imagen destacada

El patriarcado es un sistema sociocultural en el cual los hombres detentan el poder en los ámbitos políticos y económicos extendiéndose a cualquier aspecto de la vida. El sistema patriarcal tiene como consecuencias un conjunto de violencias y desigualdades de género, sobre el que se asienta.
Por Florencia Zerdá*
Previo al patriarcado, las sociedades eran tribus, todos trabajaban y compartían el fruto del trabajo. Al formarse las civilizaciones modernas el hombre empezó a obtener la propiedad de la tierra, que antes era de la tribu. Es así como el varón se instituyó en líder, gradualmente consiguió trabajar, estudiar y ser ciudadano, mientras que la mujer quedó relegada bajo su dominio, dedicándose al cuidado del hogar y la familia.
La esfera privada y doméstica en la que actuaba la mujer era la antítesis de la esfera pública reservada al hombre ciudadano. Ciertas virtudes, que en esa época, eran consideradas femeninas, por ejemplo la irracionalidad o la sensibilidad, entraban en conflicto con las virtudes que se esperaban de un buen ciudadano, que ejercía los derechos, mientras que la mujer no poseía derecho alguno.
Hacia mediados del siglo XIX  los primeros movimientos de mujeres reclamaron el acceso a la educación y al voto. De a poco la mujer se fue incorporando a la vida pública y al mercado de trabajo, en labores que reproducían lo que se entendía que era natural en la mujer como trabajos manuales o asistenciales.
Al consolidarse la economía capitalista, se propició lo que se llama “crisis del cuidado” porque antes el varón era el proveedor y la mujer la cuidadora y reproductora, pero ahora al trabajar, ella también era la proveedora. Con estos nuevos roles, surgió una nueva división sexual del trabajo, diferente a la que ya había: la mujer pasa a ser la proletaria del proletario,(citando a la feminista Socialista Flora Tristán). Se labora a la par del hombre, para luego volver al hogar a seguir trabajando allí, cumpliendo una doble jornada.
Esta división sexual del trabajo se mantiene hasta la fecha, a nivel mundial. En Argentina, la Encuesta sobre Trabajo No Remunerado y Uso del Tiempo realizada por INDEC en el año 2013, arroja que, en una pareja con hijos, la mujer realiza diariamente 3 horas más de trabajo de cuidado domestico y familiar. Esto incluye quehaceres domésticos, apoyo escolar, cuidado de niños y personas mayores.  Si sumamos todas estas horas, el resultado es 51 días anuales de trabajo domestico no remunerado. Este desfasaje se mantiene en el mismo nivel aun cuando el hombre está desocupado y la mujer trabaja, y baja a dos horas cuando la pareja no tiene hijos, como también disminuye si la pareja tiene un mayor caudal económico que le permite  contratar, a otras mujeres, para realizar trabajo domestico.
El trabajo doméstico no remunerado requiere tiempo, esfuerzo y genera un valor económico fundamental para el mantenimiento de la economía. Sin alguien que cuide el hogar y la familia colapsaría el sistema. Este trabajo se encuentra en gran parte no valorado e invisibilizado, de hecho si se le preguntamos a las amas de casa si trabajan, muchas contestan que no, y esto es así porque todavía se sigue creyendo que lo domestico es un don o un rol natural de la mujer o que es una labor que se hace por amor, idea muy vigente en la Argentina, sobre todo en los lugares más alejados de los grandes núcleos urbanos.
En realidad las tareas domesticas no se hacen con los genitales. Las mujeres no nacemos con una predisposición genética para saber coser la ropa o para cambiar pañales. Son roles de género construidos cultural e históricamente. La única diferencia entre hombres y mujeres es la posibilidad de amamantamiento. Todo lo demás lo podemos realizar por igual.
¿Cómo influye este desfasaje en las tareas de cuidados entre hombres y mujeres?: tenemos varias consecuencias que son aplicables a mujeres en pareja con o sin hijos, a madres solteras, y a madres separadas con hijos, todas se relacionan y retroalimentan entre si
Retraso académico-laboral: muchas mujeres durante el periodo pre y post maternidad y en los primeros años de hijos e hijas abandonan su trabajo y sus carreras académicas, produciéndose un mayor progreso del varón. Esta situación en muchos casos genera dependencia económica de la mujer y puede producirse violencia económica de género. Según la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC del año 2014, la tasa de actividad de las mujeres se reduce del 54% a 39% a medida que hay más niños y niñas en el hogar. Muchas mujeres se ven obligadas a abandonar trabajo y carrera porque el varón no cría a la par de ellas y sinceramente no dan a basto y muchas otras lo consensuan con su pareja dejando que él progrese porque en definitiva el varón gana más y les conviene a ambos, esto últimono es una decisión libre porque está condicionada por otra desigualdad, y ahí pasamos a la segunda consecuencia
La Brecha salarial: En la argentina según el estudio del INDEC de Evolución de la distribución del ingreso, primer trimestre de 2017 arroja que los hombres ganan el 27 % másque las mujeres y esto puede tener varias causas.  Muchas mujeres están empleadas en labores de media jornada, para poder cuidar a sus hijos e hijas, o en labores más precarias, o de menores pagas como trabajo doméstico, o docencia. Prácticamente el 20% de las mujeres asalariadas trabajan como empleadas domesticas, y es un sector muy precarizado a pesar de los avances legislativos de los últimos años. Otra posible causa puede ser que las mujeres afrontan una tasa más alta de desempleo, por ejemploen el primer trimestre de 2017, conforme datos del Indec, la tasa de desocupación en las mujeres fue del 10,2% frente al promedio nacional de 9,2%. Además las mujeres son el 30% de la población con menores ingresos del país, este fenómeno se conoce como la feminización de la pobreza. Los prejuicios, la discriminación laboral hacia la mujer y la falta de acceso a los puestos jerárquicos, también presionan a la baja del salario para el rango femenino.
