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El feminismo en Argentina ha sido un pilar fundamental en la recuperación de derechos que un tiempo atrás parecían indiscutibles.
Viceintendenta de Santa Rosa, La Pampa
Los derechos de las mujeres no se negocian
Los derechos de las mujeres no se negocian

Podemos enumerar una serie de normativas que sostienen y sustentan nuestras conquistas: La obtención de derechos políticos, sanciones para quienes incumplan responsabilidades familiares, derecho al divorcio, regulación del trabajo de las mujeres, percepción de asignaciones familiares, educación sexual integral, protección integral de infancias y adolescencias, la legalización del aborto, la lucha contra la violencia de género, la paridad en el ámbito laboral y político, el acceso a la salud sexual y reproductiva; cada uno de estos avances fue producto de décadas de lucha y resistencia.

Sin embargo, la irrupción de Javier Milei en la política y su reciente llegada al poder puso a las mujeres en un nuevo estado de alerta y movilización, la de la defensa activa de cada uno de esos derechos que hoy están en la mira del recorte, la desfinanciación y la indiferencia de este gobierno.

Desde su campaña, Milei dejó en claro su vinculación a los sectores de la derecha más violenta donde se arraiga el sistema patriarcal que desprecia al movimiento feminista, al que tildó de “colectivista” o “zurdo”, intentando desacreditar una lucha que trasciende partidos y gobiernos.

Lo más preocupante no son sus permanentes amenazas, sino su accionar, la eliminación del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad, el desinterés por la educación o la justicia con perspectiva de género y el intento de desmantelar políticas públicas que han sido fundamentales para la protección de quienes más lo necesitan.

No es casualidad que en este contexto se hayan disparado los discursos de odio y la violencia simbólica contra quienes levantan la voz.

El negacionismo de la desigualdad de género no hace más que alimentar un clima en el que la violencia machista sigue cobrándose vidas. Pretender que la solución está en el “libre mercado” o en la “competencia de individuos” es desconocer las bases estructurales de un sistema opresor.

Hoy, el feminismo enfrenta un desafío distinto: resistir, pero también recordar.
Recordar que nada de lo que se logró fue un regalo. Que los derechos conquistados siempre serán incómodos para quienes se benefician de las desigualdades. Que la historia nos ha enseñado que cada retroceso tiene consecuencias reales en la vida de miles de mujeres.
No nos van a hacer retroceder.

No nos van a silenciar.

Porque la lucha feminista no es una moda ni una consigna de campaña. Es una causa de justicia, de igualdad y de dignidad. Y hoy, más que nunca, es nuestra responsabilidad sostenerla en alto.

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