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La artista catalana Mireia Serra se ha consolidado como una de las figuras referentes del arte urbano español gracias a sus imponentes retratos femeninos con cierta mirada melancólica.

Por Jacobo Piñol

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Juliette’ uno de los murales que catapultó a la fama a la artista, situado en Plans de la Unilla, Lleida. (Archivo Lily Brik)

Tarrés (Lleida) -. De un tiempo a esta parte, en los horizontes de la Cataluña interior han aparecido gigantescos retratos de mujer en edificios insospechados trazados a golpe de espray. Masías aisladas, cabañas de adobe o paredes de ladrillo sirven de lienzo para los murales de mujeres imponentes y taciturnas, llenas de color y expresividad, rodeadas de un halo misterioso.

La responsable no es otra que la artista leridana Mireia Serra Bernadó (1990) que firma sus obras bajo el seudónimo Lily Brik. Serra empezó con los aerosoles casi por casualidad y encontró en el arte urbano -y rural- su forma de vida y expresión. La conocemos en el diminuto pueblo de Tarrés (Lleida) donde el ayuntamiento le ha encargado un mural que engalane las paredes del nuevo depósito de agua. En esta ocasión, el dibujo recoge a Ramon de Boixadors -señor feudal del lugar- paseando con su esposa Ermesinda por un paisaje donde la vid y el almendro son los protagonistas.

Mireia Serra, quien para su vertiente artística toma el nombre de la musa del poeta georgiano Vladimir Mayakovski, Lilya Brik, dice que se quedó fascinada con la instantánea que el troskista Alexander Rodchenko tomó en 1924 de ‘la indomable Lili’ (así la llamaba Neruda). El retrato, en el que aparecía Brik lanzando un grito a la Rúsia soviética, se convertiría en uno de los fotomontajes más célebres del constructivismo. “La vida de Lilya Brik me fascinó desde el principio; poeta, directora de cine, escritora y bisexual, la considero una mujer valiente y ejemplar”, comenta.

La artista catalana, técnica superior en gráfica publicitaria, empezó a pintar paredes cuando unos amigos grafiteros la invitaron a ensayar con los espráis en la canalización del Riu Segre de Lleida. Su experiencia vaporizando pintura fue tan reveladora que desde entonces se enganchó. “Descubrí que con un bote y un difusor puedes lograr mil cosas; te otorgan una libertad infinita”, acota. A partir de ahí empezó a experimentar en paredes que le cedían los propietarios dando rienda suelta a su poderosa imaginación.

Entre el modernismo, Rembrandt y Caravaggio

La autora leridana explica que cuando se le concede la licencia de pintar su verdadera esencia como artista opta siempre por retratar a “mujeres fuertes de mirada melancólica”. A tal efecto, la catalana aduce que “uno de mis objetivos ha sido el de retratar mujeres en murales gigantes para demostrar sobretodo a las mujeres que pueden hacer lo que se propongan”. Su estilo surge del art nouveau (el modernismo de la belle époque francesa) pero denota también la influencia de los maestros del siglo de oro neerlandés. Además, la propia Lily Brik puntualiza que dos de sus grandes referentes son Rembrandt “por su dramatismo y cromatismo” y Caravaggio por el juego entre luces y sombras de sus obras

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‘La dama de les flors’ uno de los primeros murales de Brik ubicado en el Camí de la Mariola de Lleida. (Archivo Lily Brik)

Sus heroínas gigantescas, llenas de ternura y emotividad, son las que le permitieron adquirir fama internacional, primero con las redes sociales y luego de la mano de prestigiosas revistas especializadas. A consecuencia de su proyección, la Agencia Espacial Europea (ESA) la eligió como representante española para participar en el concurso Grafitti without gravity, en el que quedó en tercera posición pese a sufrir una lesión muscular en una extremidad. “Para mi fue una alegría inmensa, aunque lo que más me gustó fue conocer al resto de participantes ¡todos unos ases!”, exclama. Además, ha participado en afamados festivales de street art como Meninas de Canido (Ferrol), Grafitea (Cheste), Gar Gar (Lleida), Cruïlla (Barcelona), Muban (Murcia), JAM, 20 años de Hip-hop (Jaén), IntARTvenció (Martorell), Muestra de arte urbano 12+1 (L’Hospitalet del Llobregat) o el Street Art City (Lurcy-Lévis, Francia), entre otros. También ha realizado murales en Gambia, Alemania u Holanda y, encima, tiene previsto viajar a Los Ángeles, Japón y Dinamarca para seguir extendiendo su arte por todo el mundo.

Es preciso señalar que sus obras también reflejan escenas campestres de todo tipo: un pastor con el ganado, el rostro enjuto de un viejo aldeano barbudo, un picapedrero cortando los cantos de cal recién salidos del horno, los atrevidos raiers del pirineo en sus balsas de madera y hasta una escena de caza inspirada en el arte rupestre. También tienen un papel relevante la fauna y la flora de cada zona.

