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Si bien podemos observar un aumento de la participación de las mujeres en el mundo del trabajo, las desigualdades de género siguen marcando una tendencia estructural significativa. Tanto en el mercado laboral como en las estructuras sociales y sindicales.

Por Lenny Cáceres*

En Argentina, según datos relevados por Grow -Género y Trabajo-, las mujeres participan del mercado laboral menos que los varones. Mujeres 52 % Varones 70 %. Las mujeres sin ingresos genuinos duplican a los varones en igual situación. Mujeres 17 % Varones 10 %, por lo tanto, la autonomía económica de las mujeres sigue estando pendiente. Son los varones quienes tienen el poder del dinero.

Por otra parte, las trabajadoras organizadas, desde la recuperación de la democracia, las luchas feministas, la convocatoria a “paros de mujeres”, siguen soportando obstáculos frente a las problemáticas vinculadas con las desigualdades de género en el mundo del trabajo.

Las políticas de cuidado

Poner en agenda las políticas de cuidado y resolverlas desde la corresponsabilidad es también un compromiso que deben asumir las personas, las instituciones públicas y privadas; en la agenda de trabajo de las mujeres y en el mundo sindical. Este punto es fundamental para el acceso, desempeño y crecimiento laboral de las mujeres y su autonomía económica. Las tareas de cuidado recaen en ellas en una enorme mayoría de casos.

En Argentina, el impacto del significativo aumento en la participación de las mujeres en el mercado laboral no fue acompañado por el desarrollo de un sistema público de cuidados de calidad. Solo una de cada dos personas trabajadoras tiene acceso a licencias por maternidad y paternidad. Un sistema desigual, heterogéneo, que no contempla a todas las familias ni cubre todas las necesidades de cuidado y que refuerza estereotipos de género, sobrecargando a las mujeres.

Esta situación deja en manos de las familias, y en particular de las mujeres, la necesidad de desplegar estrategias para resolver el cuidado de niñas, niños y adolescentes (Pautassi y Zibecchi, 2013).

El cuidado debe ser entendido como “una actividad vital para el bienestar de la población”.

La consolidación de la participación laboral femenina en los últimos 25 años, sobre todo de las mujeres de ingresos medios y altos (cuya participación no está tan supeditada a los ciclos económicos como sí ocurre con las de ingresos más bajos) debería haber puesto sobre el tapete la necesidad de servicios de cuidado y de licencias extendidas.

Las mujeres en el mundo del trabajo
Las mujeres en el mundo del trabajo

Si bien se amplió el acceso de las mujeres a la participación laboral y, con ello, aumentó la presencia de mujeres en los sindicatos, se observa que estas demandas parecen no haber permeado en sus agendas, donde la discusión por el salario y las condiciones de trabajo en general opaca reclamos que suelen evaluarse como “sectoriales”, es decir, femeninos.

Aunque en los últimos años las mujeres han logrado avanzar en la participación sindical desde algunos espacios -como las secretarías de género e igualdad de oportunidades o centros de estudio desde donde impulsan ciertos debates sobre los derechos de igualdad- la representación femenina sigue siendo escasa en los sindicatos, especialmente en las posiciones de liderazgo y toma de decisión. (Unicef-ELA; 2020).

Gestión sindical

Como mencionaba, en la gestión sindical es más compleja la incorporación de la perspectiva de género. Si bien en lo discursivo está, en las acciones claramente falta un largo trayecto. Los varones no solo se sienten dueños de los sindicatos, también de los espacios que deben ocupar las mujeres, que le corresponden, e incluso de las mujeres mismas. Ellos deciden si pueden estar, si pueden opinar, cuándo, dónde y si salen en la foto o no.

Aun cuando hay más secretarias generales, también adjuntas, parece que entienden la paridad como un “segundo lugar” para ellas. Suele suceder, con alarmante frecuencia, que incorporan mujeres a las listas, a los espacios y hasta se crean secretarias de género y diversidad; pero en la práctica las decisiones las siguen tomando ellos, a puertas cerradas y en mesa chica, generalmente compuesta por otros varones.Ser “políticamente correctos” en lo discursivo no es asumir compromisos tendientes a desarmar estructuras patriarcales y mucho menos contribuye a terminar con las desigualdades de género. Se necesitan acciones concretas, visibles.

Todos estos obstáculos ejercen un condicionamiento estructural sobre las posibilidades de las mujeres de incorporarse al mercado laboral, en particular al empleo formal. Cerrar esas brechas de derechos requiere herramientas adicionales, innovadoras, de alcance universal y con foco en la inclusión social, con perspectiva de género y de derechos humanos.

(*) Periodista feminista, abolicionista.

Publicada en La Arena, suplemento 1° de Mayo.

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