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La primera referencia que tuve de Marcela Durrieu fue leerla en una nota de Marta Vasallo y Susana Gamba en la revista «Unidos, Mujer», una publicación especial de las mujeres del peronismo, de la que también hablamos en la charla.

Marcela es médica especializada en Salud Pública, Diputada nacional (MC), peronista, feminista de larga trayectoria profesional y militante, tanto en política partidaria como en el movimiento feminista de Argentina.

Por Lenny Cáceres y
Andrés Borello
Ilustración Anahí Urani

– ¿Cuál es el estado del feminismo en nuestra sociedad hoy? ¿Cómo lo ves vos?

-A mí me parece que es un proceso interesante, pero es importante reconocer que el feminismo no empezó hoy. En la Argentina tiene muchas cosas que decir. Y me parece que hay una nueva generación dentro del feminismo que esto lo desconoce. Fueron las bases para que estallara ahora como nunca. Pocas saben que la Argentina fue el país que tuvo la mayor representación femenina del mundo hasta ser alcanzado recién 15 años después por los países nórdicos, y porque acá el proceso se interrumpió con la Revolución Libertadora (1955). El antecedente de Eva Perón es insoslayable y también deja muchas enseñanzas que algunas recogimos después. Acá ha habido un movimiento sufragista muy fuerte pero, el sectarismo, las diferencias nos separaron. Diferencias entre el Partido Radical y el Partido Socialista con el Movimiento Peronista, hizo que no acompañaran la pelea de Eva por el voto femenino. Y eso fue un error histórico que después se repara con la Ley de Cupo. Hay una anécdota muy divertida. Dice que cuando se sancionó la ley de voto femenino, las mujeres tenían tan poca experiencia política en general (ni siquiera habían sido ciudadanas, nunca habían votado), y tardaron en darse cuenta de otra cosa: la trampa de los varones, donde les dieron el voto, pero resulta que la ley electoral impedía que un ciudadano fuera candidato si no tenía dos años de antigüedad en el partido. Evita había armado las listas con las mujeres y resulta que ninguna podía ser candidata por la ley electoral. Y saca una ley, entre gallos y medianoche según la oposición, pero es aprobada por mayoría, que termina siendo de las primeras en el mundo que legisla sobre la participación de las mujeres como candidatas en formato de ley. Ahí tenes un aporte concreto del feminismo argentino. Y fijate esto, las mujeres solamente pudimos hacer cumplir la carta orgánica del Partido Justicialista mientras vivió Evita. Después, la representación de las mujeres se fue diluyendo paulatinamente. Esa ley que promulgó Evita sostenía que todos los partidos tenían que poner mujeres en representación de su sector femenino, y sin embargo no hubo ninguna diputada que no fuera peronista hasta el año 1973, del radicalismo. Y con esto nadie niega las luchas anteriores. Lo mismo con el socialismo, que recién tuvo representación parlamentaria femenina después de la Ley de Cupo. Entonces, durante el período que duró el gobierno peronista, todas las diputadas eran peronistas. Casos curiosos, por ejemplo, Tierra del Fuego tenía una única senadora, mujer. Todo esto se fue diluyendo en el soporte escrito, pero no dejó de estar presente en la memoria colectiva. Pero, para que te des una idea, mirá mi caso. Yo soy hija de los ´60, con lo que eso significa tanto en Argentina como a nivel mundial. Y cuando me quise acercar a la rama femenina del partido, me encontré con una brecha generacional. Imaginate, yo era una pendeja con top y pantalones de campana o mini short, pelo largo hasta la cintura. Y enfrente tenía señoras mayores, arregladas y demás. Al principio dudé, porque el bache era muy grande. Pero tardé muchos años en recuperar lo que habían hecho. Esas mujeres, de muy bajo nivel educativo en general (pocas profesionales) sacaron leyes como el Divorcio, la igualdad de hijos ante la ley. Cosas profundamente transformadoras en su momento. Y que en algún lugar de la memoria colectiva estaban presentes. Éramos la continuación de esas mujeres. Y están los retrocesos. La Revolución Libertadora primero, las sucesivas dictaduras del país, donde la violencia manda siempre a las mujeres a sus casas. En la resistencia peronista las mujeres eran muchas, pero con el paso del tiempo se volcaron al ámbito doméstico. Y lo mismo después de 1976 en las organizaciones armadas, éramos muchas. Terminado el proceso, quienes militábamos éramos muy poquitas. Porque la violencia, que daña a todos y todas, daña mucho más a las mujeres. Porque vieron desaparecer a sus hijos (donde particularmente, fueron las madres quienes salieron de sus casas por ellos), las vejaciones en la prisión… muchas veces la pasábamos peor.

