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Micaela Fernández Darriba.

Cuando conocí en persona a Micaela, luego de años de “conocernos” en Facebook, nos saludamos como si nos hubiéramos visto el día anterior.

Es que ella tiene la característica de manejar las redes como si fuera una charla cara a cara con mate de por medio, dónde logra bajar toda la información que tiene, con la evidente carga de horas de estudio y muchos procesos (de discernimiento, replanteo, destrucción, resurgimiento, exposición, discernimiento, replanteo, etc…) de una manera tan potente que hace simple lo complejo y cotidiano lo elaborado por años.

La cruzás y es como si ya la conocieras. Y conocieras su mente tan curiosa, tan amplia… y su empatía.

Ella intenta volver comunitario el conocimiento académico pero, sobre todo, establece lazos de amorosidad y reconocimiento, la podés ver en uno y otro muro admirando las cualidades de las compañeras, poniendo luz dónde no hay, mostrando más de un punto de vista de cada situación.

Micaela es investigadora, crítica de arte feminista, escritora, gestora cultural, comunicadora, activista feminista y abolicionista.

Por Mari Blanca*

¿Quién sos y que hacés?

Micaela Fernández Darriba: "lo que me acercó al arte feminista fue el androcentrismo del arte canónico y contemporáneo"
Micaela Fernández Darriba

-Mi nombre es Micaela Fernández Darriba y soy investigadora, escritora, gestora cultural, comunicadora y activista feminista. Mi actividad principal se centra en compatibilizar la dimensión pública con la privada. Es decir: mi vida profesional es insoslayable de mi praxis cotidiana, porque mi trabajo no tiene separación entre el trabajo remunerado y reconocido, el trabajo social, activista y voluntario, y las tareas de cuidado y reproductivas de la vida. Hago mención a esto último porque resulta fundamental para entender cómo se desarrolla la vida de las mujeres en los espacios profesionales y como lo profesional influye en la vida privada. En esta tensión entre varias actividades y trabajos (reconocidos, remunerados o no) transita mi vida y la de muchas compañeras.

 

¿Cuándo aparece el feminismo en tu vida?

-El feminismo estuvo desde siempre en mi vida. Era algo que me atravesaba y que me interpelaba constantemente. En primer lugar, porque mi madre desde que yo tengo uso de razón se reivindicó feminista. En aquella época, en la que yo era chica, había cuestiones que no alcanzaba a comprender, porque existió un feminismo “subdesarrollado” o, mejor dicho, “truncado”, en gran medida porque los movimientos políticos (socialismo, comunismo, etc.) hegemonizaron la escena de los 70 y había que tomar partido: era la transformación social o la liberación de las mujeres, algo que por aquella época se consideraba arbitrariamente como algo pequeño-burgués. Luego, vino la dictadura y mucha de la euforia y de los grandes logros de las feministas del 60 y 70 en Argentina quedaron opacados por el gran terror. Hay que recordar que algunas feministas y colectivos de mujeres se integraron a los movimientos armados o se involucraron en políticas partidarias que las arrojaron, en muchas ocasiones, al peor final y, en otras, al exilio o al silencio en sus propios países.

La democracia fue abriendo camino y comenzaron a aparecer de manera más visible en mi vida esas feministas que yo mantenía en mi imaginario, quizás a través de historias contadas por mi madre, por mi tía y hasta por mi abuela. Los medios de comunicación en los 80 prácticamente invisibilizaban a esas mujeres “tan inconvenientes”(como diría en su canción Liliana Felipe) con esas demandas que amenazan los privilegios y el poder de muchos de quienes fueron sus compañeros de lucha.

Se podría decir que en 1998 experimenté algunas prácticas y lecturas políticas a través de un espacio de militancia universitario en el que, paradójicamente, nosotras estábamos de adorno.

Luego, con el cambio de siglo, en el año 2000, y después de una ruptura amorosa, vi un cartel en la calle de un colectivo feminista anarquista y me acerqué a una reunión. Las compañeras que estaban allí tenían casi mi edad, yo era muy joven, pero una experiencia enorme, sobre todo en acciones y pintadas. Confieso que no les pude seguir el ritmo. Lo de “poner el cuerpo” me costaba muchísimo, me daba timidez, vergüenza. Prefería las reuniones con mate para hablar de nuestros problemas y de la teoría.

En 2005 trabajé en un proyecto editorial para el Estado español. Hice la primera revista virtual estatal con perspectiva de género. Se llamó “Foeminas”.

