Irresponsabilidad parental y pobreza o por qué que el 90% de los padres que no cumple con el compromiso parental económico es responsable de que el 60% de la infancia argentina esté en situación de pobreza.
No soy economista, pero me parece que hay un dato que se escapa cuando hablan de pobreza y sobre todo cuando se diseñan las políticas públicas respecto del hambre, la infancia, la educación y sobre todo las económicas.
Por Georgina Lira*
De acuerdo con una estadística oficial en Argentina, sólo uno de cada 10 padres varones cis hétero se ocupa de la responsabilidad parental económica cuando se separan de la madre.
¿Y por qué pienso que se les “escapa” a las autoridades? Porque el gran dato es que los hogares monomarentales (o sea, hogares conformados sólo por mujeres con crianza a su cargo) conforman la gran mayoría de los hogares clasificados como pobres e indigentes. Tanto es así, que el 60% de la infancia argentina está naciendo, creciendo y desarrollándose en situación de pobreza o indigencia. O sea, sin acceso a la cobertura de sus necesidades básicas de cuidado, alimentación, salud, vivienda, etc.
A esto podemos sumar la brecha salarial, que en Argentina oscila, dependiendo del año, entre el 25 y el 30%. O sea, esa madre que asume el cuidado y la crianza de la infancia, gana menos que el padre que se desentiende de los gastos. También podemos agregar que pese a los avances, las mujeres siguen ocupando en general los puestos peor pagos, con las peores condiciones, que ocupan 3 veces más de su tiempo libre en tareas de higiene y cuidado (lo que impide que utilicen esas horas para estudiar o para realizar actividades recreativas que les permitan ampliar su círculo social y establecer relaciones de influencia, como hacen los varones).
Mientras ese 90% de los varones se desentiende de las tareas de cuidado, de sostén económico y educativo, se incrementa su capacidad de ahorro, de gasto, el tiempo del que disponen para actividades recreativas a costa del empobrecimiento no sólo de la madre que queda sola a cargo de la crianza, sino que dedicará el 100% de sus ingresos a tales tareas. He aquí una de las razones por las que los puestos de poder están siendo ocupados mayormente por varones mediocres y no por mujeres brillantes (que las hay en todas las clases sociales, pese a que no hayan tenido el tiempo, la oportunidad o los recursos para obtener títulos o dedicar el tiempo necesario para “escalar” a la política o cualquier actividad que hubiesen deseado desarrollar). Y esto está plenamente demostrado, no sólo en la actualidad sino que a lo largo de la historia encontraremos muchísimos ejemplos.
Otras razones tienen que ver con el sexismo (levante la mano la que no quedó afuera de un trabajo porque el varón con las mismas credenciales se supone “más apto” para el puesto), el racismo (porque pese a las luchas, ser blanca y rubia otorga presunción de superioridad intelectual y performática a una mujer no blanca), la cishéteronormatividad (o sea que si no sos mujer cisgénero y heterosexual, te va a costar el doble o el triple todo), y además, a diferencia de lo que ocurre con las mujeres, al varón se le favorece en el trabajo si tiene hijas e hijos, más si están con problemas de salud , porque se le presume sostén de familia; mientras que las mujeres que tienen hijas, hijos, hijes se supone que van a faltar o van a incumplir el trabajo, sobre todo si esa crianza no goza de perfecta salud. Y viendo esta estadística, no es desacertado: el 90% de los padres cuando se separe se va a desentender, asumiendo que la madre va a soportar esa duplicación del trabajo de crianza que él simplemente, y sin condena social, decide abandonar. Así que esas ausencias serían, también responsabilidad de ese 90% que se desentiende, porque con un solo sueldo básico, no sólo no alcanza para vivir, sino tampoco para pagar niñera o jardín maternal que supla el cuidado materno.
Por dar un ejemplo, no es lo mismo contar con $48.000 por mes para los gastos del mes de la madre y dos criaturas, que contar con ese salario mínimo más una cuota alimentaria de, digamos $15.000 (pensando en un mínimo) que sirvan para garantizar aunque sea una parte del alquiler. Tampoco es lo mismo hacer frente a gastos inesperados (por ejemplo salir a las dos de la mañana corriendo al hospital, o buscar quién traslade temprano a la crianza de la escuela y la cuide hasta que podamos volver del trabajo, o reponer las zapatillas o el pantalón porque resulta que creció). No es lo mismo si sabemos que contamos con quien coopere en esos gastos, que si tenemos la certeza de que estamos solas, y no hay. Y no hablo de empobrecer al padre, sino de que asuman la responsabilidad económica que les corresponde. Ni más ni menos que eso: que si se van a enriquecer, no sea a costa de la vida y el futuro de la crianza abandonada. Porque el mayor perjuicio, que quede claro, lo padece esa crianza abandonada.
