Compartimos video disparador y la transcripción de dos de los testimonios recogidos en el encuentro: Niñez trans – Derecho a la identidad y experiencias de familias realizado con el objetivo de resignificar la efemérides del Día de las Infancias, generando un espacio de diálogo para familias en transición, viviendo realidades que hermanan, e imaginando futuros posibles, libres y plenos.
Desde la propuesta se preguntan ¿Qué infancias estamos construyendo? ¿Cómo se acompaña a una infancia trans? Cuyas respuestas pueden darse mediante la puesta en común de experiencias contadas donde se abordaron los ejes: Crianza, Educación, Salud y Derecho.
Romina Pezzelato, madre de Gema, y Roque y Martu, mamá y papá de Joaco, participaron de un encuentro que se propuso desde el Centro Cultural España Córdoba para “resignificar la efemérides del Día de las Infancias, generando un espacio de diálogo para familias en transición, viviendo realidades que hermanan, e imaginando futuros posibles, libres y plenos”.
En ese sentido se abordó el derecho de las infancias trans y cómo esto permite revisar las historias y biografías de papás y mamás, de referentes afectivos, que nos comparten su vida, sus vivencias y cómo transitan este proceso de sus niñes en los distintos ámbitos. En el ámbito de la familia, en cuanto a la crianza, en el ámbito escolar y en el sistema de salud.
En su intervención, Pezzelato contó que Gema tiene cinco años y “criarla es como criar a cualquier niñe, en muchos aspectos: Enfrentar berrinches, acompañar la vida escolar, los malestares de salud”.
A su vez, remarcó que “nuestres hijes no son monstruos” y que “no encarnan ninguna extrañeza”, salvo por su “absoluta libertad que ha sido la de obtener el nombre que ella eligió y nos lo manifestó a los cuatro años”.
“Su proceso empezó como a los dos años y en este viaje al que nos invita Gema, pensaba en los adultes trans, pensaba en sus infancias. De su percepción, desde muy pequeñes con la identidad asumida y así mismo fue con Gema. Ella empezó a decirnos después de los dos años y algo que se sentía una nena. Que le dijéramos nena, que la nombremos hija. Frente a las negativas, venía la angustia. Negativas de su hermano que se resistía. Le venía una angustia con llanto”, contó.
En ese proceso, afirmó que acompañaban “diciendo que sí, que cada une es lo que quiere, en el fondo como mamá y papá pensábamos que en algún momento se le iba a pasar. Que tal vez era una ocurrencia que tenía que ver con el juego. Así se nos planteó también en el jardín al que ella iba en ese momento, que tenía que ver con el universo de la imaginación, de lo lúdico, pero una persona puede asumir que esto es así si esto dura una semana o quince días”.
Sin embargo, Pezzelato sostuvo que “lo de Gema era permanente, era sostenido en el tiempo y empezó a pedir ropa de nena. Ella tiene un hermano de 9 años, León, y en casa hay ropa de varón binaria. Porque es así, en casa no hay ropa de varon color rosa. Porque cada uno viene ya reseteado y formateado, aunque nos resistamos y hoy también peleamos en contra de eso”.
Ante este pedido, salieron a “pedir ropa a las primas, a madres de niñas, llegaron las primeras polleras y ese fue como el elemento de la transición de Gema. Nunca se la sacaba, ni para dormir. Permanentemente andaba con su pollera arriba del pantalón y de toda la estética de varoncito. Y planteó que quería cambiar el nombre y quería llamarse Gema, esto es en relación a una amiga trans adulta nuestra muy querida que se llama Gema Ríos”.
Un antes y un después.
La mamá de Gema contó que, cuando apareció el nombre, fue como “que no había retorno. Ahora lo contamos, en su momento lo lloramos. Fue un proceso hondo, muy profundo y hoy es un proceso con mucha alegría, con mucho alivio. Compartía ayer con otra chica que aceptar el cambio de identidad fue un alivio. Se alivio Gema, nos aliviamos nosotres, se alivió todo el mundo, porque dejó de haber una tensión con la que vivíamos. Era el ‘bueno sí, pero no’ que estaba acá inundándonos, tensionándonos”.
“Así hemos ido surfeando, al principio más en soledad, después nos encontramos con la Casa de varones y familia, y ahí es donde apareció un espacio de contención hermoso. Muchas preguntas permanentemente y a diario, enfrentar situaciones que parecen pesadas y que, como todo, después te das cuenta que lo vas atravesando y que vas pudiendo, y que muchas veces el entorno te sorprende y que reacciona con más amorosidad de la que te esperas”, agregó.
