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Con armas estatales, acosos sistemáticos y complicidades

La reconstrucción de ocho historias de policías bonaerenses que asesinaron a sus mujeres en los últimos dos años dejan en evidencia que el asesinato de Ursula Bahillo responde a un patrón de violencia. La mayoría de las víctimas también integraban las fuerzas de seguridad y no hicieron la denuncia previa por temor a las repercusiones internas.

Por Alejandro Marinelli

Brian Dirassar tenía 21 años. Había pedido la baja al Grupo de Apoyo Departamental (GAD) de Trenque Lauquen y devolvió su arma reglamentaria. Los que compartían el trabajo con él declararon que lo veían perturbado. La relación con su novia Bárbara también estaba llegando a su fin. Ella ya no soportaba sus celos. Dirassar le había roto su celular, la había hecho borrar publicaciones en redes. Una vez la fue a buscar a 100 km porque pensó que se había ido de viaje y “no le había avisado”. La seguía por la calle y una noche entró por la ventana a la casa de ella. Ella le dijo que no quería verlo más pero él no lo quiso entender. Fue entonces que lo denunció en la Comisaría de la Mujer de Pehuajó. Según el expediente judicial, le pusieron una custodia fija solo un par de días y luego un patrullero que pasaba por su casa en el recorrido. A Dirassar le impusieron una perimetral pero no la cumplió. Lo vieron en la esquina de la casa y se escapó del lugar antes de que llegara el patrullero alertado por el 911. Lo denunciaron de nuevo. No sirvió tampoco. Dirassar apareció al día siguiente con un cuchillo parrillero, la increpó y se lo clavó en el pecho. Solo habían pasado 11 días de la separación. El 26 de noviembre de 2018 ella le dijo que no quería seguir, él la mató el 6 de enero, el día del cumpleaños de Bárbara. La familia de ella era familia de policías, aunque ella no. En la de él era al revés. El padre de Dirassar se suicidó un mes y medio después de que su hijo matara a Bárbara.

Esta es una de las ocho historias que surgen de la lista de la auditoría de Asuntos Internos de la Policía Bonaerense. Son los sumarios más avanzados de policías que asesinaron a mujeres en los últimos dos años. Cualquiera de ellos podría ser Matías Ezequiel Martínez, el femicida de Úrsula Bahillo. Salvo en la historia de Dirassar, los crímenes se ejecutaron con el arma reglamentaria fuera del horario de trabajo. En varios de estos relatos de policías se puede ver también cómo los acusados interfieren en los primeros momentos de la investigación para convencer a quienes instruyen el caso de que se trató de un suicidio. En la enorme mayoría de los crímenes la víctima también era policía y el ataque se produjo porque el asesino no toleraba la decisión de su ex pareja de distanciarse. En la mitad de los casos, por miedo a las repercusiones internas en la fuerza, las víctimas no habían hecho ninguna denuncia previa. Ursula también tenía miedo. Martínez la acosaba y la había amenazado con lastimar a su familia si lo denunciaba.

Danilo Acevedo había llegado a La Plata desde Tandil en 2016 para estudiar en la Escuela de Policía Juan Vucetich. Un año después comenzó a trabajar en la Dirección de Caballería y conoció a la sargento Laura Romina Gutiérrez, que trabajaba en el Comando de Patrulla. Él tenía 32 y ella 30. Se fueron a vivir a un departamento entre el final del casco céntrico y el barrio El Mondongo. Acevedo estuvo ahí hasta febrero de 2019. Ella le dijo que no quería seguir y se separaron. Los amigos de Laura declararon que él siguió insistiendo porque no aceptaba la ruptura. En uno de los testimonios, una amiga dijo que amenazó con suicidarse si ella no volvía con él. El sábado 24 de septiembre de 2019, a Acevedo le comunicaron que sería trasladado a Mar del Plata. Con el papel de la notificación en la mano fue hasta la casa de su ex. Nadie sabe qué fue lo que le dijo. El domingo, una amiga de ella se encontró con la trágica escena: los dos estaban tirados en el living sobre dos charcos de sangre y con una 9 milímetros al lado de Acevedo. Laura tenía cuatro balazos y estaba muerta. A él lo encontraron con un tiro en la cabeza pero aún respiraba. Lo internaron en el hospital San Martín pero el 2 de septiembre murió.

Mientras estuvo vivo el caso se investigó como “femicidio agravado con tentativa de homicidio”. En este caso no hubo denuncias previas de Gutiérrez por violencia de género.

Jhonatan Giuliani trabajaba en la Policía local de Ezeiza. El 25 de diciembre de 2018 llamó a su cuñada para contarle que acaba de tener una discusión con su novia. A la cuñada le llamó la atención tanto detalle. Cortó e intentó comunicarse con su hermana Gisela, la novia de Giuliani. Pero ella no contestó la llamada. Pensó que no tendría ganas de hablar. Dejó pasar el tema hasta que el otro día volvió a sonar el teléfono.

