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El amante no era él, sino ella.

La única cantiga de amigo que refleja una relación sentimental entre dos mujeres fue transformada por los editores, que en el siglo XIX masculinizaron el género de la amada. El filólogo Carlos Callón advirtió el cambiazo y critica la ocultación.

Por Henrique Mariño

Las cantigas enunciadas en femenino eran de amigo: la enamorada lamentaba la ausencia de su amado. La voz masculina las etiquetaba como de amor: un señor le bailaba el agua a una dama. Hablase quien hablase, la poesía gallego-portuguesa la firmaba y cantaba un hombre. Aunque hubo una vez en la que el amante no era él, sino ella. Sin embargo, la única cantiga de amiga lésbica fue modificada por los editores desde el siglo XIX y ha llegado hasta nuestros días como una composición poética de carácter heterosexual.

El trovador Pedro Eanes Solaz (siglo XIII) describe en Dizia la ben-talhada el corazón compungido de una mujer que se lamenta de la ausencia de su amada. Desdichada, en sus versos hay despecho, nostalgia y deseo de volver a tenerla. La ben-talhada —o sea, la hermosa— se refiere a ella, como se refleja en las ediciones originales (se a eu visse), si bien con el tiempo el pronombre femenino sería transformado por los investigadores en masculino (se o eu visse). La, por lo. Ella, por él.

El filólogo Carlos Callón advirtió el cambiazo, rastreó en la poesía medieval europea para establecer comparaciones y llegó a la conclusión de que eran los únicos versos que plasmaban el amor entre dos mujeres en la península Ibérica. «Tiene razón el medievalista Rip Cohen cuando señala que los primeros en entender que era un texto lésbico fueron todos los investigadores que decidieron adulterarlo», escribe en el artículo Dunha cantiga de amigA e doutras historias por contar, publicado en la revista O Galo Canta

El amante no era él, sino ella: la poesía lésbica medieval que fue censurada y convertida en un amor heterosexual
El amante no era él, sino ella: la poesía lésbica medieval que fue censurada y convertida en un amor heterosexual

A partir del estudio de los trabajos de otros ensayistas, como Peter Dronke, se encontró con que en la Edad Media en Baviera tres monjas habían escrito unas epístolas explícitas, cuyas destinatarias eran sendas religiosas a las que echaban de menos, mientras que la trobairitz occitana Bieiris de Romans le declaraba su amor a María, quien, pese a algunas interpretaciones contrarias, tenía poco de virgen y mucho de amada. 

 Pese a que Dizia la ben-talhada la firmaba un varón, era la quinta muestra de poesía amatoria lésbica en el continente. Un hallazgo singular que entroncaría con los ejemplos bávaros y provenzal, aunque no hay que olvidar los poemas escritos por mujeres durante el siglo XII en el Reino de Granada: entre las gacelas hay una humana / que posee mi alma y tiene mi corazón. Atribuida a Zaynab o a Hamda bint Ziyad, hermanas y oriundas de Guadix, la traductora y arabista María Jesús Rubiera Mata dudaba de su carácter y se planteaba si podría tratarse de «un tópico literario o de homoerotismo». 

Carlos Callón, especialista en cantigas trovadorescas gais, critica que los recelos y las sospechas asalten a los investigadores solo cuando se encuentran ante el prefijo homo. «El heterosexismo nos convierte a todas y a todos en heterosexuales mientras no se demuestre lo contrario y, a veces, incluso si se demuestra», escribe en Unha cantiga lésbica amatoria no trobadorismo galego-portugués, publicado en la revista Scripta, editada por la Universitat de València. 

«Hay un esfuerzo denodado de los especialistas por no querer entender que una mujer que desea tocarle los pechos a otra es lesbiana. Niegan el carácter amoroso del poema y, en el caso de Dizia la ben-talhada, modifican el género de forma intencionada porque tienen una idea preconcebida de que en los textos no existen las relaciones homosexuales. Sin embargo, es significativo que no indiquen el cambio realizado», explica el autor del libro Amigos e sodomitas (Sotelo Blanco), donde profundiza en la configuración de la homosexualidad en el medievo. 

Carlos Callón aporta otros ejemplos de modificación del género a la brava. Los «maridos» del poeta postrovadoresco Alfonso Álvarez de Villasandino se convierten en «maridas», alegando que no hay pruebas de la condición gay del autor y dándole al mismo tiempo una patada al diccionario. «Tampoco se puede demostrar, según los investigadores, que María Mateu fuese lesbiana, cuando Afonso Eanes do Cotón dice que ella tan desejosa ch’és de cono com’eu!«. Quizás la traducción sea redundante, pero Alfonso vendría a decir que a María le gustan tanto los coños como a él. 

La última poesía entraría dentro de la categoría de escarnio e maldizer, donde los compositores colaron los amores prohibidos, pues en la sátira cabía todo. De ahí el valor de Dizia la ben-talhada, enmarcada en las cantigas de amigo, porque subvierte la voz de mujer que se dirige al hombre para declararse a una congénere. «Incluso hay críticos que interpretan que se refiere a una contrincante o competidora por la que siente celos. Todos estos análisis me llaman la atención porque evidencian que los editores que modificaron el manuscrito original son los primeros en creer que se trata de una cantiga lésbica», concluye Callón. 

Pendiente de la publicación del libro Cantiga de amigA, un ensayo sobre el lesbianismo en la literatura medieval, el filólogo y profesor ribeirense considera que estos cambios han sido motivados por «una cosmovisión heterosexista» de los editores. En el pasado, insiste Callón, y todavía hoy: «En el fondo se trata de una deliberada ocultación de la existencia de la diversidad humana».

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