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Verano salvaje

Investigación y recopilación de fuentes: Daniel Héctor Saban*
Redacción y análisis: María Inés Alvarado**

Un año después del brutal asesinato de Fernando Báez Sosa en manos de un grupo de jóvenes rugbiers, a la salida de un boliche de Villa Gesell, el cuestionamiento acerca de las formas que adoptan socialmente quienes practican este deporte vuelve a ponerse en discusión, frente a la noticia acerca de la participación del rugbier Felipe Máscolo, jugador del Buenos Aires Criquet and Rugby Club en la agresión a un grupo de doce jóvenes a la salida de un boliche y posterior persecución por las calles Mar del Plata.

La Costa Atlántica, y sus cercanas playas, representan uno de los lugares más elegidos por una multitud de jóvenes para disfrutar de las vacaciones de verano. La propuesta de bares, discotecas y boliches que abren sus puertas hasta la madrugada, invitan e incitan a largas veladas nocturnas donde el alcohol y las bebidas energizantes son moneda corriente para sobrellevar las largas horas que van desde el atardecer hasta el amanecer costero. Entonces, lo que debiera ser un momento de relax y disfrute de unos días de ocio, se convierte en un escenario propicio para desarrollar violencia, las peleas entre pandillas ponen de manifiesto el poco autocontrol que maneja una parte de la juventud en nuestro país.

Durante el verano 2020, y aún sin la amenaza que sería el COVID, los espacios para distenderse mostraron un sinfín de excesos protagonizados por jóvenes. El saldo más cruel resultó el asesinato a golpes de Fernando Baez Sosa, ocurrido a la salida de un boliche en el balneario Villa Gesell, la madrugada del 18 de enero. El hecho, de público conocimiento mediático, fue provocado con violencia desmedida por un grupo de 10 jóvenes rugbiers de un club de Zárate. Si bien la pelea se había iniciado dentro del boliche Le Brique, concluyó en la vereda, con la muerte del muchacho y once adolescentes, de entre 18 y 21 años, detenidos por asesinato con alevosía.

Además del episodio protagonizado por Felipe Máscolo, este último enero, también fue noticia el ataque a un joven de 20 años, Matías Montin, en el boliche Ananá que está dentro del corredor de La Normandina en Mar del Plata, en Playa Grande, brutalmente golpeado en manos de una banda liderada por el hijo del jefe de la barra brava de Rosario Central, lol cual demuestran como la violencia es una de las formas más recurrentes de expresión entre jóvenes en sus momentos de ocio.

El rugby, ¿deporte violento o espejo de la violencia machista?
El rugby, ¿deporte violento o espejo de la violencia machista?

Y entre los discursos de varios medios de comunicación, vuelve la pregunta acerca de si ¿es el rugby un deporte que forma personas violentas? La respuesta rápida sería SI. Por la gran cantidad de eventos violentos en que se ven involucrados sus jugadores, genera la duda acerca de si no constituye una excusa para ejercer la rudeza en la sociedad. Pero, sin embargo, el rugby, es un deporte de evasión y contacto, que se juega en equipo, nacido en Inglaterra en el siglo XIX y que un antiguo dicho británico dice de este juego que, mientras “el fútbol es un juego de caballeros jugado por villanos, el rugby es un juego de villanos jugado por caballeros»

Días antes del asesinato ocurrido en la ciudad balnearia de Villa Gesell, Julian Princic productor de contenidos digitales en TyC Sports y ex jugador de un club de Paraná, había planteado en su cuenta de Twitter, con una sinceridad sin precedentes, que su “experiencia con el RUGBY, deporte que me fascina, que consumo, que practiqué durante gran parte de mi vida», se maneja como «un REFUGIO DE HOMBRES que necesitan REAFIRMAR SU MASCULINIDAD constantemente. BAUTISMOS, ABUSOS SEXUALES, PELEAS BOLICHERAS” y cuyo «objetivo implícito siempre fue causar impacto. Impresionar. Porque las peleas no eran mano a mano en una plaza vacía. Las chicas tenían que verlo. PORQUE LO IMPORTANTE ES CONSEGUIR CHICAS. Es una de las metas que nadie te enseña como meta pero que sabés que está.»

Luego del asesinato de Fernando, el joven productor, reconoció que el rugby es un deporte hermoso pero que es necesario limpiarlo, y que las autoridades de la UAR y los directivos de los clubes deben asumir que los hechos acontecidos no son aislados, sino que se han convertido en algo endémico. “El rugby puede y debe sanar”

A fines de 2020, tres jugadores del seleccionado Los Pumas, fueron sancionados por hacerse visibles algunos tweets donde se mostraban discriminatorios, xenófobos y antisemitas en anteriores épocas. Está situación se produjo luego del lamentable homenaje que efectuó el equipo nacional al fallecido jugador Diego Maradona, previo a disputar la revancha del partido llevado a cabo unos días antes donde el rugby argentino se cubrió de gloria al ganarles por primera vez a los neozelandeses All Blacks en el marco del torneo 3 Naciones. Los tres jugadores sancionados fueron su capitán Pablo Matera, Guido Petti y Santiago Socino, todos suspendidos por publicar mensajes de tono discriminatorio en el pasado.