Ya saliendo de lo “políticamente correcto”, es también algo sabido que no son pocos los padres que pactan con su empleador para cobrar irregularmente su trabajo (ya sea todo o en parte) o que renuncian a un trabajo regulado para pasar a un trabajo no registrado o que le permita demostrar ingresos menores a los que percibe realmente. Por ende, este 90% influye también en los datos de empleo. Este cambio impacta sobre todo en el acceso a salud, cuando la crianza queda sin cobertura social.
No soy economista, pero me permito preguntar a economistas:
- ¿Es tan descabellado plantear estos temas? Sé que hay muchos estudios sobre las diferencias de género en el ámbito laboral y doméstico, el acceso a empleo, las brechas, etc. Pero ¿qué pasa con el impacto en los datos económicos “grandes”?
- ¿Serían iguales las condiciones de la infancia si desde el Estado se aplicaran políticas públicas orientadas a que los varones que no aportan a la crianza de sus hijas e hijos lo hicieran? ¿Existe algún cálculo que mida realmente el impacto en la pobreza de infancias y adolescencias de este incumplimiento?
- A quienes trabajan o toman decisiones en el sistema de justicia y las leyes les pregunto, ¿Tienen en cuenta cuando piensan leyes y toman decisiones los recursos financieros y económicos que necesita una infancia o adolescencia para su pleno desarrollo a la hora de pautar una cuota alimentaria y que la responsabilidad parental de los padres varones es garantizar esos recursos?
- ¿Sería posible semejante porcentaje de desentendimiento sin la connivencia de los tres poderes del Estado en todos sus niveles?
Estamos frente a una crisis importante, en las que las arcas del Estado no necesariamente rebalsan, y se aplican políticas públicas que claramente cubren al menos en parte este 90% de incumplimiento, pero no están orientadas a que ese porcentaje se reduzca para que sea cada vez menor, sino pensando en cubrirlo, como la AUH. Porque también tengamos en cuenta que fue toda una pelea que quien cobre la AUH sea quien cumple con la responsabilidad parental, dado que en los inicios fue asignada a los padres (sí, a los padres incumplidores). Esto generó que en su momento fueran muchas las madres que tuvieran que demostrar que el padre no cumplía no sólo con la cuota alimentaria, sino también se quedaba con la AUH. Sé de muchos casos en los que el juzgado mandaba a cambiar la orden de cobro mediante oficio. Y fue, en parte, para evitar la cantidad de estos trámites que se hacían, que la orden de cobro pasó a ser para la madre.
Me parece indispensable el sostenimiento de la AUH, porque también es cierto que el costo de la crianza en condiciones dignas y con los derechos garantizados implica muchísimo más de los montos que se definen actualmente. Creo además que nunca jamás el Estado debería desentenderse de garantizar el acceso universal de la crianza a mejorar su calidad de vida. La alimentación deficiente, la exposición a las inclemencias climáticas por falta de techo y abrigo, la deficiente atención en salud, sólo por nombrar tres problemáticas que pretende paliar o al menos emparchar la AUH impactan en la economía del futuro, dado que esa crianza que no accede a salud, techo y alimentación, difícilmente pueda acceder también a una formación de calidad, a espacios de socialización saludables y tantas otras actividades que definirán sus posibilidades, debido al deterioro que generan estas faltas en su desarrollo (transformando así a la pobreza en la infancia en una especie de sentencia para el futuro de toda la población). No se lea este párrafo como una crítica negativa a la AUH, sino como un ejemplo de una política pública excelente que podría bien ser complementada con una presión para que los padres dejen de generar la problemática que esta política intenta atacar. O sea, como un señalamiento de que es una política pública, a mi criterio indispensable, que puede ser mejorada.
Incorporar la perspectiva de géneros en política económica, debería, a mi criterio, tener en cuenta que lo personal es político. En este caso, quedaría clarísima la responsabilidad de los padres varones incumplidores en el proceso que se conoce como feminización e infantilización de la pobreza y que esa pobreza es, si no causada, sí agravada por ese 90% de padres que se desligan o buscan estrategias para no aportar financiera ni económicamente a sus hijas e hijos, que van desde no reconocerles formalmente, hasta hacerse echar del trabajo o apuntar una custodia compartida que nunca cumplen, en la que es la madre en general quien sacrificará su trabajo, su formación y los recursos destinados a su salud y tiempo de ocio para garantizar el bienestar de la crianza, aunque no le alcance.
Queridos padres cumplidores: si se sienten interpelados por esta nota, no se enojen con las feministas, sino con ese 90% de sus congéneres que los hacen quedar bastante mal. Enójense con ellos, presiónenlos para que asuman su responsabilidad, y explíquenles que si no quieren tener más hijas, hijos, hijes pueden usar preservativos para evitarlo. También ustedes, cuando miran para otro lado ante el incumplimiento de sus congéneres, son cómplices. No soy economista. Pero dos más dos, es cuatro.
(*) Psicóloga social.