Micaela Fernández Darriba: "lo que me acercó al arte feminista fue el androcentrismo del arte canónico y contemporáneo"
Micaela Fernández Darriba: «lo que me acercó al arte feminista fue el androcentrismo del arte canónico y contemporáneo»

Recuerdo que Dora Barrancos dijo en una charla que ofreció en el IMPA que Simone de Beauvoir se hizo feminista escribiendo “El segundo sexo”. Yo, modestamente, puedo decir que me hice feminista escribiendo mi revista. La exigencia de cubrir e investigar muchísimos temas de agenda o históricos sobre el feminismo me llevó a creer en el feminismo y a entender que el feminismo me cerraba, incluso más allá de cualquier otro movimiento político y teórico. Me hice abolicionista escribiendo sobre feminismo y sobre abolicionismo y podría decirte que hoy esa relación entre feminismo y abolicionismo no sólo es natural y lógica sino indisoluble.

Podría decirse que el feminismo apareció formalmente en mi vida cuando lo leí, lo investigué y lo puse en palabras.

¿En qué momento decidís convertirte en crítica de arte feminista? ¿En qué consiste tu activismo con respecto a esta temática?

-Primero que todo, quisiera decirte que a mí me fascina la crítica de arte y la crítica cultural en general. No en el sentido negativo con el que se piensa la palabra crítica. Una crítica no es necesariamente algo malo, una crítica puede ser buena o colocar en tensión diferentes términos; hacer pensar en otras cosas, que van incluso más allá de la propia obra. Una crítica es una suerte de “asociación libre”, porque el arte que es polisémico también lo es. No hay un único abordaje, no hay una sola manera de mirar o de entenderlo. Incluso, yo misma puedo tener siete hipótesis sobre una obra y todas ser contradictorias entre sí.

Pero lo que me acercó al arte feminista fue el androcentrismo del arte canónico y contemporáneo. Es decir: lo que me acercó a la crítica feminista fue la falta de crítica feminista, fue el menosprecio por el arte realizado por todas aquellas personas que no cumplieran con los requisitos del sistema y las mujeres, más allá de los colectivos LGTBQ+ o los pueblos originarios y otras culturas, fueron las más afectadas.

Entonces, esa carencia de texto, de escritura, de investigación sobre el arte realizado por mujeres a lo largo de la historia, sobre mujeres que no pudieron firmar sus obras o que no les creyeron cuando las firmaban, todo esto me provocó, me interpeló y me hizo ver, casi como un cachetazo, que yo pertenecía a ese grupo y que todo lo que yo tenía que decir no le importaba al “mundo del arte”.

La verdad es que primero comencé a reivindicar a artistas varones olvidados, esos que suelen llamarse “perdedores”, los que la historia descartó. Y cuando pienso en el por qué, en por qué fueron descartados o rechazados, entiendo que tiene mucho que ver con una sensibilidad distinta a la “potencia” del varón blanco occidental, a la construcción de la figura de “genio”. Empecé con esos artistas y, como paralelamente hacía la revista, comencé con las “olvidadas”. Ahí entendí que la “canonización”, fijate que palabra tan ligada a la legitimación religiosa, excluía por completo a las mujeres.Y no sólo a las mujeres, también a quiénes no se ajustaban a lo que el canon o el “dios mercado” pedía.

Allí, uní muchas cuestiones. Yo no sé mucho de música, pero tenía un amigo en el CBC de la carrera que me decía: “¿Viste que los mejores artistas son hombres? Las mujeres no tienen talento para la música”. Recuerdo que esto me provocaba mucho fastidio porque si él decía que no teníamos talento para la música, tampoco lo teníamos para la escritura, para la pintura, para el cine. Y todo esto me chocaba porque mi madre es artista y yo la veía que tenía mucho talento y que ganaba premios imposibles de ganar y que era muchísimo mejor que muchos artistas sobrevalorados.

Creo que desde ese día me picó el bichito y sin saber mucho sobre arte, porque estudiaba Comunicación y sólo se hablaba del dadaísmo, del futurismo, del surrealismo, y las mujeres no eran más que musas en esos movimientos, o al menos eso se creía, entendí que no me tenía que rendir y que yo iba a demostrar que no era así.

Después llegaron lecturas fundamentales a mi vida como “Una habitación propia” de Virginia Woolf, pero ya no era tan amiga de aquel chico y no tenía ganas de llamarlo para contarle que las mujeres en el arte partimos con muchísima desventaja desde lo cotidiano y desde la mirada androcéntrica y patriarcal.

¿Cómo influyó en tu vida personal volverte activista de esta temática?

-La verdad que ser activista feminista y activista del arte feminista me dio muchísima seguridad, me ayudó a comprender a las demás y a comprenderme a mí misma. Me enoja mucho y me batiría a duelo con quienes dicen “il irti ni tiini gíniri”. Eso es falso. El arte tiene unas condiciones de producción, como decía Virginia Woolf que si no tenés una plata no podés destinar tu tiempo a escribir, porque, además de la independencia económica, necesitás una habitación propia. Y esa habitación propia no es una metáfora arquitectónica. No se trata de un ambiente más, se trata de un espacio donde puedas dedicarle lo mismo que hace un varón horas y horas a producir. Claro que para esto hay que turnarse o repartirse las tareas de cuidado y reproductivas. Esto es lo que nos enseñó Virginia Woolf y que nos cuentan en su relatos y novelas Vivian Gornick o Lorrie Moore. Algo que también vimos en la serie “Las cosas por limpiar”. Hay un impedimento material pero también simbólico. Y en lo simbólico pesa eso de “vos no vas a poder porque no tenés talento: porque el talento es masculino”.