 -El feminismo, dentro del peronismo, siempre estuvo «codeando» para hacerse su lugar. Digo esto, en relación con lo que contás, porque muchas personas consideran que las mujeres dentro del peronismo resignan el feminismo, o bien que no lo han militado.

– A ver… quien diga que Evita y sus mujeres no eran feministas, habría que discutir mucho qué es el feminismo. Y empezar a ver si importan más los hechos o las palabras. El discurso de Evita era francamente feminista. Tenían prohibido que hubiera candidatas en las listas que fueran las mujeres de un dirigente. Y los varones tenían prohibido ir a las unidades básicas femeninas del partido. Porque ella decía que las mujeres tenemos muy poca experiencia política, y si no hacíamos nuestro recorrido en nuestros espacios, los varones iban a terminar «trampeándonos», poniendo a las mujeres para manejarlas ellos. Si eso no es feminismo, no sé qué es.

– ¿Había unidades básicas femeninas?

-Sí, llegó a haber en el país algo así como 3700 unidades básicas exclusivamente femeninas. El proceso que inició Evita es alucinante. Porque la Evita que levanta la historia oficial es una remera. Una Evita que sólo hacía ayuda social directa y esas cosas. Para mí la Evita más importante fue la política. Y no es casual que sea la que se niega, la que saca la ley de voto con una movilización masiva de mujeres. Que arma 3700 unidades básicas femeninas, donde sostiene que ellas mismas deben ser sus candidatas.

-Eso es parte del patriarcado porque históricamente las mujeres valiosas de Argentina no se las relaciona políticamente. No se habla de mujeres políticas, sino que se les busca otro lado, otra veta podríamos decir, como puede ser Encarnación Azcurra, de Remedios del Valle…

-Poniendo, por ejemplo, dos contemporáneas como fueron Encarnación Azcurra (para la historia oficial era una loca que le pegaba moños -según me enseñaron en la escuela- colorados en el pelo a las mujeres) y Mariquita Sánchez de Thompson (que solo tocaba el piano). Eran dos dirigentas políticas clarísimas y muy importantes para su época. Del mismo modo, Evita era tolerable en cuanto Hada Buena. Lo que era intolerable de ella era la parte política. La que se metía en todos los ministerios para esto que hoy le decimos transversalidad en las políticas públicas. En 1983 se recupera la democracia. Raúl Alfonsín tenía muchas virtudes, pero no la de ser feminista, dicho por las propias mujeres radicales. Se me viene a la cabeza una anécdota, donde dos importantes mujeres radicales viajaron a ver a la madre del entonces presidente para ver si lo podía convencer de sacar la ley de Cupo, y no hubo forma. Lo máximo que aceptó es hacer una dirección de la mujer, y que, si bien tenía un valor simbólico, en los hechos era muy poquita cosa. Y respecto a lo transformador, no hubo forma. Ya con el fin de la dictadura, en los ochenta, hablábamos con el nombre de feminismo, donde nos juntábamos varias organizaciones, con encuentros y desencuentros de mujeres del mundo académico, del político, donde empezaba a configurarse con el nombre propio del feminismo dentro del Partido

Marcela Durrieu: "El poder tiene un fuerte efecto corruptor"
Marcela Durrieu: «El poder tiene un fuerte efecto corruptor»

