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Aprender haciendo…

Autora: Elizabeth Iñíguez

“La pronunciación del mundo, con la cual los hombres lo recrean
permanentemente, no puede ser un acto arrogante”.
Freire, Paulo. Pedagogía del oprimido. Tierra Nueva, Montevideo,
1970 Pág. 103

La cultura predominante en Occidente fijó la relación entre teoría y práctica de un modo jerárquico. La acción debía estar fundada en el saber. Al decir de Levinas los conocimientos iluminaban la actividad: “el conocimiento exige a los actos el dominio de la materia, de las almas y de las sociedades” (Levinas, 2001). Nuestra cultura estableció así una solidaridad jerárquica entre la técnica, la moral, y la política. Pero el tiempo pasó y la certidumbre también. El descubrimiento del otro, las reflexiones en torno a la noción de sujeto, una visión crítica en cuanto a la construcción de la realidad y el legado cultural moderno permitieron revertir la relación entre teoría y práctica. Hacia fines del siglo XX se reconocía que es a partir de ciertas condiciones políticas donde se forman y configuran los sujetos, los diferentes dominios del saber y hasta las relaciones que se establecen con la verdad (Foucault, 1980).

En el ámbito de la Educación Popular se postula una relación dialéctica entre práctica y teoría, entre la acción y la reflexión. Esta relación descansa y se configura sobre el paradigma de la praxis. De allí que el proceso de construcción de conocimiento sea considerado como un proceso dialógico de transformación de la realidad. Desde este enfoque, el rol y la función de cualquier agente que intervenga en procesos de desarrollo social, cultural o educativo, se funda en el establecimiento de una relación horizontal, participativa y democrática. En esta relación los técnicos y/o educadores no cumplen la función de transmisores autorizados de información, conocimientos o veedores externos de intereses ajenos a las comunidades. Por el contrario, cumplen la función de facilitar los procesos de conocimiento y desarrollo, convirtiéndose así en sus catalizadores. Una relación de este tipo se basa en la consolidación de modelos de intervención alejados del modelo asistencial tradicional. Aumenta las posibilidades de acción de los sujetos y permite consolidar mayores niveles de autonomía y autodeterminación.

Estos procesos de acción, reflexión, creación (o transformación) implican la apropiación de aquello que se conoce. Por esto, conocer la realidad es apropiársela. Todo acto de representación de lo real supone metabolizar lo aprendido, interiorizarlo; teñir la realidad de las propias singularidades, para luego dirigirse nuevamente a ella, configurando en la praxis, y junto con los otros, el mundo que nos rodea.

Este mundo así construido es el mundo que nos es dado como espacio en común. Es el mundo habitado, conocido, compartido. Es el mundo de la con-vivencia humana; es el mundo desde el cual se instituye un orden y se regulan las conductas. Es en este espacio que vivimos en común, en el ámbito de lo compartido y lo con-vivido junto a los demás, donde nace la política. Definida como la capacidad de hacer y de decir, la política es para Arendt un elemento integral de la vida en sociedad. Surgida en la relación con los otros “la política se torna ineludible para la vida social, puesto que el hombre no es autárquico, sino que depende, en su existencia, de los otros” (Arendt, 1997: 138).

Manual Metodológico
Para el Fortalecimiento Institucional de Redes
Territoriales de Organizaciones de Base

La política social se legitima desde la participación popular

(Descargar manual en portada)

Aprender haciendo…
Aprender haciendo…

Este “Manual de Metodología para el Fortalecimiento Institucional de Redes Territoriales de Organizaciones de Base”, sistematiza la vivencia vincular que hemos ido trabajando en el territorio a lo largo de estos años de gestión. Construyendo y fortaleciendo las redes, achicando las asimetrías en un país inequitativo socialmente, pero también territorialmente. Hay que “aprender haciendo”, señala el CENOC, para trabajar sobre los factores que llevan a la injusticia social y repararla, promoviendo la solidaridad, el esfuerzo compartido y el trabajo fecundo. Esto no se
hace solamente con una asignación de recursos, sino abriendo caminos todos los días, aportando los instrumentos que permitan el cambio.

Nada resulta fácil después del devastamiento que tuvimos con una dictadura militar que se apropio de los derechos humanos y sociales, con un modelo neoliberal que tuvo su apogeo en la década del ’90 e incautó nuestra identidad como país. La cuestión social para el modelo neoliberal tuvo la impronta de aliviadora social y hasta de conciencias. Un modelo asistencial, más relacionado con la economía del dolor, casi diría un modelo de vaciamiento. La cuestión social para nuestro Gobierno en cambio, es buscar el desarrollo a escala humana lo que debe hacerse y abordarse desde el territorio. Es acá donde debe trabajarse de manera integral, más directa, más real al abordar las políticas sociales.

 

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