Sin embargo, a lo largo de la historia, varios de los casos de asesinato provocados por figuras del deporte no corresponden solo a jugadores de rugby. Noticias cotidianas son los linchamientos y golpizas en estadios de fútbol producto de los enfrentamientos entre barras bravas, que demuestran claramente que, el problema no es el deporte, sino las conductas y acciones violentas asociadas a los parámetros de masculinidad hegemónica impuesto por el patriarcado y fomentado por los diferentes sectores sociales.

Es común ver en las cercanías de las prácticas deportivas de juegos competitivos como los familiares animan a los niños a ser agresivos con el oponente para conseguir un mayor rendimiento. Cuando estas conductas son permitidas por entrenadores y padres, desde muy pequeños se aprende a agredir, escupir o maldecir al oponente, porque “es parte del folklore”. En el rugby, en cambio, el deporte que promueve valores tales como: disciplina, compañerismo, sacrificio, honradez y respeto, la violencia aparece fuera de las instalaciones de los clubes porque esas conductas que se sancionan dentro de la cancha, tienen impunidad en la calle, el barrio o el boliche.

Para la filósofa Elisabeth Badinter la identidad masculina se emparenta con el hecho de poseer, tomar, penetrar, dominar y afirmarse. En los deportes, sobre todo en el rugby, la esencia deportiva se basa en ser agresivos, ganar y humillar a sus rivales, lo cual pone de manifiesto la violencia masculina históricamente impuesta por una sociedad que establece jerarquías de poder de los varones sobre el resto de la humanidad.

Mucho se habla también de la violencia “pandillera”, la famosa manada adolescente que es noticia cada vez que un grupo de jóvenes utiliza su fuerza “animal” para violar, atacar, denigrar, matar a quien se le cruce por el camino. Y así, haciendo uso de su fuerza, la fraternidad que da el grupo y de la impunidad social que les da el hecho de pertenecer a un sector social reconocido, se apoderan de una presa y actúan como si fueran superiores. Esa manera de “ser varón”, que debe demostrar su masculinidad es lo que resulta peligroso.

La salida es la educación

Sin duda, la mejor manera de terminar de una vez por todas con la violencia en el deporte es derribando todas las manifestaciones de violencia social que existen, empezando por la escuela. Mediante la educación a partir de aplicar la Educación Sexual Integral (ESI) con perspectiva de género, es posible avanzar hacia un modelo social de varones que no focalicen la violencia como forma de comunicación. El deporte está vinculado al cuerpo, y el cuidado del cuerpo y la salud es uno de los ejes de la ESI. Los lineamientos curriculares de la ESI promueven que las actividades deportivas son herramientas que favorecen la igualdad, la fraternidad, la convivencia, el compañerismo y la integración.

A lo largo de la historia, la humanidad se fue construyendo en una relación cultural donde había solo dos formas sexuales de ser y estar en el mundo: varones y mujeres, dos diferentes entre sí, imponiendo una masculinidad que se impone como norma y produce socialmente lo que debe esperarse de las personas que se identifican masculinas. Los deportes, el rugby entre ellos, han ido fortaleciendo esas masculinidades al tiempo que fomentaron el valor de que los varones, desde pequeños, deben ser activos, autosuficientes, viriles, racionales y fuertes. Un varón, para ser considerado tal, debe demostrar continuamente que no es un niño, que no es una mujer y que no es homosexual. Y eso se demuestra asociando sus conductas a la valentía, el éxito y la dominación dentro del grupo de pares. La virilidad, en tanto sexualidad activa, se va construyendo y reconociendo ante la mirada de otros varones que operan como examinadores de una “verdadera masculinidad”. La violencia aparece allí como una de las formas más destacadas de validación de la masculinidad normativa y la complicidad machista como uno de los mecanismos más comunes para evitar su cuestionamiento.

Para el Instituto de Masculinidades y Cambio Social, “La masculinidad normativa tiene como motor fundamental la búsqueda de reconocimiento por parte del grupo y el miedo a la pérdida de ese reconocimiento. En los grupos de amigos “se encaja o se es encajado”. y es por eso que, durante la adolescencia y la juventud se busquen “presas” para cazar, se tome alcohol o drogas de manera desmedida o se generen peleas con otros varones para demostrar valentía. De esta manera, se logra demostrar “el despliegue de una potencia (sexual fundamentalmente, pero también guerrera y hasta económica) sin fisuras” y no caer en “una muestra de debilidad”.

El rugby, ¿deporte violento o espejo de la violencia machista?
El rugby, ¿deporte violento o espejo de la violencia machista?

La masculinidad funciona como un mandato que exige poner a prueba formas de dominación y violencia entre sí y para montar un espectáculo frente a quienes no son como ellos. Si queremos comprender la relación entre la violencia y el deporte -en este caso el rugby-, es preciso entender que éste no es violento, sino que su juego y quienes los ejercen adoptan discursos masculinizados que promueven sus privilegios machistas. Es hora de pensar como trabajar la conformación de los límites y cómo se debe construir una sexualidad que no fomente estas características, sino que las revierta. La ESI es la herramienta para modificar el cambio.

 

Fuente: Varones y masculinidad(es). Herramientas pedagógicas para facilitar talleres con adolescentes y jóvenes. Instituto de Masculinidades y Cambio Social. Disponible en https://argentina.unfpa.org/sites/default/files/pub-pdf/Varones%20y%20Masculinidades.pdf

 

(*) Columnista de Diario Digital Femenino
(**) Docente, comunicadora. Co-directora de La ESI en juego. Columnista de Diario Digital Femenino

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