
Ética del cuidado de Carol Gilligan. Revisión del artículo de María Medina-Vicent publicado en la Revista Internacional de Filosofía N° 67, 2016, 83-98.
Por Margarita Bueti* y Ángel Bueti*
Ética del cuidado: una mirada feminista que visibiliza diversidades.
Desde tiempos pasados se ha intentado dar a la naturaleza humana motes de universalidad al hablar de cuestiones éticas y morales. También encasillar a las personas dentro de un modelo donde éste sigue una serie de principios pre establecidos y generalizados.
Al dar ese corte universal se homogenizan las diferencias entre las personas (etnia, situación económica, género, etc.) en pos de lograr un modelo ciudadano neutral (Habermas-Rawls). Y es en ese afán de homogeneidad donde las diferencias se desvanecen hasta invisibilizarse, ocultando las desigualdades que se presentan, principalmente, entre los géneros, como así también entre diversos grupos sociales.
Entonces, ¿esa universalidad promueve el modelo masculino? ¡Claro que sí!
Y no solo lo promueve, sino que perpetúa las desigualdades dejando de lado las particularidades de género y su riquísima experiencia, entre otras cosas.
Carol Gilligan, sicóloga y filósofa estadounidense, propone la teoría de la ética del cuidado como complemento de la ética clásica universal.
La ética del cuidado es añadir la visión y la experiencia de las mujeres en cualquier ámbito donde éstas participen. Con esta teoría logró cuestionar las actuales estructuras de la sociedad enmarcadas dentro de un paradigma patriarcal, para construir nuevos conceptos que llevados a la práctica deriven en situaciones más justas y equitativas tanto para mujeres como para categorías minorizadas.

Esta teoría feminista ve al “otro” como particular y destaca esas diferencias, no intenta universalizar los conceptos, sino más bien, diferenciarlos y potenciarlos para lograr una visión mucho más amplia y plural de la vida.
Gilligan critica el discurso científico establecido remarcando que tanto los teóricos morales como los de la sicología habían “adoptado implícitamente la vida del varón como norma, tratando de crear mujeres a base de un patrón masculino”.
Nos muestra otros caminos de desarrollo moral proponiendo la ética del cuidado, para ampliar el ámbito moral establecido bajo parámetros masculinos.
Cabe resaltar que la filósofa hace una crítica a la teoría del desarrollo moral de Lawrence Kohlberg, no la descarta por completo sino más bien construye a través de su interpretación otra visión mucho más cercana a la realidad. Construye futuro.
El experimento de Kohlberg
Este sicólogo estadounidense realizó una serie de entrevistas semiestructuradas denominadas como Moral Judgement Interview (entrevista de juicio moral), donde exponía a los participantes a determinados dilemas que eran relatos de situaciones, generalmente hipotéticas, que presentan un conflicto de valores y la necesidad de tomar una decisión ante él.
El principal objetivo de la investigación recaía en desentrañar las bases de la moralidad humana, definiendo las estructuras mentales de razonamiento lógico y moral compartidas por las personas.
Toma la idea piagetiana de desarrollo cognitivo y desde una perspectiva estructuralista se establecen una serie de estadíos que van construyendo las estructuras de conocimiento, valoración y acción necesarias para constituirnos como personas morales. Al centrarse en las estructuras y no en el contenido de los juicios morales, las mismas se considerarían comunes a todas las personas, independientemente de su etnia, nacionalidad, sexo, etc.
Y es aquí donde se puede detectar el primer problema de esta teoría: la pretensión de universalidad, que deja de lado las diferencias sociales, culturales, de género, etc., que se dan entre las personas.
Kohlberg presenta sus dilemas en un rango etario que abarca 20 años, desde la niñez a la adultez. Los participantes son varones en sus diferentes etapas de crecimiento (niñez, adolescencia y edad adulta). Y aquí es donde se presenta el segundo problema de la teoría: toma como base varones, blancos, estadounidenses (y seguramente heterosexuales también).
A estos les plantea una disyuntiva donde deben tomar una decisión difícil y escoger entre dos valores conflictivos e igualmente valiosos como, por ejemplo, el respeto a la vida o el acatamiento a la ley.
Lo interesante de los dilemas no se encuentra tanto en la respuesta final a la que llegue cada sujeto, sino en las razones que le conducen a la decisión. Y es que la clave de la teoría del desarrollo moral no recae en la sustancia de las normas morales, sino en la definición de las estructuras mentales de razonamiento que serían comunes a todos los seres humanos.
Otra vez se presenta un problema con esta teoría y es que los dilemas propuestos por Kohlberg no son universales y además con el paso del tiempo pueden dejar de impactar en los sujetos.
De cualquier manera, Kohlberg llega a la conclusión que el desarrollo moral de las personas avanza en paralelo al cognitivo. Divide así el desarrollo moral en estadíos, “estructuras cognitivas que determinan las maneras de reunir y procesar información por parte del sujeto”, y van ligados a formas concretas de asumir un papel frente al dilema (role-taking o toma de roles).

Las personas guían sus decisiones morales en base a principios éticos escogidos de forma autónoma. Dichos sujetos respetan las leyes sociales en la medida en que no interfieran con sus valores. Sería algo así como: respeto la moralidad general siempre y cuando no entre en conflicto con la personal, en cuyo caso estaríamos ante otro dilema moral.