-Discriminación laboral hacia la mujer: Si bien el cuerpo normativo  argentino tiene mecanismos para evitar la discriminación, esto no implica que en realidad no suceda. Toda mujer está acostumbrada a que en una entrevista laboral se le pregunte si piensa tener hijos, ¿Cuándo?, ¿Cuántos? ¿Quién los va a cuidar?, preguntas que no se suelen hacer para los varones. Es, como mínimo, harto descabellado tener que rendir cuenta de nuestros planes reproductivos ante un posible empleador, pero lo tenemos lamentablemente normalizado.
El mercado laboral discrimina a la mujer porque se presume que es quien asume las tareas de cuidado, y en definitiva, según las estadísticas es así. La discrimina porque es la que falta cuando hijos/hijas se enferman y porque hay una licencia de maternidad de 3 meses, extensible a 6 meses más, sin goce de sueldo, contra los 2 míseros días de licencia por paternidad que la ley de contratos de trabajo otorga, dejo a salvo que algunos convenios colectivos, como por ejemplo, los empleados de la justicia nacional, que  tienen 15 días de licencia por paternidad, que igual sigue siendo poco.  Para la ley de contratos de trabajo es lo mismo que un hombre tenga un hijo que rinda un examen: 2 días seguidos para cada casoy ese es el valor que se le da a la paternidad en nuestro país, la misma ley emanada del estado reivindica y sostiene la idea que es un rol de la mujer criar al hijo y el del hombre un mero acompañamiento de dos míserosdías. Desmitifiquemos la idea de que la mujer es más cara como empleada: las licencias por maternidad las afronta el Anses, no el empleador, dando la posibilidad al empresario de que contrate otra persona en su lugar, o cubra el puesto con recursos internos. Otra forma de discriminación hacia la mujer es la segregación en ciertos sectores que se consideran puramente masculinos, y si bien esto disminuye con los años, todavía conocemos compañeras que son discriminadas en ciertos sectores donde les cuesta abrirse camino.
La última consecuencia del desfasaje en las tareas de cuidado es el Techo de cristal, que es una metáfora utilizada para referirse a la existencia de barreras laborales invisibles que encuentran las mujeres para acceder a cargos jerárquicos.El techo de cristal es fácilmente visible mirando una foto de cualquier gabinete estatal, los directorios de una compañía, o sindicatos. Sin ir más lejos pensemos en la foto del escenario de la marcha de la CGT del 22 de agosto. Frente al planteo de medidas de discriminación positiva, como los cupos para mujeres, los detractores hablan de que debemos acceder por idoneidad, sin embargo los porcentajes de capacitación académica demuestran que las mujeres son el 60% de las estudiantes y graduadas universitarias, es decir están más preparadas que los varones, entonces ¿Por qué no llegan a los puestos más altos? ¿Qué se los impide? Sólo el 4% de las empresas en Argentina, está dirigido por mujeres, según un relevamiento realizado por Glue Consulting.  El techo de cristal es consecuencias todas las desigualdades anteriores: de la brecha salarial, del retraso de la mujer en los periodos de maternidad, y de la discriminación laboral hacia ella. Además todavía existen muchos prejuicios sobre la mujer jefa o líder, siempre ronda la prejuiciosa pregunta ¿con quién se acostó para llegar? y se sigue creyendo que somos demasiado emocionales para cumplir determinados roles de importancia… sí, igual que en la antigüedad, algunas cosas no cambian.
Otro factor de desigualdad de géneroy que influye en la feminización de la pobreza, es la falta de pago de las cuotas alimentarias, que constituye una forma de violencia económica de género conforme ley 26.485  y es un problema que afecta gravemente a madres separadas o solteras. Al igual que las afectan los incumplimientos, de lo que en el antiguo código civil, se llamaban  régimen de visitas. Muchas madres no tienen tiempo para dedicarse a ellas mismas, ante la ausencia de los padres, sumando en sus espaldas la carga y la culpa de los prejuicios sobre lo que una “buena, dedicada y abnegada madre” debe hacer.
A modo de conclusión, es necesario lograr en la sociedaduna redistribución equitativa de las tareas de cuidado, al interior de cada núcleo familiar y entre parejas separadas con hijos. Es una labor conjunta de mujeres y sobre todo de los hombres hablar de estos temas, tomar conciencia, y educar a hijos e hijas erradicando roles y estereotipos. Además necesitamos que se sancione alguno de los muchos proyectos de ampliación de licencias por paternidad, una reglamentación del art. 179 de la LCT que establece la creación de guarderías en ciertos lugares de trabajo, una mejora de los servicios estatales de cuidado,y trabajar en políticas públicas orientadas a compensar y eliminar la discriminación laboral hacia la mujer.
 
* Florencia Zerdà. Feminista. Abogada laboral egresada con diploma de honor de la Universidad de Buenos Aires, ha realizado un posgrado en género y derecho en la UBA y diversos cursos de capacitación en la materia. Escribe en plataforma web relacionada con temas de género y realiza asesoramiento jurídico a mujeres víctimas de violencia.
 
FlorcitaNdR: El texto corresponde a la ponencia de la profesional en la Jornada “Sensibilización y Conciencia de la Violencia de Género” en la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires, 28 de agosto de 2017.