La corriente de la historia (y la contradicción de lo que somos)
Almudena Hernando
Introducción
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Siempre he tenido la sensación de que yo no elegía los temas de reflexión, sino que estos se me imponían con la contundencia y la exigencia de lo que necesita ser resuelto, con su propio ritmo y cadencia. Van apareciendo uno detrás de otro, uno dentro del otro, como esas matrioskas rusas que parecen mostrar todo lo que son, pero que, observadas de cerca, desvelan en su interior otra figura igual de completa, pero cada vez más escondida y nuclear, alma y sostenedora de la anterior. Así me pasa con los libros que escribo. Cuando terminé Arqueología de la identidad, en 2002, dedicado a analizar cómo había cambiado la construcción de la identidad y de la idea del mundo a lo largo de la historia, pensé que el tema estaba terminado, que el argumento era completo. Diez años tuvieron que pasar para comprender que aún era necesaria mucha elaboración, pues allí no había tenido en cuenta la diferencia entre la identidad de hombres y de mujeres en cada momento histórico, es decir, la variable del género, que, pasado el tiempo, me parecía clave para entender el proceso histórico. De ello fue resultado La fantasía de la individualidad, publicada inicialmente en 2012. Y de nuevo diez años después, sin que yo decida voluntaria o conscientemente esa lenta cadencia de mis ideas, me parece necesario continuar el argumento que allí desarrollé porque, a lo largo de los últimos años, se está haciendo evidente un cambio cultural e identitario que reclama una explicación. Dada mi formación de arqueóloga prehistoriadora, propondré en este libro, como en los anteriores, una mirada al proceso de larga duración que comienza con el origen de la humanidad para analizar la lógica que ha guiado su transformación, que puede visualizarse como una corriente fluvial de caudal y velocidad de crecimiento imparable.
El texto que sigue puede considerarse un nuevo capítulo de cada uno de esos dos libros anteriores. En Arqueología de la identidad me interesó investigar el cambio de identidad inherente al paso de la oralidad a la escritura, poniendo el énfasis en las consecuencias que ambos modos de representación tienen en la construcción del mundo y de la persona. Intenté demostrar cómo el uso de la escritura se había asociado a un aumento imparable del grado de individualidad general de la sociedad a lo largo de la historia, tanto porque había permitido multiplicar las funciones sociales y los trabajos especializados, como por la distancia emocional entre el sujeto observador y el objeto observado que caracteriza a la ciencia, o por el surgimiento de la conciencia de la propia mente. Digo que el libro que aquí comienza puede considerarse una continuación de aquel porque defenderé que el uso de las plataformas y redes posibilitadas por internet constituye un nuevo modo de representación y aproximación a la realidad que está teniendo efectos tan trascendentes y transformadores para la percepción y construcción del mundo y el sujeto como los que implicó la escritura respecto a la oralidad. Y que, como en aquel salto de etapa, la posibilidad de aumentar el grado de individualización de la persona adquiere una potencia desconocida que, presumiblemente, irá desplegándose a lo largo del tiempo hasta un punto que aún no podemos ni imaginar. Ese aumento de la individualidad es la contraparte cognitiva de un proceso histórico definido por el aumento imparable y crecientemente acelerado de la complejidad socioeconómica de Occidente.
Al mismo tiempo, por otro lado, este libro también podría considerarse un capítulo más de La fantasía de la individualidad, pues me propongo analizar por qué la individualización de las mujeres en la modernidad no ha constituido la antesala de una sociedad más igualitaria y justa, como al final de ese libro me atreví a vaticinar. De hecho, la experiencia demuestra que la trayectoria social se ha precipitado, de forma acelerada, en la dirección opuesta, definida por niveles crecientes de desigualdad y de injusticia social. Para responder a esta aparente contradicción resulta necesario introducir una dimensión más, la nueva matrioska que no había detectado en los libros anteriores. Y es que intentaré analizar algunos de los mecanismos a través de los cuales todos los miembros del grupo social podemos estar contribuyendo (sin saberlo en el caso de las mujeres y de las identidades lgtbiq+, «fluidas» y diversas) a reproducir y potenciar un régimen de verdad-poder que nos perjudica a la mayoría. Ese régimen es el régimen patriarcal, que consiste, básicamente, en conceder creciente importancia a los rasgos asociados a la individualidad (éxito, creatividad, riqueza, posición social y profesional, racionalización del mundo, intermediación de tecnologías crecientemente sofisticadas) como fuentes de seguridad y reafirmación personal, al tiempo que seguimos ocultando en el discurso político y social la importancia de los vínculos, la pertenencia a una comunidad, los cuidados y la estabilidad emocional que, sin embargo, son mecanismos imprescindibles para sentir esa seguridad. No entraré en profundidad, por lo tanto, en análisis socioeconómicos o históricos sobre el origen o las causas de la explotación o de la desigualdad, que otras personas han analizado con extensión, sino que me centraré en esa otra dimensión mucho menos analizada, que se refiere a la contraparte identitaria de todo el proceso de transformación… seguir leyendo AQUÍ.
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