De profesión, muralista

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Lily Brik finalizando su último mural con el pueblo de Tarrés al fondo. (J.P.)

En poco tiempo, la muralista ha profesionalizado su labor consiguiendo hacer de su pasión una forma de vida. Por eso, ante todo, Lyli Brik es una mujer emprendedora. Según explica, “ahora la mayoría de los trabajos los realizo por encargo”. Los clientes son principalmente empresas privadas, entes públicos y particulares, que quieren cambiar la imagen gris e inapetente de una fachada, pared o verja. En los festivales, normalmente, también debe ceñirse a una temática establecida.

En este sentido, la artista aclara que “el cliente me transmite su idea y la voy modelando hasta conseguir una propuesta que se adapte a sus necesidades y a las del entorno”. Y la cosa funciona porque, según relata, desde que empezó, hará cosa de cinco años, “no he parado de trabajar”, por lo que en su caso, “se puede vivir perfectamente del muralismo”.

Lily Brik es una artista generosa y extrovertida, no duda en hacer un break en su trabajo si algún curioso la interpela por su técnica. “Cualquiera que pase por aquí puede preguntarme lo que quiera que yo le aconsejaré o le explicaré como hacerlo. Creo que atraigo a este tipo de gente y con el tiempo he tejido una red de cooperación en todo mundo”, subraya. Asimismo, la catalana imparte talleres y clases magistrales en las que muestra todos los secretos de su método artístico.

Se buscan grafiteras

El mural más grande de Lily Brik ocupa 500 metros cuadrados y pocos artistas serían capaces de completar una obra de esas dimensiones. Pese a ello, es habitual que escuche comentarios falócratas de transeúntes con mentalidad anacrónica. “Me preguntaban que si soy capaz de montar el andamio, de dirigir la grúa o que si tengo algún compañero que me ayude para no hacerme daño… Supongo que un chico este tipo de cuestiones no las tiene que abordar”, arguye.

A simple vista, lo que conocemos como grafiti -el término hace referencia solamente a la tipografía realizada con aerosol- es un mundillo copado por hombres. Según Brik, esto se debe a que “las mujeres nos hemos tenido que encargar de la casa o de los hijos y eso nos ha impedido explorar mejor nuestra faceta artística”. Por eso, según revela la artista, “es difícil encontrar compañeras que se dediquen al arte urbano. Espero que mi ejemplo sirva para que cada vez más chicas den el paso y se atrevan con las paredes”.

Seas hombre o mujer, los murales de esta magnitud llegan a causar estragos en el estado físico del artista. Pueden pasar varias semanas desde que Lily Brik empieza un dibujo y lo termina, trabajando cada día una media de ocho horas. La artista ha pintado treintenas de murales en poco más de un cuatrienio. Evidentemente, el cuerpo se resiente y las visitas al fisioterapeuta son habituales. “El brazo sufre mucho porque al tenerlo levantado tantas horas los músculos se agarrotan. Es un desgaste parecido al que sufren los deportistas de élite, aunque mi actitud siempre es positiva”, asevera. Además, la exposición prolongada a los aerosoles y a los disolventes es un inconveniente añadido que requiere supervisión médica regular.

De zero, la primera exposición en solitario de Lily Brik

Las obras firmadas por Lily Brick son efímeras. La misma artista explica que tienen “una vida aproximada de diez años” hasta que las inclemencias meteorológicas empiezan a mellarlas. No obstante, Brik aclara que “siempre les aplico un barniz protector para protegerlas y alargarles la vida”.

Esta es una de las razones que ha llevado a la autora a centrarse ahora también en obras de menor formato sobre soportes tales como la madera, la tela o el cartón para entrar a formar parte del mundo de la galerías de arte y los museos. En este sentido, el Espai Cavallers de Lleida será la primera sede de la exposición itinerante De zero, un recorrido a través de la evolución de la obra de Brik. Sobre la muestra, la artista dice que “quiero que todas las obras que se expongan muestren los errores que he podido cometer en mi proceso de creación, mostrando la evolución de mi trabajo”.

De acuerdo con esto, la retratista recuerda como cuando empezó a pintar “utilizaba vino, café o incluso cubitos de caldo deshidratado como pigmentación porque no podía costearme los espráis”. Por lo tanto, en esta exposición “quiero mostrar mis pruebas de color, de forma, los bocetos a lápiz… Estarán también mis primeros cuadros al óleo y algunos acrílicos. Creo que es importante enseñar a la gente la investigación personal que he realizado durante estos años para llegar donde estoy”.

 

Lily Brik: el muralismo tiene nombre de mujer
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