-Vení, Gisela se suicidó -le gritó Giuliani.

Además del dolor, la familia tenía dudas. Gisela también era policía y no tenía antecedentes de depresión. Pero apenas la familia llegó al departamento de la pareja se encontraron que varios policías repetían el mismo relato de Giuliani. Nadie sabía el motivo pero decían que se había suicidado. El se movía en la escena como un policía más, no como sospechoso. Hasta que un agente los hizo desconfiar. “Hay marcas de balas en las paredes”, les sugirió. En el expediente judicial están las pericias de esos dos impactos en el comedor. La mirada de la familia sobre el novio cambió al instante y Jhonatan se dio cuenta. No fue al entierro y luego desapareció. El 13 de enero fue detenido acusado de femicidio.

Omar Ariel Acosta (53) era teniente de la Comisaría de Mar de Ajó. Su ex esposa, Mariana Alejandra Del Arco (32) también era oficial en la Delegación Inteligencia Criminal de Pinamar. Se habían separado dos meses antes. Ella vivía en una casa a una cuadra de la playa, en el balneario de Nueva Atlantis, a pocos kilómetros de donde él trabajaba. La noche del 22 de enero, Del Arco estaba cocinando sola y Acosta, de civil y de franco la sorprendió. Los vecinos escucharon una fuerte discusión y llamaron al 911 pero antes de que llegaran los patrulleros se escucharon varios disparos. Cuando la Policía entró a la casa se encontró con las hornallas aún prendidas y los dos cuerpos tirados entre la cocina y el comedor. Ella había recibido seis disparos, cinco en el pecho y uno en la cabeza. El tenía un solo tiro, también en la cabeza. Todos de la pistola reglamentaria de Acosta. En los registros tampoco había denuncias por violencia de género.

Maximiliano Freyre trabajaba en el del Grupo de Apoyo Departamental en San Vicente. Su mujer, María Sembladuj (35), era subteniente en el Comando de Patrulla. Habían hecho la carrera policial mientras criaban a sus hijos. La historia de él fue difícil de reconstruir. Desde el comienzo de la investigación se presumió un intento de suicidio y sus datos no fueron difundidos. Ella quiso denunciarlo por violencia de género pero finalmente no se animaba por cómo eso repercutiría en la fuerza y en su propia carrera. El 19 de agosto de 2019, una hija encontró a la víctima en su habitación con un tiro en el pecho. Freyre fue quien llevó a Sembladuj al hospital. Ella murió en el camino. Freyre sostuvo en las declaraciones que María se había suicidado pero las pericias pusieron en dudas su versión. Luego fue detenido y separado de la Bonaerense.

Daniel Benítez era subteniente de la DDI de La Matanza y mantenía desde hacía meses una relación con la policía con Melisa Navarro, también policía en un destacamento de Lanús. El 16 de mayo de 2019, Benítez fue a la casa de Navarro, en Claypole. Ella estaba con su hija de 8 años. Habían discutido porque ella no estaba convencida de vivir con él. Según Benítez, durante la discusión se le cayó su arma reglamentaria y se disparó. Ella recibió un tiro en la cara y murió en el instante. Hay una investigación abierta en la Justicia de Lomas y hasta que no se resuelva está separado de la Policía.

Nicolás Agüero había terminado de estudiar en la Escuela de Vucetich en diciembre. Lo habían asignado al Operativo Sol en Cañuelas. Tenía 19 años y había alquilado una casa cerca del control vehicular del verano. Había conocido en un boliche a Romina Ugarte, que tenía 26 años y una hija con otro policía. Ella trabajaba en el Comando de Patrulla de la zona. Del día del crimen solo se conoció la versión de Agüero. Contó que estaba limpiando el arma y se le escapó un tiro. “La maté sin querer”, sostuvo siempre. Lo acusaron de homicidio calificado agravado por ser funcionario policial y por el uso de arma de fuego. Él tenía formación en violencia de género.   

El 16 de febrero de 2020 Jonathan Arancibia dijo que su pareja, Karen López se había suicidado. Los dos eran policías de Merlo. Ella estaba tirada en la cama, con un tiro en el pecho y con su hijo de 8 años en la habitación de al lado. Era al menos extraño. Pero él lo sostuvo y luego los policías que hicieron las primeras pericias lo repitieron. “Ella me encontró un mensaje de otra mujer”, dijo Arnacibia, quien fue detenido y luego dejado en libertad. Hay una investigación en la UFI N°11 de Morón. El policía fue separado de la Bonaerense y se le sigue una investigación interna. La madre de Karen pide Justicia y no tiene dudas en acusar a Arancibia como el asesino. Espera una pericias balísticas de Gendarmería que den precisiones de lo que ocurrió con su hija.

Dairio.Ar

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