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Militando el amor

Aunque ya eran harto conocidos en el ambiente artístico porteño y nacional, Alejandro Vannelli y Ernesto Larresse tuvieron una gran exposición pública en el año 2010, en el que se aprobó la denominada Ley de Matrimonio Igualitario, que permitió casarse por civil a las parejas de mujeres o de hombres, otorgándoles los mismos derechos que ya tenían las conformadas por un hombre y una mujer.

Fueron días de interminables entrevistas explicando hasta el cansancio por qué los asistía el derecho de contraer matrimonio en iguales condiciones que las parejas heterosexuales. También de ardua militancia -en una lucha denodada contra la Iglesia- para convencer a diputadas y diputados y a senadores y senadoras sobre la importancia de votar a favor.
Ya alejados de aquellos frenéticos días, Alejandro y Ernesto recibieron a LA ARENA el domingo al mediodía en la casa de Silvia Bersanelli, la ex presidenta de la Comisión Nacional Asesora para la Integración de las personas con Discapacidad (Conadis), quien, aunque parezca increíble, no los conoció en un ámbito de militancia sino a través de amigos en común.

Las mil y una Nachas.

La historia de amor entre ambos nació en los convulsionados años setenta. «Yo manejaba la prensa y las relaciones públicas en el Teatro Estrella que eran cuatro salas que tenía Héctor Eduardo García, que ahora es Crónica. En una sala estaba Cipe Lincovsky, en otra Antonio Gasalla, en otra Tato Bores y en la más grande iba a estrenar Nacha Guevara que volvía del exilio con las ‘Mil y Una Nachas’. Yo trabajaba con el espectáculo de Antonio y el de Cipe. Estaba todo el tiempo ahí en la sala», recordó Alejandro.

-EL: El 29 de diciembre se estrenaban las Mil y Una Nachas. Yo estaba en ese elenco.
-AV: Yo fui a ver la función para prensa e invitados especiales, que fue el 29. Y el 30 de diciembre de 1975… Eso contalo vos.

-EL: Ese día estábamos preparando para salir a escena y a las 10 de la noche explotó una bomba, terrible. La Triple A. Fue una situación horrible, me quedó el zumbido en las orejas tres días. Murió un iluminador, de 23 años, que tuvo la desgracia de estar en el baño de caballeros. Después llegó una misiva de la Triple A diciendo que, si la señora Nacha no abandonaba el país en 48 horas, iban a dinamitar el complejo teatral.

La partida de la actriz nuevamente al exterior, obligó a García a reemplazarla: el elegido fue Gasalla, con «Gasalla for export».

-EL: Ahí nos conocimos, fines de enero de ese 1976. El vino a uno de los ensayos, porque estaba haciendo la prensa. Primero me cayó fatal, por eso el nombre del libro ‘Rechazo a primera vista’. Lo veía muy cheto, muy parado en otro lugar. La cosa es que llegó un día a un ensayo, ya no me cayó tan mal, nos pusimos a hablar. Como al mes tuvimos un ‘touch and go’, pero sin miras de que fuera a pasar nada, no me interesaba como plan de vida tener algo con este sujeto (risas).

-AV: A mí tampoco. El era del conurbano, cayó en la escuela pública (risas), de una familia de clase media bastante humilde; en cambio yo venía del Colegio Champagnat, del San Martín de Tours, vivo en Libertador y Salguero, en un piso, quintas, coches, familia de apellido…
-EL: Gorilones totales, diario La Nación…

-AV: Claro, mi familia sigue siendo gorila, no toda, pero bastante gorila.
-EL: Ni yo estaba en los proyectos de él, ni él estaba en mis proyectos. Pero en el mientras tanto pasó ese verano, vino el golpe de Estado de 1976, estrenamos la obra y él se fue a Europa, porque ya tenía el pasaje sacado.

Verano europeo.

Alejandro pasó dos meses en el viejo continente. «Volví tostado en pleno invierno, el 13 de junio a Buenos Aires. Y fui al teatro para verlos a todos, pelo largo, barba y bigote que usé muchos años. La cuestión que cuando termina la obra voy a los camarines, pero en lugar de ir al de Antonio voy al de él, que estaba con otros compañeros y se dieron vuelta…»
-EL: Fue una entrada espectacular que hizo, venía del verano europeo, un príncipe.
-AV: Era un martes 13, la primera función de la semana, él no tenía ningún plan y yo aparte de golpe les digo: ‘¿Vamos a comer?’ Y nos fuimos a Edelweiss, con él, con Mirta Busnelli y Alicia Mannino, que ahora vive en España.

-EL: Salimos de cenar, las chicas se toman cada una su taxi y ahí me dice: -¿Querés venirte para casa? Y le digo: -Bueno, vamos. Y nunca más me fui. Al otro día me llevé el cepillo de dientes.

Militando el amor
Militando el amor

Una pareja seria.

-¿Es decir que cuando se convirtieron en la primera pareja de hombres en casarse en Buenos Aires ya tenían muchos años de relación?

-AV: Más de 30. Fue todo muy atípico. Yo era representante de artistas muy conocidos y un día me llegó un e-mail de Bruno Bimbi, un periodista que trabajaba como prensa en la Federación de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans. Me dijo si podía hacer de intermediario para que mis actores firmaran una solicitada a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo. Entonces le pedí una reunión, nos encontramos y me contó que estaban trabajando en eso y ahí salió en la charla que con Ernesto en pocos días íbamos a cumplir 31 años de pareja, que yo tenía una hija grande, que teníamos nietos, que él era conocido como actor y que mi nombre era conocido en el medio. Entonces me dijo que estaban buscando una pareja de hombres con buena labia.

