
Éxtasis de Noemí Casquet
Prólogo de la autora
(descargar en imagen de portada)

A lo largo de estos años como escritora he considerado que los libros hablaban por sí solos, que las obras, cuando se explican, pierden todo el sentido. Hasta que llegó Éxtasis a mi vida. Esta novela es, sin duda, la más compleja que he escrito en todos estos años. Un rompecabezas que no sabía por dónde agarrar hasta el último momento. Escribo estas líneas a contrarreloj porque el tiempo apremia y yo que no, que todavía quiero cambiar una coma o una palabra para que se entienda lo que quiero transmitir. Supongo que a todas nos pasa, ¿no? Cuando tenemos algo que es nuestra verdad en las manos, cualquier pequeño detalle es imprescindible para que se transmita el mensaje lo más preciso posible. Alguien me dijo una vez que los procesos creativos no se acaban, se abandonan. Lo que nadie te cuenta es lo mucho que duele ese ejercicio. Abrir las manos y soltar. Dejar que sea el mundo quien adopte esta obra, porque ahora tú también formas parte de esta novela que tienes entre tus manos.
Una de las preguntas más morbosas que siempre —insisto, siempre— me realizan en entrevistas es si mis libros están inspirados en mi vida personal. Ese morbo absurdo que todavía se sigue perpetuando alrededor del sexo, ¿sabes? Observo esos ojos fascinados por encontrar la pregunta más original jamás planteada mientras decido qué parte de mi realidad poner sobre la mesa. Con Éxtasis no sucederá eso, te lo aseguro. Y créeme que es la historia con más verdad que he escrito jamás. De ahí nace el miedo, ese que me obliga a seguir posponiendo la entrega de un libro —tu libro— que contiene tantos restos de mí. Tantos, joder, tantos.
He dudado muchísimo en narrar la historia de esta forma. En mi camino literario había una salida fácil: libro que funciona, libro que se repite hasta la saciedad. Tras el éxito rotundo de la trilogía formada por Zorras, Malas y Libres, podría haber continuado con aventuras de chicas jóvenes que descubren su liberación sexual. Cambias nombres, ciudades, roles y fantasías. Y de nuevo, ¡pum!, un best seller. Este, en parte, trata de eso, pero alberga un cambio drástico que me tuvo presa de mi dicotomía interna durante meses: «Lo hago o no lo hago, lo hago o no lo hago». De ahí que haya sido tan difícil contar lo que tienes entre tus manos. Hace cinco años me cambió la vida. Apareció una facilitadora de tantra y me ofreció un masaje. La anécdota es bastante curiosa, fue a través de un BlaBlaCar que cogí en uno de esos viajes precarios a Barcelona para visitar a la familia. Llevaba pocos meses en Madrid y, en una de esas conversaciones de coche que podrían dar para un pódcast, el conductor me habló de una chica que también se dedicaba a la sexualidad. Nos puso en contacto y fue el detonante del giro más drástico que he experimentado.
Aquel masaje tántrico, que simplemente realizaba como parte experimental de mi trabajo, se convirtió en una obsesión que me tiene absorta hasta el día de hoy. Vivencié en mis carnes uno de los orgasmos más alucinantes que jamás había logrado. Fue una catarsis tan profunda que, tras ese fogonazo de luz y lágrimas, me incorporé y miré a esa mujer a los ojos. Solo pude decir una frase que aún se repite en mi mente con cierta nostalgia: «He visto a Dios y está en mí».
Lo que me había sucedido se llama «orgasmo cósmico», solo que por aquel entonces no tenía ni idea de todo esto. Solo tenía la verdad de lo que había experimentado y la fuerza inquebrantable para transmitir esa información al mundo. Durante estos años he dudado mucho en tratar ciertos temas, principalmente por el miedo al rechazo o al qué dirán. En silencio fui investigando por mi cuenta y de taaanto en taaanto lanzaba algo al respecto. Pero la llamada era ineludible y, en 2022, me encontré ante la mayor crisis de mi vida: una crisis de identidad. Quién soy en realidad. Qué quiero hacer. Qué me apasiona. Qué me da placer. Había perdido cualquier sentido de la vorágine en la que estaba inmersa. Tanta lucha, tanto empuje, tanto esfuerzo y para qué. Adónde me llevaba. A quién quería impresionar.
Cuando me tatué el brazo derecho, todo estalló por los aires. Estuve con parestesias faciales que me tenían preocupada e inmersa en pruebas y pruebas para buscar un diagnóstico cada cual más letal. No había día que no me diera un ataque de ansiedad. Y, al final, el diagnóstico fue precisamente ese: ansiedad. Fue jodidamente duro, pensé que no lo superaría. Fueron meses y meses de muchísima oscuridad, pero hay una frase que me encanta y me repito a cada instante: «La sombra es luz que todavía no es consciente de sí misma», una frase que, por cierto, aparece también en la novela. No sabes la luz que me encontré cuando, por fin, comprendí lo que sucedía. Durante años había ocultado mi espiritualidad, mis creencias, mi verdad bajo toneladas de tierra porque me daba terror que se me rechazara por eso, por lo que soy. Cuando vi mi brazo lleno de dioses, geometría sagrada, fragmentos del Libro de los muertos del Papiro de Ani, leyes del Kibalión… vi que ya no había vuelta atrás: me había tendido mi propia trampa o, como lo veo ahora, mi salvación… seguir leyendo AQUÍ.
Fuente para DDF: Luh Miranda
Omar -
Muy lindo prologó, tambien soy periodista como dice la autora y tener una visión amplia sobre los temas es buscar estar medianamente informado.
Descargue el libro, muchas gracias por publicarlo, lo voy a leer atentamente; felicitaciones por editar Diario Femenino