Para Pezzelato, en estos momentos “la gente se anima a saltar mal, quizás hay pensamientos que tienen que ver con la discriminación o con el horrorizarse. Pero hoy por hoy no son dichos con liviandad ni en el marco de una ronda, así que cuando tuvimos que atravesar la primera reunión con las maestras que ella tenía en ese momento en un jardín, de ahí pasamos a la reunión de toda la comunidad de papás y mamás a socializar, porque Gema volvía y volvía con otro nombre”.
“Era todo muy fuerte, las maestras sin saber cómo tenían que plantear todo esto al resto de niñes de la comunidad educativa”, recordó y señaló que “muchas veces en el mundo adulte hay tanto miedo, a decir, a nombrar, a preguntar, a transformar, a cambiar de lugar y no somos conscientes de que muchos de esos miedos son miedos a adultos que el mundo de la infancia no los tiene”.
La mamá de Gema destacó que cuando le tocó regresar al jardín, al grupo de niñes le habían avisado que “venía Gema y fue recibida, en cuestión de tres o cuatro días ya habían transicionado con ella. Entonces sin dudas, el universo adulto es el que más desafiado está, al menos en nuestra experiencia. Todo lo que tuvo que ver con la vinculación de Gema con niños y niñas fue sumamente fluido y desde la frescura. Si tenían que preguntarle, le preguntaban desde los lugares más llanos, francos, con las palabras más directas y así la Gema contestaba también”.
No se rindió.
Pezzelato reconoció que para su hermano, León, “fue difícil” debido a que es “una personita muy pensante, muy consciente. Él sabe cuales son las normas, entonces nos dábamos cuenta que él leía todo, hasta el día de hoy es así. Hablamos de algo y él ya sabe lo que está por pasar. Entonces León era el que tensionaba al principio”.
“Era un ‘no, como se te ocurre que siendo nene vas a ser una nena, no es posible’. Y ella siempre firme, a fuerza de gritos y de llanto. En ningún momento permitió que León la contrariara. No la movió de lugar. Después León hizo un proceso de preguntar y repreguntar, de enojarse, de angustiarse. Y hoy es el que trae las preguntas más crudas. Es super amoroso con su hermana, pasó a otro momento, pero sigue siendo el pepe grillo que le trae a Gema lo que le va a traer la humanidad. Es un buen aliado sin dudas”, afirmó.
La historia de Joaco.
Roque y Martu, mamá y papá de Joaco, contaron que su primer “miedo” como familia fue en el tema educación, “ese segundo espacio de socialización. Desde chiquito en casa tenía una libertad de elección con el tema de ropa y los colores, nunca hicimos hincapié en esas cosas. Pero desde un principio se notó que su elección no iba por lo heteronormado y por lo asignado al mundo femenino adulto, porque no pasa esto en el mundo de las infancias”.
Su primer encuentro con la escuela fue en salita de tres, cuando aún vivían en Buenos Aires. “Nos encontramos con un mundo al cual le teníamos miedo, pero que él rápidamente disfrutó. Y empezamos a ver algunos puntos que nos llamaban la atención, por ejemplo, cuando íbamos a buscarlo al jardín salía rodeado de amiguitas y amiguitos y la despedida no era ‘chau amigo’”.
Estas fueron situaciones que “nos fueron advirtiendo de alguna manera, que no era algo de una semana o quince días, sino que lo veníamos viviendo hacía más de un año en casa. Desde los dos añitos más o menos. Antes de mudarnos también hubo un suceso muy puntual en salita de tres, que hubo un acto en el cual tenía que disfrazarse de caperucita, y obviamente le convencieron para que se disfrace de caperucita y accedió, pero nos tuvimos que ir del acto porque no quería hacerlo”.
“Creo que fueron dos etapas que marcaron muy fuerte esa etapa de la vida de nuestra familia. Después nos mudamos para San Luis y en salita de cuatro volvimos a hacer el intento y también tuvimos algunas cuestiones. Rememoramos cuestiones de salita de tres con la parte directiva de la escuela y la parte docente, nos dimos cuenta que nosotros íbamos a querer percatar a las maestras contándole que a ella no le gustaba jugar a la casita ni a ningún juego de nena. Ella va a querer jugar a la pelota con los varones, va a usar tal o cual ropa. Porque eso es lo que ella quiere y nosotros queremos que se respete”, añadieron.
