
Susana Guzner
para Diario Digital Femenino
Estando especialmente metafísica o especialmente aburrida, me doy a reflexionar sobre los variopintos motes que nos endilgan a las mujeres que amamos a otras mujeres que amamos, dispuesta a decidir cuál combina mejor con mi esencia, existencia y fondo de armario. Al instante me asalta primero una duda, y luego las demás por riguroso orden de aparición.
¿Sáficas? “Pan comido”, me digo. La denominación de origen fue un soplo poético de Baudelaire, allá por el siglo XIX, bautizando así a las devotas de Safo, la mítica poeta griega famosa por sus odas –y sus actos, infiero, porque no se divertiría tañendo solamente la lira-, ensalzando su elección erótico-afectiva, cómo no, sáfica. Nacida y vivida en la isla de Lesbos, el nexo etimológico es inmediato: lesbiana. Escarbo un poco más y constato que en casi todas las lenguas –como no podía ser menos–, la raíz de la palabra se mantiene. En alemán es lesbien o lesbisch; en francés, lesbienne; en griego, lesvia; en esperanto, lesbanino; en afrikáans, lesbies; en finlandés, lesbolanien; en hebreo, lesbit; en turco lezbiyenim ¡Peeeero! En tagalo nos llaman… tomboy ¡Me encanta, tomboy, yo toco el tomboy, déjame tocar tu tomboy, es tan melódico y elocuente!
¿Tú que eres? Una tomboy ¿Y eso qué es? ¡Ahh, adivina!
Que pase la siguiente. “Tortillera”, bastante más moderna. En su novela Maitreya, el escritor Severo Sarduy retomó la tradición cubana y aludió al homoerotismo de su protagonista, Iluminada, valiéndose de una parábola: la mulatona cocinaba tortillas fu-yong, un preparado oriental de gambas, champiñones, brotes y salsa de soja… sin huevos ¡Ah, pillina! Ilu rechazaba los huevos y se iluminaba con otros candiles. Encantadora la cubana y muy fructuosa mi investigación, por lo que me envalentono y retorno al pasado remoto en pos de las “bolleras”.
Dos siglos A.C. –minutos más, minutos menos- boyeras o bolleras eran las sacerdotisas que conducían carretas de bueyes para asistir a ceremonias exclusivamente femeninas en honor a la Diosa, primigenia deidad conocida de la Humanidad antes de ser vilmente destronada por el Patriarcado, quien haciendo gala de sus exquisitos modos y maneras y que perduran hasta nuestros días, la borraron en un santiamén de la memoria colectiva y colocaron en el puestazo a Dios, Alá, Yahvé y demás alias del dios o dioses machos.
Aquellos ritos denotaban un profundo conocimiento de la astronomía, al punto de que existe una Constelación del Boyero que representa a una sacerdotisa conduciendo sus carromatos. La llamaron Constelación de la Boyera, pero los astromachos se apresuraron a masculinizarla ¿No es indignante? ¡Deberíamos manifestarnos a bordo de floridas carretas reivindicando el lote de cielo que nos han robado!
Otra denominación al uso: “virago”. Según la benemérita RAE, “mujer varonil”. Vaya. También en la Italia antigua se definía así a la mujer que lucha como un hombre –esto ya tiene otro color, aunque las mujeres luchamos como mujeres- y para los ingleses es sinónimo de amazona. Mejor, mucho mejor… Machirrongas y machorras. El diccionario canta que machorra es una “hembra estéril”. Aquí no me asalta la duda sino que me ataca la risa. Una, porque eso de hembra incapaz de concebir sólo pudo ocurrírsele a un machorro, y, en segundo lugar, porque dándole la vuelta al panqueque semántico… ¿Un hombre estéril sería un cabronazo?
Más madera: tríbadas o fricatrices, del griego “tribein”, frotar o frotarse –muy propio, ten points-. Así fuimos conocidas antes de la poética irrupción de Baudelaire y sus divinas sáficas. Pero hay más, que somos muchas y muy citadas. Cookie – galleta o tortita-, y de ahí la amplia difusión del término torta. Sumo y sigo: bollos, dykes, machonas, tijeretas, invertidas, camioneras, butches, cambujas, femmes, marimachas, manfloras, entendidas, out o in closet… La lista es interminable.
Retorno de un brinco al presente indicativo de un futuro imperfecto y me doy de bruces con aquello de “rara” y “anormal” ¡Ah, esta sí que es para darle de comer aparte! Toda una vida soportando que me tachen de “rara” y yo venga que no, que amar a otra mujer es tan natural como el agüita de la fuente, los anales de psiquiatría nos han borrado de su casillero de “perversas” promocionándonos a “normales”, las leyes y la sociedad nos van asimilando como mujeres corrientes y molientes ¿Y debo ahora autodefinirme como “anormal”? Como que va ser que no.
