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Con guion y dirección de Federico Palazzo la película se basa en el libro autobiográfico de Gabriela Mansilla: “Yo nena, yo princesa”.

La historia describe el recorrido de una madre a quien ni la medicina, ni la psicología parecen darle respuesta a los padecimientos de uno de sus hijos mellizos. Desesperada recorre y busca soluciones hasta que descubre que todo se debe a que Manuel no se identifica con el sexo que le asignaron al nacer. Emprende así una lucha interminable para que sea respetada su identidad de género, ya que es una niña trans. Esta es la historia de esa madre, pero sobre todo la de Luana, la niña que eligió su propio nombre.

Por Emiliano Samar*
para Diario Digital Femenino

Escucha este artículo en la voz de Marina Colado

Niñeces y adolescencias trans es el tema que llega de la mano con esta película. El imaginario colectivo de que sólo existen personas trans adultas está aún presente. El film echa luz con respecto a que la identidad de género de una persona es una vivencia interna, individual, personal y única. Hay personas que se identifican con un género distinto al asignado desde la infancia o adolescencia, mientras otras lo hacen en la adultez, también hay quienes habiendo sido trans dejan de serlo.

Yo nena, yo princesa
Yo nena, yo princesa

Hablar de infancias y adolescencias trans es correr el velo para dejar ver una realidad que es parte del abanico identitario de la sociedad que conformamos. Cualquier momento evolutivo de la vida es propicio para encarar estas cuestiones. Son vivencias legítimas con sus formas de expresión y maneras de nombrarse y conforman recorridos fluidos, heterogéneos, diversos y cambiantes.

En algunos casos por temor o falta de información, en otros por concientes posiciones discriminatorias y sus consecuentes prácticas de odio, se termina sosteniendo un paradigma heteronormativo, biologicista y binario que propicia marginación, criminalización y patologización de la diversidad. Los derechos, reconocidos por tratados internacionales y la legislación Argentina, incluyen a las niñeces y adolescencias en tanto derecho al desarrollo personal, al trato igualitario, al disfrute, a la educación, al acceso a la salud, al derecho a ser diferente, a la libertad de expresión y a la identidad.

La Ley Argentina N° 26.743 de Identidad de género despatologiza por completo y visibiliza la identidad trans en todas sus etapas, tanto en la adulta como en la infancia y la adolescencia. Es una ley reconocida por pionera y de avanzada a nivel internacional.

Se destaca en ella el derecho al trato digno y la posibilidad para las niñas, niños y adolescentes de acceder al cambio registral de su documento nacional de identidad, a la realización de tratamientos hormonales y a las adecuaciones pertinentes.

La Argentina ha transitado un largo y profundo recorrido en materia de diversidad sexual. En cuestión de derechos humanos se fue ajustando a los marcos internacionales, colocándose  como referente en dicha temática. En particular al referirnos a los derechos de las personas trans nuestra legislación es de vanguardia. En el año 2005, al sancionarse la Ley N° 26.061 de Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes, se reafirma su concepción como sujetos de derechos, es el Estado quien debe velar por la protección y garantía en el acceso y ejercicio pleno de los derechos humanos. Se reconoce que las decisiones que involucran su autonomía y destino han de ser siempre con y desde ellas y ellos. Sobre esta base se establecieron las bases de la Ley de Identidad de Género y la clara referencia a la niñez trans.

Con respecto al cambio registral la Ley de Identidad de Género habilita, a través de un trámite administrativo, el cambio del nombre y la categoría registral de sexo en la

documentación de quienes no se identifican con el género que les fue asignado al nacer: partida de nacimiento, DNI, pasaporte, etc. Se garantiza así el reconocimiento legal de la identidad, sin otro requisito más que la solicitud y la expresión del nombre de pila elegido. Es importante destacar que el cambio registral no es requisito para el respeto

del trato digno. Se trata de un derecho y no de una obligación.