-EL: La idea era presentarse en el Registro Civil y pedir turno para casarse. Los que te atienden en el mostrador te tenían que decir que no te podían dar turno porque se trataba de dos hombres. Entonces, llevábamos un escribano, para labrar un acta donde dejábamos constancia de que nos estaban privando de nuestro derecho a casarnos con una persona del mismo sexo. Y eso se usaba como antecedente para realizar el recurso de amparo ante la Corte. Y la idea era llenar la Corte con recursos de amparo de gente del mismo sexo que se quiere casar para provocar presión. No se llegó a eso porque primero se aprobó la ley.

-AV: Con esa intención fuimos al 13 de junio al registro civil, con la diferencia que nos estaban esperando un montón de cámaras, periodistas, militantes… Y el juez nos hizo entrar al lugar donde se casa la gente, el más grande, y nos sentamos donde se sientan los que se van a casar, con los testigos al costado, con los amigos atrás, con los fotógrafos, y María José Lubertino, que en ese momento estaban en el Inadi, le dijo: -¿Su Señoría, no quiere pasar a la historia y casarlos? -No, no puedo.

-EL: Animesé, dele, dele, le gritaban. Pase a la historia.

-AV: Antes habíamos preguntado a nuestra gente de confianza y no nos recomendaban hacerlo. Nos decían que nos íbamos a quemar, que él era actor y que para mí era mostrar mi cara porque siempre estuve muy cómodo trabajando con famosos y estando al lado de ellos, cuidándolos, pero pasando desapercibido. Pero no hicimos caso a las recomendaciones del entorno y nos presentamos igual.

-EL: Aparte, los dos somos enemigos de la institución matrimonial. Estábamos como poniéndonos a la vanguardia de defender algo con lo que no coincidíamos, pero la verdad que no era eso, sino la posibilidad de garantizar un derecho, porque no puede ser que el heterosexual tuviera derecho a casarse y el homosexual no.

-AV: Por eso a mucha gente famosa, como Muscari o Carlos Perciavalle, que son gays pero se manifestaban en contra, yo los llamaba y les decía: «¿Pero vos sos pelotudo? No es que a partir de ahora te tenés que casar, no estamos hablando de si la institución es buena o mala, sino de un derecho que nos es denegado» Y a partir de todo esto notamos que la calle era diferente de todo lo que nos decían, porque nos alentaban. Así que nos pusimos a la vanguardia de la lucha por ese derecho.

«Yo me casé por la guita»

Ernesto insiste en dejar en claro la diferencia entre la institución del matrimonio, con la que no acuerda, y la necesidad de garantizar derechos igualitarios, la razón de su lucha y la de Alejandro. «Yo me casé por la guita. Es un trámite patrimonial, para que todo quede regularizado. Hay una hija, hay un yerno, un nieto, qué se yo lo que puede pasar mañana. Puede ser que no me dejen entrar a una Terapia Intensiva porque como no tengo libreta no soy nadie. Es para esas cosas que me caso, pero por amor no necesito ni un rabino, ni un cura, ni un ayatolá para que me una a la vida de él».

El poder de la Iglesia y los «anti»

De la experiencia de militancia por la ley, Alejandro y Ernesto sacaron muchas cosas en limpio, muchas positivas y otras no tanto. A horas de la discusión sobre la legalización del aborto en el Senado, el factor eclesiástico y el político partidario juegan un rol clave.
Ernesto recordó cómo en 2010 aparecían diputados y diputadas que les decían que estaban a favor pero que no podían votar la Ley de Matrimonio Igualitario. «Yo representé muchos años a Claudia Rucci -intervino Alejandro, aludiendo a la actriz y diputada por Unión PRO, entre 2009 y 2013-, así que me acerqué a ella y a Eduardo Amadeo, con quienes fuimos a hablar. Ella nos conocía mucho, porque yo la representé muchos años, aparte era la mujer del Chango Vieyra, con quien hicimos Taxi durante dos años».

Ernesto también tenía relación cercana. «Hizo de pareja mía en telenovelas, hemos hecho escenas de amor. Teníamos un vínculo íntimo», recordó. «La cuestión es que hablamos mucho -retomó Alejandro- y nos decían: ‘Sí, muy bien’. Pero que iban a votar en contra porque era un proyecto del kirchnerismo. Tanto que el día que se votó en Diputados, en un receso en el debate, ella vino y me dijo: -Hola Alejandro. Y yo le dije: -Nunca más. No me saludes»
¿Y la Iglesia? «La campaña de los grupos religiosos fue tremenda», dijo Ernesto.
-¿Cómo opera la Iglesia en esas situaciones?, consultó LA ARENA.
-EL: Como una mafia.

-AV: Llaman, llaman y llaman presionando. Tienen poder político.

-EL: Tienen línea directa con senadores, con diputados. Son el poder real, junto con la Sociedad Rural, con la mafia de medios, el Poder Judicial.

-AV: Es muy fuerte cuando la Iglesia presiona. Muchos de los legisladores son católicos.

 

La Arena

Diario Digital Femenino

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