Justicialista. Habíamos lanzado nuestra propia revista, dentro del PJ, que se llamaba Mujer, donde logramos sacar 3 o 4 números. Empezaba a tomar forma y a configurarse una fuerza de la cual no se sabe mucho. En la plataforma del PJ del año ´89, estaba incorporado como propuesta el Ministerio de la Mujer, que después se transformó en un Concejo que dependía directamente del Presidente de la Nación. La idea era que tuviera vínculo directo con el Presidente, y que a través de él actuara en conjunto con los otros Ministerios. Incluso podríamos pensar que el Concejo tenía más atribuciones que el Ministerio actual. Y, además, tuvimos otra experiencia, muy corta, que se llamaba el Gabinete Femenino, donde la idea era que hubiera una mujer en cada ministerio. La propuesta era participar en las reuniones de gabinete, cosa que jamás logramos. Me acuerdo una anécdota muy divertida, donde con una colega nos fuimos a encontrar con el Ministro de Economía, Domingo Cavallo, y fue una reunión muy graciosa porque él nos manifestó algo así como que estaba de acuerdo en nuestro planteo, porque su mujer administraba muy bien su casa, o algo por el estilo. Todas estas cosas se van acumulando en la conciencia colectiva, aún lo fallido. Porque siempre hay un avance, pero también un retroceso. Una no puede esperar que el patriarcado no exista. El patriarcado siempre hace un rulo hacia atrás. Fijate con Evita en los años cincuenta. Cualquiera podría haber dicho que este iba a ser el primer país feminista de Latinoamérica. En los noventa, donde volvimos a tener la mayor representación del mundo (las mujeres) en el Congreso, y una movilización constante, avanzamos mucho… y sin embargo se vuelve para atrás. Vuelvo a la Ley de Cupo. Menem nos había dicho algo así como que teníamos que hacer el ruido suficiente para que se justifique la aprobación. Nos plantamos en el Congreso, en una jornada histórica. Todos los discursos eran en contra, y en madrugada lo llamamos al Presidente para preguntarle, porque parecía que no salía la Ley. Él lo manda a sentarse en la banca a José Luis Manzano, entonces Ministro del Interior, que da un discurso fantástico, donde da vuelta el bloque que no estaba de acuerdo. Algo parecido con la Ley de Voto Femenino. El discurso fue siempre el mismo.

-Para vos, ese retroceso, «rulo» del patriarcado, como le dijiste… ¿Fue el último? ¿O identificas otros retrocesos?

-No, hay varios después. El gobierno de De La Rúa no existió, ni para esto ni para ninguna otra cosa. Lo que pasó en ese momento fue intrascendente, salvo porque María Teresa Morini había ganado en la Corte Interamericana un fallo respecto del Cupo que fue muy importante, porque obligó a la Argentina a volver a modificar la reglamentación de la ley. De todas maneras, eso sólo incorporó en la justicia lo que habíamos logrado en su momento. Lejos está de ser una iniciativa de De La Rúa. Fue un acuerdo con la Corte Interamericana. Y después, acá viene el rulo, estábamos impulsando la Ley de Cupo en las provincias, a la cual Duhalde había estado absolutamente en contra, donde él representaba una idea bastante conservadora respecto de las mujeres (y su mujer en particular, Chiche, mucho más todavía). Entonces hacen una cosa muy sencilla. Primero, transforman la Ley de Cupo Nacional, que con la reglamentación habíamos definido el piso desde donde partir y demás, en un modelo que llaman Cupo Neutro. No importa tanto la cuestión técnica, sino por qué se volvió al discurso de que las mujeres eran extremistas.

-Claro, una imagen que nosotras mismas, con nuestra militancia, buscábamos desarmar. 

-Totalmente, y encima porque eso es un discurso muy fácil de comprar, tanto por las mujeres como por la sociedad en general. Entonces, cuando se discutía aplicar la ley en la Provincia de Buenos Aires, inventaron esto del Cupo Neutro, que se decía igualitaria en un plano inclinado. Y en ese desequilibro, las mujeres quedamos terceras, sextas y novenas en las listas. Una trampa con discurso fácil que compraron muchas mujeres, donde dejar de ser una militante era más cómodo. Eso fue un enorme retroceso. Les ofrecieron algún cargo a varias dirigentas mujeres (para después «vaciárselos»), es decir, que ese puesto quede obsoleto, poner en las listas a las mujeres, las famosas «chichitas», que representaban ese modelo. Y algunas, que no había sido eso, terminaron de trajecito rosa. Eso rompió la avanzada enorme que habíamos conseguido entre los ochenta y los noventa. Porque ahora, las mujeres estaban en la política, pero no para hacer política sino para representar el hogar, la familia… reproducir ese estereotipo. Casi silenciosamente se vino el rulo de la historia. Siempre se disfraza de «te doy algo para no darte nada», o lo transforma en un pasito hacia delante, y está bien, pero esterilizó la lucha.