Ante la duda consulto la última recopilación del tradicional colectivo LGBT ¡Wow, tempus fugit con frenesí y una que sale tan poco! Porque al día de hoy el elenco ha engrosado en progresión geométrica, aritmética, bimétrica, intermétrica, transmétrica o como sea políticamente correcto mentar a las matemáticas, y va por LGBTQIAP+, siendo “+” la sumatoria de intersexual, asexual, pansexual, demisexual y más que se van anexando a medida que leo.
Excelente noticia: la inicial de Lesbiana sigue ahí, nos es otorgada la gracia de existir, y, al contrario de las rondas del bolero, somos buenas, no hacemos daño, no damos pena ni acabamos por llorar, coño, qué alivio, aunque… ¡Vaya, si no es una calamidad es otra! Porque, de repente, una voz espectral me susurra por la cucaracha: “¿Estás segura de que eres mujer? ¿No será una ilusión óptica de esas que te inventas, una Fata Morgana que se te aparece por puro hábito desde que tu madre te parió”? ¡Por las diosas, las boyeras y las tríbadas, esta pirueta extravagante del destino sí que no me la esperaba! Estupefacta y bastante asustada, hago oídos sordos a la pérfida vocecilla. Demasiadas honduras para una tarde especialmente metafísica o especialmente aburrida. Calma. Inspira. Exhala ¡Ohh, mira aquella nube con forma de corderito, qué boniiita! Om, om y om. Ok. Ya pasó.
Y a todo esto… ¿En qué estaba yo antes de perderme por donde el diablo perdió el poncho? Ya: los motes. Vuelvo al asunto, indecisa: este me gusta bastante, aquel otro ni hablar, no es negociable. El de la izquierda es gracioso, pero el de la derecha demasiado insultante, el de acullá me ajusta de sisa… Y en esas estoy cuando, en un arrebato, me lanzo a cantar a tutta voce aquello de “Lesbianaaa/yo soy lesbianaaa/porque me gustaa/ y me da la ganaaa”, meneándome cual posesa al ritmo de un frenético tomboy, como no podía ser a menos.
Irene Uribe -
Decididamente Guzner me enamora. Le sigo los pasos desde su inolvidable La insensata geometría del amor, una novela hermosa y de altos vuelos literarios, de lejos de las mejores de argumento lésbico, y desde entonces he tenido la suerte de leer casi todo lo que ha publicado. Su última novela, Aquí pasa algo raro es un deleite por donde se la mire, y la muestra una vez más como una escritora de amplios recursos literarios, lingüísticos y humorísticos. La recomiendo con énfasis.
Esta “Tortita de manteca” es una reflexión plena de dobles sentidos, de esas que tiran dardos a diestra y siniestra envueltos en el fino celofán en una ironía que es marca de la casa. Gracias por publicarla, Diario femenino. Los medios tradicionales no le son nada propicios a esta gran escritora nuestra, ellos sabrán por qué.
PERLA PRIGOSHIN -
Coincido en un todo con tus dichos, Irene, y con tu permiso los hago míos.
Irene Uribe -
Decididamente Guzner me enamora. Le sigo los pasos desde su inolvidable La insensata geometría del amor, una novela hermosa y de alto vuelo literario, de lejos de las mejores de argumento lésbico, y desde entonces he tenido la suerte de leer casi todo lo que ha publicado. Su última novela, Aquí pasa algo raro, es un deleite por donde se la mire, y la muestra una vez más como una escritora de amplios recursos literarios, lingüísticos y humorísticos. La recomiendo con énfasis.
Esta “Tortita de manteca” es una reflexión plena de dobles sentidos, de esas que tiran dardos a diestra y siniestra envueltos en el fino celofán de un humor que es marca de la casa. Gracias por publicarla, Diario femenino. Los medios tradicionales no le son nada propicios a esta gran escritora nuestra, ellos sabrán por qué.
Alex Rothberg -
¡Pero cómo escribes, Susana Guzner, como escribes, chapeaux! Desde tus hermosas novelas (termino de leer Aquí pasa algo raro, una gozada imperdible) a tus textos sobre arte, feminismo, música, política o lo que se te tercie, tu literatura es culta y sobria a la par de lujosa, siempre sobrevolando la realidad casi tocarla, pero mostrándola como un diamante facetado. Esta Tortita de manteca en particular es un bombón a degustar sin prisas y con una sonrisa de principio a fin. ¡Ah, esos dobles sentidos, ese decir sin especificar pero que sin embargo se entiende a la perfección!
Gracias, gracias y gracias. 🙂