Las diferentes noticias que nos impactan a diario, están generalmente vinculadas entre sí en sus orígenes por los mitos y la novela cultural. Sin embargo, tendemos a leerlas individualmente, como si se tratara de temas aislados, como si no tuvieran ninguna relación. Este pensamiento en compartimentos estancos se refleja en el ámbito institucional al que se le adjudica la responsabilidad y el diseño de políticas tendientes a resolver la problemática central sobre la que gira el asunto, sea cual fuere.
Por Georgina Lira*
La consecuencia de este pensamiento en compartimentos estancos, resulta en el fracaso sistemático de las políticas públicas o, en el mejor de los casos, permite poner un parche o amortiguar las consecuencias.
Desvinculamos la educación, de la salud, del trabajo, de la justicia, de los derechos humanos. Desvinculamos las noticias de la época en que se producen y medimos su relevancia en el impacto que generan y lo mucho que se replican, y no en la incidencia que tienen en la vida real. Las desvinculamos de los prejuicios reinantes en nuestra sociedad y de las actitudes discriminatorias que se reflejan en los planos de todas las ciudades de nuestro país, tanto como en la calidad educativa del establecimiento al que concurren infancias y adolescencias. Desvinculamos nuestra perspectiva de la de vecinas y vecinos, y creemos que porque X dice algo, esa es la verdad y cualquier otra cosa es mentira.
Muere un niño en el Chaco por desnutrición o tuberculosis, o meningitis. Mueren niñas y niños por desnutrición, o tuberculosis o meningitis en todo el país. Pero en época de elecciones, no puede estar ausente una noticia sobre desnutrición, en lo posible presentada de forma morbosa y acusatoria, aunque ocurra todos los días, y todos los días miremos para otro lado. Mientras tanto, la criminalización de la pobreza, la explotación laboral impune y cotidiana, la indiferencia hacia la crítica situación que padecen los pueblos originarios cotidianamente desde los orígenes de nuestra historia como país, los abusos permanentes hacia las poblaciones más vulnerables y su marginación, quedan de lado.
Quedan de lado del mismo modo que se dejan de lado las históricas falencias y el vaciamiento de profesionales de los sistemas de salud y educación, que condiciona el futuro de la mayor parte de la población a la voluntad de las elites que deciden sobre estos temas, tanto como la corrupción en el gasto de los fondos públicos que, de tan frecuente, se ha naturalizado al punto de que los requisitos para acceder a la financiación de un proyecto o a una licitación pueden incluir desde una afiliación o publicidad gratuita de un partido político, hasta el pago de un porcentaje del total del presupuesto. Y esto sucede en todos o casi todos los espacios partidarios.
Dependiendo del medio que leamos, la culpa recaerá en algunas personas, y se planteará el problema de la desnutrición sin que se apliquen acciones o proyectos eficientes, porque básicamente no son rentables en una sociedad de mercado e implicaría dar marcha atrás en el fomento de la sociedad de consumo para dar paso a otra forma de organización social, más entrada en la satisfacción de las necesidades reales que en la producción de necesidades ficticias y sin importancia, como zapatillas de una marca determinada o el último celular.
Es necesario construir colectivamente una sociedad que no se deje engañar y deje de elegir representantes con el mismo criterio que elige televisor, un yogur o el vestido para una fiesta. Una sociedad con capacidad crítica, capaz de renunciar al consumo desinteresado para que éste sea sólo una herramienta de fortalecimiento para toda la comunidad.
(*) Psicóloga social.