Mientras advertían esta situación, empezaron “con esto que él mismo decía que era un varón de pelo largo. Ya habíamos dejado de pensar que esto era un paso del mundo lúdico, porque ya habíamos tenido fuertes indicadores desde hacía un año y medio. Y ese fin de año, no queríamos ir a una peluquería convencional por una cuestión de exposición, entonces llamamos a una compañera que venga a casa a cortarle el pelo”.
“Ahora sí soy un varón”
El papá y la mamá de Joaco recordaron que “antes no le gustaba sacarse fotos. Era una personita muy seria”. Sin embargo, no se olvidarán jamás del día que se cortó el pelo. “Se le dibujó una sonrisa en la cara”.
“Ella veía caer el pelo y disfrutaba de ese lastre que venía trayendo de medio metro de rulos que traía hacía cuatro años, así que terminamos el año de esta manera. Se miró al espejo y dijo ‘ahora sí soy un varón’. El broche de oro fue ese corte de pelo. También ellos absorben y asumen el estereotipo este, que por un corte de pelo es un varón”.
Luego Joaco empezó sala de cinco e hicieron “la misma advertencia”. Afortunadamente, contaron, les “tocó una docente copada, a quien tenemos que agradecerle muchísimo porque fue una mano muy grande en esa salita. A mediados de año, fuimos a un teatro, hablamos con Gabriela y él se presentó como Joaquín. Ya venía con cambios de nombres o sobrenombres y ese lunes siguiente nos dijo que nosotros no digamos nada, que se iba a encargar de la situación y cuando lo fuimos a buscar a la tarde, la maestra nos dijo que quería hablar con nosotros. Así fue que nos contó que delante de 30 niños y niñas, delante de las maestras, de los auxiliares les dijo que era Joaquín”.
“La gente espera que tengamos respuestas para todo. Sobre todo, de la escuela. Siempre teníamos reuniones donde nos decían y ustedes qué, y nosotros también estábamos buscando esas respuestas en la escuela. Porque nosotros venimos hace mucho tiempo con esto y hacemos todo el esfuerzo para que nuestro hijo sea feliz como elija serlo. La escuela debe brindarnos herramientas, nos solicitaron a nosotros las herramientas. En nuestro caso, ambos trabajamos mucho tiempo en niñez, ya que Roque es Profesor de Educación Física y yo asistente social, entonces pedíamos qué nos pueden ofrecer como escuela”, mencionaron.
La falta de formación.
De todas maneras, destacaron que “la maestra no tuvo inconvenientes en cambiar el nombre en todos lados. Con el tema de la directora, la supervisora hubo otro freno, porque nos preguntaban a nosotros qué hacer, quién los iba a capacitar, cómo se iban a capacitar y ahí nos vimos en la obligación de tener que armarnos como familia y decir armemos nosotros una capacitación con las herramientas que tenemos, con lo que podemos, con los contactos que tenemos”.
Fue así que ambos comenzaron a trabajar “para proteger a nuestro hijo, para formar docentes y los directivos que no asumen que no están formados. Nos pusimos en campaña en hacer las capacitaciones, para exigir que los mismos docentes vayan. E hicimos dos capacitaciones con puntaje docente, avaladas por el Ministerio de Educación de San Luis”.
En ese sentido, resaltaron que “el Ministerio de Educación nos acompañó mucho, pero paradójicamente a la primera capacitación fueron solo tres docentes de la escuela de Joaquín. Tuvimos que volver a la escuela a plantear que se tenía que hacer y lo tenían que hacer todos y todas. Y tuvimos que hacer una capacitación exclusivamente en la escuela”.
“La dirección de la escuela después acompañó con esta herramienta, pero nos llamó la atención que una inspectora nos dijo que no conocía la Ley de Identidad de Género. Gracias a nuestro laburo pudimos establecer un diálogo con el sistema educativo de San Luis, nos acompañaron, hicimos las dos capacitaciones y hoy estamos cursando el primer grado de Joaquín con la modificación del classroom, de los legajos que están como tienen que ser por la ley de identidad de género. La escuela siempre es un desafío. Y nos sigue dando miedo como vaya a ser. Pero son construcciones que debemos ir haciendo día a día”.
Transcripción: Alejandra Funes para DDF