 ¿Qué otros atravesamientos y luchas te motivan?

-Me atraviesa la injustica social, la desigualdad entre ricos y pobres, el abuso y el maltrato en la infancia, que una persona esté desvalida y se la ataque en el suelo, que le peguen a lxs adultxs mayores. Me preocupa el problema ambiental, el mundo egoísta hacia el que vamos, el desapego en las relaciones humanas, la explotación de las personas y de sus cuerpos para espectáculo y disfrute de otrxs. Si bien no soy vegana, no he logrado dar ese paso, sé que la humanidad va terminar siéndolo y soy optimista: quiero pensar que vamos a alimentarnos de otra manera, que vamos a crear otras relaciones menos opresivas, que vamos a abandonar los prejuicios de clase, de género, culturales, etc. Yo sé que no soy ejemplo de nada y que tengo muchas contradicciones, pero sé que al exponerlas trato de ser mejor, aunque no sea suficiente con tratar de ser, hay que ser mejor.

¿Cómo llevas las distintas luchas que te motivan?

-Las llevo como puedo. Muchas veces me invade la rabia, el dolor, sufro cuando me atacan y se burlan de mí en las redes, cuando comento un caso de una violación y ponen como reacción “me divierte”. Por ahí me caigo un día y al otro quiero comerme el mundo de nuevo. Soy consciente de que busco convencer, no voy a mentir. Llámenme evangelizadora, me da igual, no me ofende. Aunque no sea real siempre pienso o fantaseo conque puedo hacerle ver otro punto de vista a las personas. A veces, muchas veces, para qué mentir, me saco, y soy agresiva, sarcástica, pedante. Pero, contra eso también lucho y lucho de verdad. El autocontrol es una herramienta maravillosa de convivencia social. Yo soy de las que cree que incluso cuando alguien diga algo que me parezca errado esa persona me puede hacer pensar. Yo soy de las inseguras que van a ver si eso que dijo tal y que me pareció un disparate es real o no. Muchas veces no lo es, pero otras sí. Y de verdad, cuando encuentro a esa persona o lo puedo expresar en mi muro lo llego a decir fuerte. Digo “me equivoqué”. No lo hago por humilde, lo hago porque si no lo admito sé que eso queda ahí y que después nadie me va a creer, y que mi palabra se devaluara es una de las cosas que menos soportaría.

¿Cuáles son los principales cambios que necesitamos, como sociedad, para terminar con el patriarcado?

-Uno de los principales es la revolución de los cuidados y la eliminación de las jerarquías entre varones y mujeres. Estoy convencida de que esa jerarquía es lo que sostiene la explotación, la dominación y la violencia. El poder tiene que ser repartido, como lo material, como el conocimiento, incluso como el amor y los cuidados.

¿Qué soñás para la sociedad en relación a esta temática?

-Sueño con un mundo donde no suframos, o suframos mucho menos, pero, sobre todo, donde el sufrimiento no sea el “disfrute” o el “goce” de la otra persona. Como pasa con el abuso, la violación, la explotación sexual. Sueño con una sexualidad y un amor libre de toda constricción, ligada al deseo, al beso con los labios chocándose, a disfrutar de nuestra piel y de la piel de la otra persona. Y también donde todxs tengamos las mismas posibilidades de acuerdo a nuestros deseos. De nada sirve vivir en un mundo con comodidades, herramientas y derechos mientras haya gente que esté sufriendo, que la pase mal, que sea dominada y lastimada.

Por esto también, sueño seguir deseando, porque sin deseo, sin amor y sin búsqueda de la belleza, no tenemos nada.

¿Qué soñás para tu vida personal?

-Sueño con convertirme en una escritora y que mis compañeras, puedan verse reflejadas en lo que escribo y si algunas otras personas también lo quieren ahí está mi producto para todxs. Sueño con tener reconocimiento y felicidad, pero no esa felicidad tonta, esa felicidad hueca de la publicidad, sueño con una tarde en un parque hablando con mis amigas y leyendo con mis hijas, me sueño paseando con mi familia por el mundo. Pero sueño con que todxs podamos soñar lo mismo y concretarlo.

 

(*) Mariposa Blanca, artista. Transfeminista interseccional. Abolicionista. Vegana. Ecologista. Anticapitalista. DDHH niñes.
Visita su Canal: https://www.youtube.com/c/MariposaBlancaCantante

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