La efervescencia de miles y miles de mujeres que se expresa en las calles de nuestro país, en contra de la violencia y por el aborto, marca una etapa cualitativamente nueva en la lucha por los derechos de las mismas. La consigna: educación sexual para conocer, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir fue el antecedente para la elaboración de un proyecto por el aborto legal, seguro y gratuito, previamente discutidos en los Encuentros Nacionales de Mujeres.
Por Ester Kandel*
Cuando fundamentamos el estudio La opresión de las mujeres tiene historia (2018), decíamos:
La desigualdad entre hombres y mujeres implicó el dominio del grupo de los hombres sobre el grupo de las mujeres, según se trate de tribus nómades o sedentarias, cazadoras o agrícolas. La situación económica la llevó al estado de dependencia. En este sentido “la mujer fue esclava antes de que existiera la esclavitud” August Bebel
El estatuto de las mujeres en las sociedades se fue modificando por la combinación de factores que determinaron su pertenencia de clase y cultura.
Reafirmo que desde mi marco conceptual sostengo la historicidad de nosotros y nosotras como seres humanos en situación y en este sentido, tener una mirada retrospectiva de algunos temas que se fueron transformando en problemas relacionados con la mujer: matrimonio, gestación, maternidad, anticoncepción, aborto, trabajo doméstico y/o público, divorcio, ejercicio de la ciudadanía. Cuando se comienza a analizar uno de estos temas y se los ubica históricamente, observamos un hilo que conecta uno con otros. La opresión ha sido una constante durante miles de años, aunque no podamos constatar exactamente el cómo se inició.
En el año 2013, nos preguntábamos:
Por qué en sus orígenes la herencia, el matrimonio, la familia y la maternidad surgieron en forma interconectada, con roles y funciones prescriptas? Era necesario preservar la riqueza, garantizar la herencia y controlar la paternidad.
En El origen de la familia la propiedad privada y el Estado, Federico Engels señala:
Esta paternidad se exige porque esos hijos en calidad de herederos directos han de entrar un día en posesión de los bienes de la fortuna paterna. (…) la existencia de la esclavitud junto a la monogamia, la presencia de jóvenes y bellas cautivas que pertenecen en cuerpo y alma al hombre, es lo que constituye desde su origen el carácter específico de la monogamia, la cual sólo es monogamia para la mujer y no para el hombre.
Monogamia, esclavitud y propiedad privada son el progreso y la desventura porque el desarrollo de unos se verifica a expensas de la desventura y de la represión de otros. Es la forma de la sociedad civilizada (…)
La Revolución francesa – Ascenso de la burguesía
Se producen cambios no sólo en la base económica, sino también en la costumbres, en las relaciones personales. A. Kollontay, señalaba estos rasgos
El estricto individualismo y la exclusividad y el aislamiento de la “familia nuclear” sustituyen al énfasis en el “trabajo colectivo” que fue característico de la estructura económica tanto local como regional de la vida ancestral. Los últimos vestigios de ideas comunales propias, hasta cierto punto, de todas las formas de vida tribal fueron barridos por el principio de “competencia” bajo el capitalismo, por los principios triunfantes del individualismo y de la propiedad privada individualizada, aislada.
El desarrollo de la manufactura llevó a las mujeres a ubicarse en otro lugar de la producción. En las empresas doméstica o fabril de lienzo, en la hilandería de lana y en la tejeduría, en el tundido de paños
También se inició un proceso de formación de las mujeres a través del sistema educativo, instituyendo el contenido necesario para ejercer el rol asignado en el hogar y la maternidad. Así, el derecho a la maternidad se convirtió en una obligación, considerándolo, equivocadamente un instinto.
“Educación materna”. Mirabeau, decía las mujeres están hechas para la vie intérieure.
El proyecto de Taileyrand[1] proponía que a las niñas se las retirara de la escuela a los ocho años de edad, para que reciban en su casa educación que le impartirán padres y madres.
Francoise Mayeur (2000) en La educación de las niñas: el modelo laico, analizó los debates alrededor de la educación laica y particularmente la educación de las niñas.
Desde distintas posturas entre los republicanos, coincidían que a las mujeres había que formarlas para el hogar, las tareas domésticas y prepararse para la maternidad y crianza.
El 21 de diciembre de 1880 se aprobó la ley en la forma que habían propuesto los republicanos, aunque no sin fracturas en el seno del grupo. En efecto todos eran anticlericales, pero muchos aceptaban muy bien que la religión fuera asumida por las mujeres en la familia misma. Otros, los más viejos, quienes, por lo demás habían vivido 1848, eran deístas. Así las cosas, no es sorprendente que el Consejo Superior de Instrucción Pública, dominado por universitarios que profesaban una doctrina moderada, haya inscrito en el detalle de los programas cuya redacción tenía a su cargo los “deberes para con Dios”, que sólo desaparecieron y por los demás brevemente, en 1923.
Esta ley fue al encuentro de una sociedad muy desigual y analfabeta, fundamentalmente de las mujeres en toda la mitad suroccidental de Francia.
Los religiosos ofrecían sus servicios educativos. Lo que no contempló la ley es la salida laboral, pues era laica pero “socialmente conservadora, como se verificó al inicio de la primera guerra mundial.
Esta breve referencia a la experiencia francesa da cuenta del tiempo transcurrido para implantar la enseñanza mixta, laica y la lucha con la iglesia católica por imponer sus ideas.
Vale citar un documento de principios del siglo XX, publicado en La Vanguardia, el 12 de marzo de 1904, titulado Eduquemos a la mujer:
(…) Por el contrario la mujer se ha modificado muy levemente en su modo de pensar y ha permanecido en gran parte vinculada al pasado, o más claro, a la ignorancia y al prejuicio y por eso es un contraste con la nueva concepción de la vida y las ideas modernas.
Esto debe atribuirse a la educación que se da a la mujer en el hogar y en el confesionario; educación falsa que solo sirve para arraigar en la mente de la mujer supersticiones e idolatrías que la hacen indiferente y apáticas.
Nosotras también, aunque con diferencia tuvimos una enseñanza que apuntaba a tener herramientas para las tareas domésticas, como las clases de labor. Ésta fue descartada hace unas décadas.
Las mujeres que luchan actualmente, en su mayoría, son las hijas y las nietas de esa generación que con convicción proponen decidir sobre su cuerpo, implementando la ley de Educación sexual y evitar las muertes por aborto clandestino, en una sociedad que debate con grandes divisiones en su seno por este y otros temas.
La DEUDA ES CON TODAS para eliminar la pobreza, la desocupación y la precarización laboral y defender la vida en todos los sentidos.
Es necesario ganar esta batalla, por la legalización del aborto, legal, seguro y gratuito.
Las trabajadoras también somos conscientes que esta lucha es de clase y de género.
Bibliografía
Kandel, Ester, Herencia, matrimonio, familia y maternidad (Parte I), http://www.argenpress.info/
Kandel, Ester, Herencia, matrimonio, familia y maternidad (Parte II): Una relación que esencialmente se mantiene (2013
Kandel, Ester, La opresión de las mujeres tiene historia, mimeo, 2018.
Kollontay, Alejandra, Las relaciones sexuales y la lucha de clases, Edición Marxists Internet archive, mayo de 2011.
Mayeur, Francoise, La educación de las niñas: el modelo laico, en Historia de las Mujeres, siglo XIX, Grupo de Ediciones Santillana, 2000.
*Magister de la UBA en Ciencias Sociales del trabajo.