Para las personas menores de dieciocho años de edad, según el artículo 5 de la Ley Nacional N° 26.743, la solicitud del trámite es efectuada a través de sus representantes legales y con expresa conformidad del o la menor, teniendo en cuenta los principios de capacidad progresiva e interés superior de la niña o niño. La persona menor de edad deberá contar con la asistencia de un abogado como está previsto en el artículo 27 de la Ley N° 26.061.

Pero pensar en clave de derechos y específicamente con respecto a infancias y adolescencias, implica algo más que dictar leyes o programas que los contemplen. Como dice la doctora Gabriela Yuba un enfoque de derechos humanos constituye “un modo de intervención, de mirada, de perspectiva; es una herramienta esencial para poner en valor la dignidad humana, la igualdad”.

Yo nena, yo princesa
Yo nena, yo princesa

Niñas, niños y adolescente ejercen ciudadanía. Lo hacen a partir de sus propias prácticas  sociales y culturales. Participan activamente al interior de la sociedad, se relacionan con otras y otros y habitan espacios públicos y comunes. Incluso en diferentes experiencias participan de programas que incluyen sus voces en debates y propuestas legislativas y de alcance político. El Estado es el garante de la efectividad de los derechos, debe custodiar  aquellos consagrados en la Convención sobre los Derechos del Niño principal iniciativa que motiva e inspira nuevos contratos sociales y que surge de organizaciones sociales, del activismo y las agrupaciones.

Las luchas colectivas a partir del pulso de la historia van trazando el camino. En el recorrido las leyes dan el encuadre, encauzan prácticas, protegen a sectores vulnerados, igualan derechos, garantizan accesos. Las transformaciones culturales requieren tiempo y acciones, intervenciones cotidianas, comunicaciones claras, circulación de la información.

La Asociación Civil Infancias Libres elaboró un informe revelador y necesario para saber quiénes somos y dónde estamos: sobre una muestra de cien experiencias trans relevadas, las primeras expresiones de la autopercepción de un género distinto al asignado al nacer se dan principalmente entre el primero y los 4 años de edad (46%), y en segunda instancia entre los 5 y 8 años (31%). Es decir, en un 77% de los casos estas manifestaciones suceden antes de los 9 años.

Esas niñas, niños y niñes requieren entornos de escucha. Tienen derecho a un  acompañamiento que les permita llevar adelante sus procesos de construcción y expresión identitaria. Necesitan que se les garantice una transición saludable que haga foco en la particularidad y singularidad de su vivencia interna. Es decir, que se los vuelva visibles y se los mire.

“Lo desafiante y novedoso con Luana es una verdad que se presupone más de lo que se practica: la afirmación de que los niños y las niñas tienen derecho, más allá de la voluntad y del deseo de sus padres. Y deja un enunciado a ser escuchado dejando de lado todo autoritarismo: el poder vivir de acuerdo con nuestra propia identidad es estar en armonía con el mundo, aun cuando el mundo tenga varias voces sobre el tema”, había escrito César Cigliutti en el prólogo del libro “Niñez trans”. Valeria Paván, compiladora y autora en dicha publicación sostiene: “Nunca es el cuerpo equivocado”.

La mamá de Luana dejó correr la tinta en cuadernos para su hija, allí trazaba frases que buscaban ser estímulo y fortaleza para el mañana de esa niña. Sin saberlo se gestaba un libro, que se volvería luego documental, película, asociación, lucha, canto colectivo. Las banderas se alzan en los rincones de este país pionero, las voces se entraman de manera coral pero el himno es uno solo: Una infancia reconocida, libre de prejuicios, ciudadanías empoderadas y con acceso a sus derechos.

Niñas, niños y adolescentes que puedan desarrollarse y crecer libres nos garantiza a todas y todos un mundo mejor, una sociedad más inclusiva, justa, equitativa e igualitaria.

(*) Columnista de Diario Digital Femenino
@emilianosamar
emilianosamar@gmail.com

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