Y en este punto nos podemos preguntar: ¿varían las estructuras de razonamientos moral según género, etnia, nación, etc.?
Gilligan va un paso más allá y prueba el test de Kohlberg, pero con mujeres.
Observó que obtenían de forma general puntuaciones bajas y no solían llegar al nivel moral final de corte superior.
Kohlberg interpretó esto como una incapacidad de la mujer para emitir juicios morales superiores, provocada por su emplazamiento en la sociedad, referido al espacio privado-doméstico, donde se desarrollan los temas del cuidado, afecto y responsabilidad. Inmadurez moral según Piaget.
A raíz de esto, Gilligan le da forma a su teoría en base a dos premisas que resultan del análisis de los resultados obtenidos por Kohlberg:
- La realidad social se organiza en base a un sistema sexo-género que define nuestra forma de percibir el mundo.
- Dicho sistema se basa en la dominación patriarcal, en el que un grupo humano (los hombres) detenta el poder sobre otro (las mujeres).
Gilligan mostró que en los estudios de Kohlberg no se tenían en cuenta las estructuras sociales de exclusión sexo-género, ni el hecho de que las experiencias concretas de los sujetos condicionan los modos que tienen de desarrollar sus razonamientos morales.
Ella afirma que la posición que una persona ocupa en el mundo determina su modo de desarrollar la moral. Básicamente cuestiona el modelo patriarcal de armado social construido y manejado por hombres, con pretensiones de darle un marco universal, sin tener en cuenta el pequeño detalle de las diferencias entre las personas, nuevo paradigma si se quiere. También nos dice que cada persona es el resultado de lo que ha incorporado como moral y del lugar donde ejerce esa moralidad, lo que pone de relieve la existencia de diferentes formas de desarrollar la moral.
De manera que podemos afirmar que la teoría de Kohlberg está, al menos, sesgada y es ahí donde Carol Gilligan hace su aparición arrojando un halo de luz a la cuestión.
En otras palabras, Gilligan se aleja del monismo moral de Kohlberg y tantos otros científicos y filósofos, y se encuadra dentro de lo que podemos llamar pluralismo moral donde las personas para alcanzar el nivel post convencional de desarrollo moral no solo deban centrarse en cuestiones de justicia social, sino que puedan hacerlo, por ejemplo, en cuestiones de cuidado. Entonces, hace una clara distinción en este nivel superior de desarrollo moral: formalismo post convencional vs contextualismo post convencional. Algo así como: principios éticos universales vs principios éticos basados en el respeto, el amor y la reciprocidad.
Es aquí donde se produce entre ambas visiones un encuentro necesario.
La teoría de la moral del cuidado viene a complementar a la ética de la justicia. Debemos señalar que un concepto central del cuidado es el de responsabilidad, y su punto de partida se basa en la “comprensión del mundo como una red de relaciones en la que nos sentimos inmersos y de donde surge un reconocimiento de la responsabilidad hacia los otros. Se pretende pasar del formalismo de principios abstractos propio de la ética de la justicia y la imparcialidad del “otro generalizado”, entendido como un modelo de individuo universal e imparcial; a la adopción del punto de vista del “otro concreto”. Complementar las “diferentes morales”.
Al incorporar el punto de vista del otro concreto en las deliberaciones
morales y tener en cuenta las individualidades, se van a poder considerar todos los seres racionales como individuos con una historia, una identidad y una constitución afectivo-emocional concretas.
Como podemos observar en la teoría de Kohlberg y también dentro de la esfera de la justicia moral, en la sociedad y en la cotidianeidad de la vida misma lo que se perpetúa es un modelo de teorías morales que pretenden tener por válido sólo un aspecto de la vida social, siendo éste el ámbito público. De esta manera, sin tener en cuenta el contexto y las particularidades individuales, se dejan de lado diversos colectivos que hacen a la sociedad pero que, por estas mismas razones, quedan marginados o minimizados.
La teoría de Gilligan se presenta para visibilizar y dar validez a todos ellos.
Con su contextualismo post convencional nos ofrece herramientas para cambiar la mirada y sacar a la luz las desigualdades y diversidades que, de otra manera, quedan relegadas e invisibilizadas bajo el manto de un contrato social primigenio que legitima un modelo social patriarcal y paternalista.
Gilligan no sólo ha contribuido con una nueva mirada dándole lugar a la mujer dentro del ámbito moral al destacar la importancia del cuidado, sino que también ha contribuido a visibilizar las diferencias entre los sujetos. Solemos entender de forma negativa a las mismas, pero Gilligan llegó con una nueva perspectiva que nos hace repensar nuestros aprendizajes ya establecidos.
Tomamos este artículo como una invitación para reaprender y reaprendernos, así como para reivindicar de manera positiva las diferencias y diversidades entre las personas. Esperamos con entusiasmo que éste articulo deje en ustedes la impronta para acercarse a una nueva mirada del mundo así como lo fue para nosotros el artículo de Medina-Vincent sobre Carol Gilligan.
(*) Estudiante del último año de la Licenciatura y Profesorado en Filosofía.
(**) Ingeniero agrónomo y estudiante avanzado de la especialización en políticas de desarrollo rural. Estudiante avanzado de abogacía.
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