: “estamos convencidas de que se puede cambiar el sistema. Necesitamos que la gente valore y consuma productos agroecológicos”. Las propuestas fueron variadas: una joven exigió que la temática ambiental sea una política de Estado, otra propuso transformaciones a nivel comunitario. Lo cierto es que la cuestión ambiental nos atraviesa y es urgente un cambio en la forma de relacionarnos con la naturaleza.

TRES. En el centro de la plaza San Martín y bajo un cielo despejado después de tanta lluvia, se encendió el fuego en nombre de las ancestras. Banderas y rostros de todos los colores; una multitud abrazó la asamblea Abya Yala que reafirmó la identidad Plurinacional de Mujeres y Disidencias del Encuentro. A lo largo de más de tres horas, se escucharon referentes de distintos pueblos originarios de la región, mujeres trans y travestis, afrodescendientes, campesinas y de sectores populares, enumeraron las luchas que nos unen: contra el capitalismo, el neoliberalismo, el extractivismo, el racismo, el colonialismo, el patriarcado y el machismo. “No somos esas indias brutas, no somos esas indias ignorantes, no somos esas indias para el folclore. Vinimos del pueblo Maya como cada pueblo originario que teje territorialidad, les podemos enseñar cómo se teje en los territorios, como se teje comunidad, como se teje la red de la vida que trasciende fronteras, ese es nuestro feminismo”, expresó Lolita Sánchez, activista indígena de Guatemala, y una de las oradoras de la asamblea que también tuvo presente a Lohana Berkins y Diana Sacayán. Uno de los momentos más emotivos fue un ritual a cargo de Sandra Morán quien al ritmo de su tambor nos regaló un poema para que “arranquemos el silencio, la vergüenza y la culpa de nuestra existencia”. Como un mantra, Sandra gritó “que se acabe el silencio”, y la multitud respondió: “que se acabe”.

Un camino de ida
Un camino de ida

CUATRO. Bajo la luna iluminando la ciudad, miles de mujeres nos abrazamos en la gran marcha del domingo por la tarde-noche. Fue la más grande en la historia de los encuentros. 500 mil almas caminamos las calles platenses durante casi seis horas. Durante todo el recorrido, las jóvenes y adolescentes fueron las protagonistas con sus colores, su frescura y sus cánticos. Una inmensa pancarta tejida a crochet con hilo verde, llevaba los nombres de las miles de víctimas de la violencia machista. La marea feminista volvió a gritar #NiUnaMenos; basta de femicidios, travesticidios y transfemicidios; aborto legal seguro y gratuito; trabajo y vida digna para todas y todes; libertad para decidir sobre nuestras cuerpas, libertad para caminar tranquilas por las calles, libertad para ser y amar. 

El 34 encuentro de La Plata cambió la historia de los encuentros por ser el más masivo, pero además por romper el paradigma del feminismo. Hace rato sabemos que no existe un solo feminismo. Son los feminismos. Cuerpos plurales y luchas diversas buscan su lugar, y exigen ser nombradas. Estamos en ese proceso de repensar nuestro movimiento, y seguramente, nada será igual después de este encuentro.

Un camino de ida
Un camino de ida

/// Mirá todas las fotos en https://www.facebook.com/LaCalacaRadio/

Dejar un Comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *