Se destruyó el material que tenía en el celular para evitar la difusión. También fue amonestado.
Por Basi Velázquez*
Chicas y chicos de una escuela capitalina (Catamarca) sabían, por rumores, que tenían a un compañero de 13 años que tomaba fotos y filmaba a algunas niñas en sus partes íntimas. Por eso, cuando advirtieron que estaba filmando a una niña de 11 años, no se cruzaron de brazos ni se hicieron los distraídos. Tuvieron el valor de hacerle frente para poner fin a esa situación de acoso escolar.
Recientemente, la periodista especializada en Educación Sexual Integral (ESI) María Inés Alvarado publicó en Diario Digital Femenino un artículo sobre la importancia de crear “vínculos sanos” para frenar el abuso. La especialista explicó que se entiende por bullying “todo tipo de comportamiento violento, intimidatorio y discriminatorio que se ejerce de manera verbal, físico o psicológico durante la etapa escolar”, y que, en algunos casos, “se produce por medios virtuales denominado ciberbullying, cuando una persona menor atormenta, amenaza, hostiga, humilla o molesta a otra mediante Internet, teléfonos móviles, consolas de juegos u otras tecnologías”.
“Ya sea de una u otra manera, el acoso produce un efecto psicológico devastador en quienes lo padecen, que se manifiesta en conductas como no querer asistir a clase, comportarse de manera irritable, presentar síntomas de tristeza o depresión, falta de integración con sus pares, descenso del rendimiento académico, y hasta intentos de suicidio. Desde el inicio de clases de este año escolar, las noticias acerca de prácticas relacionadas con bullying y ciberbullying comenzaron a aparecer en los medios, mientras que en los colegios crecen el ausentismo escolar y las conductas depresivas de adolescentes. Desde espacios gubernamentales oportunistas presentan proyectos para frenar la violencia en las escuelas o se dictan talleres, pero el fenómeno sigue creciendo”, indicó.
Para frenar estas prácticas, consideró que desde la ESI se puede trabajar sobre los vínculos. Es preciso partir de la idea que la violencia es una problemática cultural, que está inserta en la sociedad desde hace varios años y que se reproduce en las escuelas como microcosmos de esa sociedad, advirtió. “La construcción sana de vínculos es parte de la tarea pedagógica. Observar las conductas, las formas que usan para tratarse, si se aíslan o retraen, si hacen participaciones grupales, si modificaron sus hábitos o su estética, si presentan indicios de autolesiones o irrupciones de ira, pueden estar siendo víctimas de acoso. ¿Por qué la mayoría de las veces las instituciones llegan tarde a resolver los casos de abuso? Porque quien lo padece no suele confiar en la persona adulta que tiene frente a ella. El miedo a la reprimenda, a quedar como ‘buchones’ o a perder el sostén del grupo actúan como limitaciones que lo único que logran es el silencio”, señaló.
Adultos, en alerta
El bullying o acoso escolar es un tipo de violencia muy frecuente y sistematizado. Ante estos casos, resulta fundamental que el agresor no encuentre apoyo o complicidad en sus pares. Los compañeros no deben ser espectadores.
Es importante que niños, niñas y adolescentes que estén atravesando por una situación de bullying o acoso escolar tengan un espacio de confianza y contención para poder poner en palabras todo lo que les están haciendo mal.
Los adultos, padres, madres y docentes no deben naturalizar esta violencia.
Ante la sospecha de que un niño, niña o adolescente puede ser vulnerado, cualquier persona puede llamar a la Línea 102 de Ayuda a chicos y chicas en riesgo.
Muchos de estos casos no se solucionan por la vía penal. Solamente los adolescentes de entre 16 y 17 pueden llegar a ser imputados por delitos –como lesiones o ataques sexuales-. Por debajo de esa edad son inimputables. (El Ancasti)
(*) Periodista