-En estos momentos, las mujeres siguen comprando que se las elija para cargos que tienen que ver con las cuestiones de género por su militancia político-partidaria sin haber incursionado en las luchas por los derechos de las mujeres, las luchas feministas, para decirlo concretamente.

-Hay un proceso que es nuevo, donde en la medida que las movilizaciones masivas se convirtieron en un actor político, yo quisiera que esas movilizaciones se vuelquen en acciones políticas concretas, y que no queden solo en eso. Porque acá hay una etapa donde la participación de la juventud, sobre todo, ha convertido al feminismo en un tema que da rédito político. Entonces hay muchos falsos feminismos. Muchas mujeres a quienes el tema no les interesa, están hablando y ocupando espacios sin ser militantes, ni peleando o abordando las problemáticas del feminismo. Pero bueno, no tengo la bola de cristal, son apreciaciones. Solo alerto que no es esperable que no haya ningún escollo, que la cosa avance tranquilamente… porque esto no se da en los lugares visibles, donde es fácil dar la pelea. Pero, ¿cuántos años hace que sancionamos la ley ESI, o la ley de Violencia? La primera ley de Violencia la sacamos en los noventa, y, sin embargo, aún hoy no logramos aplicarla.

-Te acordarás de la Ley de Violencia que se sancionó en La Pampa, la Ley 1918 que fue la base para el programa de Víctimas de Violencia de la Ciudad de Buenos Aires. Respecto a esto, ¿por qué no se ve la falta de políticas públicas de prevención? Tenemos más de 300 muertas por año, y no hay políticas claras de prevención, ni a nivel nacional ni en las provincias. ¿Qué crees que pasa con esto? ¿Tendrá que ver con que quienes ocupan cargos son personas que no trabajan en el territorio, o que no están comprometidas con el feminismo y el derecho de las mujeres?

-A ver, siguiendo con la historia. Durante el gobierno de Néstor Kirchner y Cristina Fernández tampoco hubo grandes avances respecto a los derechos de las mujeres. Hasta el hito, me parece histórico, que fue la Ley de Identidad de Género, pero fuera de eso, la propia Cristina no se definía como feminista, y ese Concejo de la Mujer, que a lo largo de los años se fue degradando, durante su Presidencia terminó dependiendo de Desarrollo Social, un gran retroceso. De alguna manera, fue volver a Chiche Duhalde.

-Claro. En el gobierno de Mauricio Macri, cuando nosotras creemos que en ese Concejo asume una mujer, feminista y con trayectoria y trabajo en violencia, mira lo que nos pasa. 

-El poder tiene un fuerte efecto corruptor. Y también es otra generación. Porque nosotras, cuando Menem decidió estar en contra del aborto, renunciamos todas. A pesar de que yo le voy a agradecer a Menem y la gestión la Ley de Cupo, entre otras cosas. El expresidente nos dijo que no se iba a pelear con el Vaticano, ni siquiera como algo ideológico. A mí me dijo que no estaba en condiciones de pelearse con el Vaticano. Hagan lo que quieran, pero aborto no, nos dijo. Renunciamos todas. Y terminó como siempre. Alguna hizo la plancha hasta que cambió el gobierno. Durante De La Rúa no hubo avances, y en el inicio del Kirchnerismo hubo un rulo de nuevo, como otra vuelta al retroceso, a la cosa individualista del «si yo puedo, todas pueden». Me parece que en el discurso de Cristina había algo así. Esto del ejemplo que confirma la regla. Que creo que la expresidenta lo ha ido comprendiendo y ha ido cambiando de opinión, lo cual me alegra muchísimo, pero no quita que su gobierno haya sido un retroceso en algunas cuestiones. Salvo, como ya dijimos, la Ley de Identidad de Género, algo totalmente rupturista.

