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Mujeres protagonistas.

Uno de los temas para pensar la ESI desde la perspectiva de género en relación a la historia de la construcción de nuestro país, es el episodio conocido como la guerra civil protagonizada por unitarios y federales que dio origen a la construcción de la Ciudad de Buenos Aires como epicentro político y económico de las Provincias Unidas del Rio de la Plata. Siempre que se habla de sus próceres, aparecen nombres como Bernardino Rivadavia, Juan Lavalle, Manuel Dorrego, José Gervasio de Artigas, Juan Manuel de Rosas y otros hombres relacionados con el caudillaje, tales como Felipe Varela, o el Chacho Ángel Vicente Peñaloza. Y las mujeres… ¿dónde estaban?

Por María Inés Alvarado*
para Diario Digital Femenino

            Según la “historia oficial”, aparecen silenciadas en sus hogares, haciendo tareas domésticas o cuidando de sus familias. Sin embargo, y gracias a la importancia que en los últimos tiempos ha tenido el revisionismo histórico desde las nuevas perspectivas, se puede comenzar a pensar otra mirada de cómo sucedieron los acontecimientos. En el artículo Mujeres de la “barbarie”, resistencia a la organización del Estado nacional argentino, 1861-1870, la historiadora Ana Teresa Fanchin, de la Universidad Nacional de San Juan, plantea que entre “estos caudillos federales fueron caratulados como crueles, sanguinarios y salvajes, (…) estigmatizados como hordas de varones aguerridos, resulta difícil reconocer la presencia de sujetos femeninos”. Aunque, agrega, que “La participación de las mujeres podía ser más audaz y comprometida, (…) Dolores Díaz –la compañera de Felipe Varela- apodada La Tigra, desempeñó un importante papel en las acciones de los montoneros.” Sin salir de su ámbito hogareño, -cuenta la historiadora- que fue una de las principales agentes que los montoneros tenían en la ciudad de La Rioja ocultando en su casa artículos de guerra que ella misma había transportado.

Mujeres protagonistas en la construcción de la historia nacional
Mujeres protagonistas en la construcción de la historia nacional

            Aparecen también en esta investigación, otros nombres de mujeres implicadas en revueltas revolucionarias. Una de ellas, Rosa Torres, apodada “el sanjuanino”, actuó desde el anonimato en la sublevación de Jachal, el 6 de diciembre de 1866 al mando de Juan Arce “no es descabellado suponer que el sanjuanino no sería otro que una mujer travestida de varón. Quizás, algunos montoneros lo desconocían, pero los que sí lo sabían procuraron resguardarla; más que nada porque como el propio Arce declaró, no tenían consigo armas porque el tal Rosa se las había llevado”, describe Fanchin. A ella se suman Francisca Manrique, pareja de Antonio Alcaraz, Brígida Ferreira, Tomasa Robledo y María Maldonado, por nombrar algunas de las mujeres implicadas en revueltas, que quedaron registradas en expedientes judiciales. “(…) las referencias sobre algunas de ellas son suficientes como para reconocer que no formaron parte de ese imaginario construido a partir de la consolidación nacional decimonónica en que la mujer quedaba relegada al hogar, asumiendo una actitud pasiva y cumpliendo exclusivamente un rol reproductivo y de cuidados”, agrega la historiadora.

Mujeres protagonistas en la construcción de la historia nacional
Mujeres protagonistas en la construcción de la historia nacional

            Pero, en este recuento histórico de mujeres silenciadas por la historia oficial, no se puede dejar de mencionar a María de la Encarnación Ezcurra esposa de Juan Manuel de Rosas y Heroína de la Federación, una de las mujeres que más poder tuvo en el territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata, entre 1833 y 1835, período en el que Rosas estuvo alejado del escenario político, y Encarnación desarrolló un papel crucial. Nacida en una familia que pertenecía a la élite de comerciantes, fingió un embarazo a los 18 años para poder contraer matrimonio con el Restaurador de las leyes. Encarnación se mostró como ladera, compañera y aliada, de quien fuera su marido durante 25 años. La historia la retrata como una mujer de carácter fuerte, impetuosa y que podía llegar a ser impiadosa. Fue protagonista de la política cuando ésta era patrimonio exclusivo de los varones, describe Daniel Giarone en la nota Encarnación, Juan Manuel y la pasión en tiempos de cólera, publicada en el portal de noticias Télam.

            “Las unitarias van detrás de los maridos y de lo que se cuchichea en los salones. Ellas tienen la monarquía en la cabeza, entre las piernas, y en esa manera de dirigirse a la pueblada. Siempre mandando y nunca dando ni prometiendo nada” escribió en algún momento de su corta vida.  Al finalizar el primer mandato de su marido y alejado del escenario político, su papel fue crucial para derrotar a la facción de federales antirrosistas y conseguir apoyo para que le otorgasen a su marido facultades extraordinarias. Obtuvo el respaldo político de sectores populares para encauzar la movilización popular a favor de Rosas en la Revolución de los Restauradores. “A ellas no les gusta ser del pueblo y al pueblo no le gusta tanta doña afrancesada. El pueblo es otra cosa: el pueblo es Federal, el pueblo es mondongo, candombe, mozambique, molembós y, desde luego, balazos y cuchilladas, y yo, soy del pueblo. Las unitarias nacieron para esconderse en la frontera. Y yo nací para mandar entre los míos. Y los míos me obedecen y los ajenos me temen”- agregó también.  

            Y en este breve paso de mujeres de esa época de la historia que vale la pena destacar, es preciso recordar a Camila O’Gorman, cuya trágica muerte por haberse enamorado del hombre equivocado, dio lugar a una emblemática película del cine nacional dirigida por María Luisa Bemberg. En ella se narra la historia de amor real de Camila y el joven sacerdote jesuita, Ladislao Gutiérrez, ocurrida bajo el gobierno de Juan Manuel de Rosas, época donde “El abuso del poder, la arbitrariedad, la represión, constituyen moneda corriente (…) donde el acatamiento a las virtudes domésticas es un mandato” describe la sinopsis del guion. Camila, amiga íntima y confidente de la hija de Juan Manuel Rosas, la popular Manuelita, “tenía asegurado un destino de dama central en la alta sociedad argentina de entonces: la esperaban un casamiento inolvidable, una vida acomodada y confortable, un mundo rodeado de sirvientes y amanuenses”, describe Carlos Polimeni en el artículo La maldición de Camila, una feminista temprana.

            Poder llevar a las aulas estas historias de luchas, de amor y transgresión también es una forma de contar otra versión de la realidad, esa versión de la historia donde las mujeres formaron parte de las revoluciones y no solo circunscribían sus actividades a tareas hogareñas. Una versión de la historia en la cual el protagonismo no es solo de varones.

(*) Docente, comunicadora. Co-directora de La ESI en juego.
Columnista de Diario Digital Femenino– De ESI Sí Se Habla

 

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