
Por Nadia Maribel Muñoz
para Diario Digital Femenino
El conflicto de géneros no es algo nuevo, pero sí la forma en la que irrumpe en la literatura, luego de la última dictadura cívico-militar. La lucha en las calles tiene como referente necesario a Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, mujeres que pusieron el cuerpo frente a un sistema dictatorial. Por supuesto, la lucha de géneros se remonta a los comienzos mismos de nuestra nación (siglo XIX), un claro ejemplo de ello es Juana Manso, creadora de la revista Álbum de señoritas, en tiempos en que las mujeres no tenían derechos cívicos. Pero, en los últimos veinte años, asistimos a un proceso de masificación de la literatura escrita por mujeres, con consciencia del conflicto de géneros, donde se disputan diferentes sentidos. Para entender la importancia del fenómeno que estamos viviendo, es necesario considerar que las escritoras, históricamente, no han formado parte del canon literario. Es decir, no han tenido éxito en la academia literaria, no se las ha considerado parte de las literaturas representativas de lo nacional, porque se consideraba que su escritura estaba relacionada a lo afectivo, a lo emocional, que devenía únicamente en romances.

En este contexto es que pensamos en la relevancia política que tienen obras como las de Belén López Peiró, Por qué volvías cada verano, publicada en 2018, donde se cuenta, en primera persona, el abuso de un policía a su sobrina menor de edad. En esta obra, se reconstruye todo el contexto que, de manera directa o indirecta, permitió que se diera el abuso intrafamiliar y que se contara con el silencio de la víctima por muchos años. Y se realiza una operación importante: se nombra al abusador. Ya no se trata de un ente abstracto, sino que es un hombre de familia, trabajador, que forma parte de las fuerzas policiales, pero que todos los veranos abusaba de su sobrina. El gesto político de esta obra radica en entender la violencia de género como parte de nuestra cotidianeidad, donde las víctimas siempre son las criticadas por “mentirosas” y los abusadores se configuran como aquellos incapaces de abusar. Para comprender la importancia de estos relatos es necesario tener en cuenta que esta fue una de las novelas que movilizó a Thelma Fardín para realizar su denuncia contra Juan Darthés. Además, generó un clima de empoderamiento que ayudó a hablar a miles de mujeres que habían sufrido abusos y no habían podido contarlo.
Se trata de un largo camino que comenzó, por nombrar a una escritora representativa, en novelas como Elena sabe de Claudia Piñeiro. En este relato, publicado en 2007, conocemos la vida de Elena, una viuda de 60 años con Parkinson, que intenta averiguar las causas del suicidio de su hija Rita. A lo largo del recorrido policial, Elena repiensa su identidad a la luz de los mandatos patriarcales que su esposo le había impuesto. Pero el conflicto se da cuando conoce a Isabel, una mujer violada a la que Rita obligó a parir, negándole la posibilidad de un aborto. En el momento en que Piñeiro publica su obra, aún seguían en vigencia los prejuicios literarios hacia las mujeres y, en varias entrevistas a la autora, se le preguntó cómo era posible que una mujer de familia escribiera relatos policiales “tan oscuros”.

En el medio, Mariana Enríquez con Las cosas que perdimos en el fuego (2016). Un libro de cuentos donde se mezclan el fantástico, el realismo y el terror para abarcar diversas problemáticas sociales. Entre ellas, el conflicto de géneros. En el cuento que le da nombre al libro, conocemos a mujeres que deciden quemarse solas, anticipándose al femicidio en manos de sus compañeros. La autora se inspiró en la epidemia de femicidios (copiando el método) que desató el caso de Wanda Taddei, asesinada por su esposo, Eduardo Vázquez, quien la roció de alcohol y la prendió fuego.
Ahora bien, ¿qué cambios sociales, culturales y políticos sucedieron para que estas representaciones impacten en la sociedad, dentro de una academia literaria sexista? Es necesario recuperar la incansable labor feminista, no solo de críticas o investigadoras especializadas en género, sino de la Marea Verde que tomó las calles y se hizo escuchar. En junio de 2015 se realizó el primer Ni Una Menos, marcha multitudinaria que exigía justicia por cada víctima y reclamaba políticas de Estado para que no falte ninguna mujer más. Es en este sentido que la literatura se vuelve un espacio donde se narrativiza el conflicto por el poder, ya que las autoras no solo están disputando un lugar en el campo literario, sino que también están cuestionando los personajes femeninos estereotipados que eran esposas de, amigas de, amantes de, y las vemos empoderadas, guiando el curso de los relatos.
Bren -
Lisa y llanamente puedo decir que estoy sorprendida por el caudal de obras que propones analizar. De igual manera me gusta mucho la idea de trabajar con producciones y temas tan actuales.
¿En qué teoría te enmarcas para hablar de «género»?
Otra cosa, ¿pensaste usar también literatura no nacional?
Liliana -
Excelente análisis de las distintas épocas, donde la mujer a través del tiempo pudo hacerse escuchar. ….