-Y habiendo una ley de Identidad de Género, una de las impulsoras de la igualdad, más la ESI, y con los números de violencia (no solo de femicidios, sino teniendo en cuenta el comportamiento de los pibes en la calle -Villa Gesell, por ejemplo-, esta comunicación violenta, discriminadora y homofóbica), por qué no se pueden linkear, es decir, hacer un puente entre las políticas públicas apoyándose en estas herramientas, junto con otras.

-Tenemos mucho que trabajar, con la aplicación concreta de esas leyes, por ejemplo. A medida que vas separándote de la Capital en el territorio. Ya en el conurbano, ni hablar en las provicias, a lo mejor en el ímpetu del momento la ley se sanciona, pero después esa ley no se aplica, no tiene recursos. Ya con el Concejo de la Mujer, todos los municipios hicieron Dirección de la Mujer, donde sólo se dedican a hacer proyectos. Hay mucho que trabajar en la aplicación de la legislación vigente. Y en esto de ir acoplando este plexo legal para que funcione articuladamente, pero en el territorio concreto. Eso es una tarea política. Articular con los Ministerios, arriba, y con las direcciones de las escuelas, abajo. Con Salud arriba, pero con la dirección del hospital abajo. Eso es una tarea que va a llevar bastante tiempo. Es estrictamente política. A mí me preocupa que haya políticas que sean muy centradas en lo urbano, la clase media, apuntadas a un sector exclusivo de la población, que no contemplen ni la realidad ni la idiosincrasia de las mujeres de otros lugares. Me parece que está bien que discutamos si tiene razón o no lo que dijo Rita Segato, si la teoría de Butler está bien. Pero eso hay que convertirlo en políticas concretas para mujeres concretas. Eso se lo debe la política. No el mundo académico. Las que hemos recorrido el país, nos damos cuenta que es difícil para las mujeres comunes entender las cosas que se debaten en los medios. Por ejemplo, y esto puede sonar mal, pero tenemos compañeras que militan todas las políticas de las mujeres, y que se consideran feministas, pero que su límite es el aborto. Porque son muy católicas, o lo que fuera. No pasa por señalar con el dedo. Pero son las mismas mujeres que en su momento estaban en contra del divorcio, que se opusieron a la ley de Violencia. Es muy difícil para quien está en una situación de opresión no comprar el discurso del opresor.

– ¿Y cómo ves la nueva gestión de Alberto Fernández?

-Yo espero de esta gestión, no el inventar cosas nuevas. Pero los cambios nunca son gratuitos. Y los varones son unos fenómenos para inventar herramientas sin decir que no y esterilizar las cosas. Ese optimismo que hay en este momento, no sé, será por mi experiencia previa, pero creo que hay que pelearla. No hay que bajar los brazos y ver por dónde viene. Aceptemos el debate de las cosas que sí son importantes, pero que no signifiquen un cambio profundo ni estén extendidos por el territorio. Entonces, si discutimos el Lenguaje Inclusivo es una cosa, ahora, discutir las raíces del poder patriarcal en Jujuy es otra diferente. Espero se entienda mi preocupación. Viene una etapa donde hay que hacer realidad las cosas que tienen mucho brillo. Leyes tenemos un montón, algunas habrá que mejorarlas o modificarlas, pero no logramos aplicar las que tenemos, no lo hemos logrado. Y no va a ser tan fácil, lo digo con toda la experiencia que tengo, después que la Ministra de las Mujeres (Género y Equidad) logre poner contenidos en Educación, donde no hay otra mujer que sí tenga una mirada integral de género. Hay Ministerios que han incorporado mujeres con perspectiva de género, como es el caso del de Economía. A eso le tengo más fe, a la articulación entre el Ministerio de las Mujeres y mujeres que participan en la línea de acción directa dentro de cada ministerio. Pero van a tener que salir a convencer a los distintos ministros del gabinete, a Arroyo, a Trotta, uno por uno, que son los que realmente tienen impacto. Lo mismo ocurre en las provincias. Tenes áreas de la mujer que no inciden en lo absoluto, sea en la política en general como en los ministerios en particular. Entonces, terminan siendo el «Ministerio de las Víctimas», es decir, las que nos ocupamos una vez cometido el crimen. Eso tenemos que ir mirando, que es muy triste, y a donde tenemos que apuntar. Porque ojo, que no les van a decir que no. A nosotras siempre nos decían que sí.

 

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