La educación sexual no está vinculada al currículum oficial y su aplicación quede a merced de las decisiones que tome cada centro educativo y esto genera desigualdades.
Por Laura Alvaro Andaluz*
Ilustración de Núria Frago
En tiempos del veto parental se hace más que necesario un replanteamiento del sistema educativo desde las entrañas. Este ataque directo contra los derechos fundamentales que, además, pone en duda el buen hacer y la labor del profesorado, requiere un análisis más a fondo de nuestro hacer en el panorama escolar. Hoy ponemos el foco en la educación sexual que está llegando a las aulas de primaria y secundaria.
Cita la LOMCE –que, hasta nueva orden, todavía sigue siendo la ley por la que se rige la educación en nuestro país– que uno de sus objetivos es conformar una ciudadanía crítica y capaz de desarrollarse en la realidad social actual: “Uno de los principios en los que se inspira el Sistema Educativo Español es la transmisión y puesta en práctica de valores que favorezcan la libertad personal, la responsabilidad, la ciudadanía democrática, la solidaridad, la tolerancia, la igualdad, el respeto y la justicia, así como que ayuden a superar cualquier tipo de discriminación.” Sin embargo, ¿es esta la línea que realmente se está siguiendo en los centros educativos públicos? ¿De verdad estamos promoviendo valores como la igualdad de género, que se vincula de una manera directa a la educación sexual? ¿O existen grandes carencias todavía que convierten la educación formal en entornos ajenos a la diversidad de la sociedad?
Laura López y Nuria Hebrero, coautoras del libro Cocinando con sexto sentido- guía sexológica para maestros de primaria, creen que la educación sexual que actualmente se imparte en los colegios es insuficiente: “Es necesario que el profesorado se forme y que sean los sexólogos los encargados de llevar a cabo esa formación. La educación sexual no se trata de un par de sesiones al año en el centro donde estemos. Tiene que ser algo continuo y que se da en todo momento. Por lo tanto, cuantos más recursos tengan los docentes para afrontar las situaciones, mejor calidad de educación sexual tendremos”.
Hay que definir qué es exactamente la educación sexual. Soraya Calvo González, pedagoga, doctora en Educación por la Universidad de Oviedo y sexóloga, indica que lo educación sexual se centra en la educación de los sexos, y no se trata –como erróneamente se cree– de trabajar el sexo que se practica. Es decir “educamos en torno a la manera en la que cada uno construye su identidad sexual y a cómo esas identidades interactúan y se interrelacionan; es decir, que hombres y mujeres –por hablar en clave dicotómica, aunque es importante que comprendamos que existen otras identidades– se entiendan, se respeten, y son capaces de crear vinculaciones saludables, ya sean románticas, ya sean eróticas, ya sean simplemente de convivencia”. Todo ello se complementa desde la perspectiva de género que, según la experta, no puede desvincularse de la educación sexual: “Esa identidad será construida de una forma lo más libre y positiva posible, es decir, que sean capaces de cuestionar los roles y los mandatos de género impuestos, que sean capaces de tomar consciencia de lo que significa ser hombre o ser mujer desde una perspectiva amplia”.
Educación sexual: ¿Dentro o fuera del currículum oficial?
Para Soraya Calvo, el hecho de que la educación sexual no esté vinculada al currículum oficial y su aplicación quede a merced de las decisiones que tome cada centro educativo genera desigualdades porque “hay centros muy en la línea de esta formación y que ponen en marcha este tipo de iniciativas, pero otros no”. Parece evidente, entonces, que es necesario un replanteamiento a la hora de enfocar este contenido tan esencial. Para la pedagoga, la educación sexual debería de estar desde el inicio del proceso formativo de cualquier persona, desde educación infantil, adecuada a cada etapa, pero presente: “Las personas comenzamos a construir nuestras identidades desde que somos muy pequeños y deberíamos atender a esas cuestiones para poder dar una educación lo más completa y holística posible a nuestro alumnado”.
De hecho, estas son las orientaciones técnicas de entidades internacionales como la UNESCO o la OMS, que indican que la educación sexual debe de ser un contenido explícitamente incluido en el currículum formal, no a modo de asignatura, pero sí de manera transversal, que impregne por completo el proceso de enseñanza y aprendizaje. Y con conceptos abiertamente expresados, que además se evalúen (porque cuando algo en educación no se evalúa tiende a trivializarse, a restársele importancia). En la educación sexual también hay conceptos importantes que se deben trabajar, no es solo una cuestión de actitudes, pensamientos o reflexiones. Todo ello desde una perspectiva de género que, por definición, debe aparecer implícita a la educación sexual.
Las expertas coinciden en indicar que cuando estamos construyendo la sexualidad, además de identificar el sexo que se tiene, también es necesario tomar conciencia del sexo que se es, lo que se conecta directamente con la construcción social de nuestra propia identidad. En este punto, los estereotipos asociados al género juegan un papel vital, por lo que la educación en igualdad debe de ser el punto de partida para este tipo de formación del ser humano. Laura López y Nuria Hebrero apuntillan que lo más fundamental es el respeto, “empezando por respetarnos a nosotros y nosotras, para poder respetar después a los demás”.
¿Y la diversidad sexual? ¿Se contempla dentro de la educación sexual que llega a nuestras aulas? A este respecto, Soraya Calvo indica que no siempre está tan representada como sería necesario “porque vivimos en una estructura heterocentrada y binarista, y la educación sexual se plantea desde esa visión”. Para la sexóloga es fundamental romper estos límites “porque las personas que más van a vivir todos estos procesos de educación sexual como empoderantes son personas que tengan algún tipo de suspicacia respecto a su sexualidad”. A este tipo de público será al que se consiga allanar el camino si educamos en una amplitud y variedad de sexualidades, “dándoles claves y sobre todo haciéndoles sentir que no están solos ni solas y que no es raro, que no tiene un problema, que no tiene una enfermedad patológica”.
Educación sexual en la sociedad de la información
Y en todo este importante proceso de formación de la persona, ¿en qué medida intervienen los medios de comunicación y las redes sociales? Hay autores que señalan que el entorno digital ha supuesto para la juventud un espacio de construcción de la identidad y de aprendizaje no formal, centrado en el desarrollo de habilidades para sentir, para emocionarse y para socializar. Las herramientas que se emplean para ello deben superar el concepto TIC y definirse como TRIC, incluyendo el citado factor relacional en las tecnologías de la información y la comunicación.
Los medios de comunicación hacen un flaco favor en pro de una educación sexual saludable. Las expertas coinciden en que todavía existen muchos estereotipos claramente identificables en los mass media, que fomenta, por ejemplo, relaciones heteronormativas y coitocentristas; los mensajes machistas se repiten una y otra vez marcando una belleza hegemónica–-tanto para los hombres como para las mujeres– y estableciendo un modelo de relación de parejas, focalizando en comportamientos tóxicos. Por eso, las sexólogas consideran fundamental educar en la crítica, para que los propios consumidores de medios de comunicación sean capaces de distinguir entre la ficción y la realidad, lo que debe establecerse como un modelo de comportamiento y lo que debe evitarse.
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Laura Alvaro Andaluz
Periodista y maestra. Como firme defensora de la justicia, considero que la educación y la comunicación son elementos claves del cambio. Mamá de Sofía, quien con su llegada me ha ofrecido una nueva perspectiva. Creo en la amistad, el amor y la sororidad como motores del mundo.