En esa necesidad de categorizar todo y tipificar vínculos y relaciones, llegan las “parejas DINK” o parejas que no desean tener hijas, hijes, hijos.
Por Natalia Voragini Weth*
para Diario Digital Femenino
El acrónimo DINK significa “Dual Income, No Kids», traducido: doble ingreso, sin hijas/es/os. cuya terminología se usó por primera vez en la década de 1950 en Europa y Estados Unidos para describir a una pareja con dos ingresos que no tiene hijas, hijos hijes.
Tales parejas cuando son consultadas en diferentes estudios llevados a cabo a nivel internacional, se reconocen con la intención de unirse en un vínculo amoroso, estable, permanente, pero que en su interior ya tomaron la decisión de no tener hija/hije/hijo/s. Es una opción, ya que no es por imposibilidad biológica, ni por su ciclo vital avanzado -personas entre los 30 y los 45 años- cuya decisión fue tomada antes de ser un matrimonio, una pareja conviviente o formalizar su relación.
Esta tendencia en la actualidad, parece ser mundial, cuya decisión se da principalmente en un sector social de clase media y media alta, en la que en su mayoría son profesionales, con especializaciones, maestrías, con un pasar económico bueno, y que planifican su vida sin la responsabilidad parental de otra persona, hija o hijo cuando son menores de edad, o incluso pasada la misma.
Muchos de esos deseos nacen en la adolescencia, en cualquiera de los géneros y cuyas explicaciones se basan principalmente en que reproducirse es egoísta, en contraposición de las y los que piensan que son ellas las personas egoístas porque no quieren tener hijas/es/os; Las fundamentaciones se sustentan en que las condiciones del mundo en el que hoy habitamos. Encuentran que las sociedades son violencias, les preocupa el hambre, las guerras, las desigualdades, los daños ambientales.
Otras explicaciones refieren que fueron sus madres y padres quienes cargaron económica y afectivamente de ellas y ellos, y que han escuchado en sus relatos cómo hubiera sido la vida de distinta sin esas responsabilidades parentales. Muchos de esos análisis recaen que no han tenido la posibilidad de elección como pareja, ya que el mandato estaba instalado fuerte e indiscutiblemente.
De allí se desprende la idea de que tener que compartir los bienes materiales con otras personas: mantención, colegio, seguro, obra social, vestimenta, alimentación, recreación y demás; se convierte en un lastre que entorpece, y que ellas y ellos quisieran que ese dinero que ganan trabajando sea invertido ensimismado, en viajes, restaurantes, adquisición de tecnología, ir al cine, al teatro, continuar con estudios de posgrados, sin recaer en gastos desmedidos, con responsabilidades económicas, pero sin tener que compartir con nadie.
Se desprende de estas decisiones dos opciones de cuidados y afectividades: por un lado quienes adoptan mascotas, a las cuales humanizan: le compran ropa, las llevan a guarderías, le ponen nombre de personas, realizan viajes con ellas, le compran cochecitos, transfiriendo ese deseo de protección, de acompañamiento, y de afecto a ese animal, principalmente perra/o gata/o.
Otra alternativa es la de ser tía o tío. Ello cobra un valor vital en este tipo de parejas que desean no criar ni estar condicionados por el cuidado exclusivo de niñeces, pero si quieren entregar afecto, entonces buscan a sus sobrinas o sobrinos, a las que apoyan desde lo económico, lo afectivo, lo recreativo, a manera de disfrute, pero cuando la niñez se cansa, se enferma o deben cumplir con responsabilidades educativas, son entregadas a sus mapadres.
Es de considerar que en su mayoría la decisión es tomada por las mujeres, quienes realizan una introspección, y luego la toman como requisito cuando comienza a tantear una pareja que esté de acuerdo con esta opción, o buscan a quienes en otras relaciones anteriores ya hayan tenido hija/e/o y de algún modo, hayan dejado depositado en otras parejas todo el acontecer de paternal.
Socialmente, y mal que nos pese, aún existe el señalamiento a estas personas que eligen no ser una pareja con hijas/es/os, ya que pueden ser consideradas como quienes se salieron de la norma, la imposición o la tradición. Ellas no necesitan tener que dar explicaciones a nadie, tal como lo hacen quienes si deciden, eligen y optan cuando, con quien y cuantas veces reproducirse.
También persiste la opinión sobre quiénes se harán cargo de la vejez de aquella persona sin niñeces, a lo que cabe señalar que es mucho más peligroso pensar que aquellas que sí eligieron tener hijas/es/os, lo hagan para tener quienes cuiden. Depositar en la procreación la responsabilidad inversa es simplemente penoso, desagradable, inadmisible.
(*) Licenciada en Trabajo Social, Profesora de Primaria. Docente del Seminario de DDHH de la FCH, UNLPam
nattivw@hotmail.com
Foto: El mundo.